Nada lo inmuta. Sensato, cálido, relajado, pensante, se expresa como lo que es: un equilibrista. Lo fue antes, cuando condujo al equipo argentino que conquistó la primera y única Copa Davis de su historia; y lo es ahora, poco más de un año después de su salida como capitán. Pese a la vorágine que implica transitar la vida en el constante ida y vuelta del tenis, jamás perdió la capacidad de sentirse en armonía.
"Una persona simple, un privilegiado que pudo vivir del deporte y alguien muy fanático de los valores y el respeto", se describe a sí mismo Daniel Orsanic, instantes después de iniciar un extenso diálogo con Líbero en un restaurant de San Isidro.
Cuando inició su ciclo como capitán, en diciembre de 2014, los resultados deportivos no configuraban la meta principal. Por el contrario, la finalidad consistía en utilizar la Copa Davis como un vehículo para transmitir valores a través de la conformación de un grupo. Y ese grupo unido, tiempo después, resultó determinante para saldar la mayor deuda de la historia del tenis argentino. "Todos los integrantes del equipo querían lo mejor para el compañero; el mensaje que llevamos era algo que los jugadores necesitaban, algo que cualquier persona necesita, que es sentirse importante, útil, querido", describe Orsanic.
Juan Martín Del Potro, Leonardo Mayer, Guido Pella y Federico Delbonis constituyeron, en mayor medida, aquel plantel que tocó el cielo con las manos en 2016 tras eliminar a todos sus rivales en condición de visitante: después de vencer a Polonia y a Italia, hilvanaron dos victorias de tintes épicos frente a Gran Bretaña en semifinales y ante Croacia en la final, ambas en el quinto punto. "Pudimos lograrlo gracias a un convencimiento, a una manera de pensar", sostiene el ex capitán, a casi tres años de aquella proeza y pocas semanas antes de que Argentina vuelva a participar en una definición, esta vez en Madrid, por la primera edición de las finales con el nuevo formato -18 países competirán por la ensaladera durante una única semana-.
Durante el proceso de Orsanic, el seleccionado pasó por todos los estados. Cayó ante Bélgica en las semifinales de 2015; alcanzó la gloria un año después; descendió a la zona continental en 2017 tras perder en Kazajistán; y venció a Chile en una serie que luego resultaría clave para el regreso al Grupo Mundial, ya que la posterior reestructuración del formato le devolvió a la Argentina la plaza en la elite incluso antes de disputar el repechaje por el ascenso.
- ¿Cómo analizás tu ciclo con todos los vaivenes?
- Empezamos con Brasil, una serie difícil por haber sido la primera y porque estuvimos a punto de perder (NdR: triunfo 3-2 en Tecnópolis). Sé lo que significa ganar, más allá de que no le doy la mayor importancia, aunque tampoco soy un misionero que le gusta ir a predicar; yo quiero ganar, soy competitivo y entiendo que el resultado manda. Si hubiésemos perdido con Brasil ahora no estaríamos hablando. Pero soy el mismo, y mirá que pasaron cosas en el medio: llegamos a semifinales, ganamos, descendimos, subimos de nuevo. Mi mensaje fue siempre igual porque, justamente, no quería depender del resultado deportivo. El objetivo fue quitar ese drama entre ganar y perder. Me comporté igual levantando la copa o jugando en la zona americana. Cuando descendimos me dolió mucho, y lloré, pero era una oportunidad para mostrar el mismo equilibrio que cuando ganamos.
- ¿Cambió tu vida después de tu etapa como capitán?
- Antes de ser capitán no me hacían muchas notas, porque como jugador no fui tan relevante. Entonces siempre tuve en claro que me harían notas mientras fuese el capitán y después dejarían de hacérmelas (risas). Lo tuve muy en cuenta y, una vez que me fue bien, me lo tomé con la misma naturalidad. ¿Me cambió la vida ganar la Davis? ¿Ahora soy feliz? No, gracias a Dios ya era feliz antes. Soy un privilegiado, tuve suerte y muchas oportunidades. Aunque es cierto que ahora recibo cariño de gente que no conozco.
- ¿Por qué Argentina ganó aquella Davis?
- La ganamos porque tuvimos el mejor equipo de la historia. Estoy convencido de que, a nivel grupo, conformamos el mejor de la historia de la Argentina. Lo cual no era garantía de que la ganásemos, pero doy fe de que todos apoyaron desde donde les tocó, adentro o afuera. El jugador que estaba en la cancha sabía que el resto le deseaba lo mejor. En momentos de muchas pulsaciones, en instantes críticos de un partido, eso suma mucho.
- ¿Cuál fue la clave de tu trabajo?
- Fui fiel a lo que pensaba. Me mantuve firme con mis convicciones sin importar el resultado deportivo ni la gente de afuera. A mí me importaba que los jugadores y sus equipos de trabajo estuviesen a gusto. Siempre dejé en claro que los iba a proteger; si tenían que cortarle la cabeza a alguien lo harían conmigo. Eso lo respaldé con acciones y actitudes. Nos ganamos la confianza de todos los jugadores y es la satisfacción más grande para un capitán.
- ¿Cómo viviste la final con Croacia?
- Antes de jugar en Zagreb yo ya me sentía muy contento y decía: “Bueno, estoy entre los cuatro entrenadores que llegaron a la final de la Copa Davis”. No pensaba en el peso que habría generado perder una final más. En eso hicimos un buen trabajo: nos aislamos de la situación. Podés ganar o perder, vas a jugar una final, Croacia la quiere ganar, nosotros también. Conseguimos recrear el mismo ambiente de las series anteriores pese a tener la repercusión de una final. En Polonia levantabas la vista y tenías a dos periodistas; en Zagreb había treinta. Los jugadores sabían que, ganasen o perdiesen, para nosotros valían lo mismo. Simplificamos la situación.
- ¿Qué pensaste antes y después del quinto punto que ganó Delbonis?
- Sabíamos que podía ser un partido apretado, porque entre Fede y Karlovic siempre había sido así. Teníamos ese registro, pero se dio todo de una manera espectacular (NdR: el azuleño se impuso con autoridad por 6-3, 6-4 y 6-2). Era un resultado improbable pero fue mérito de Fede por haberse mantenido tan lúcido y enfocado en lo que tenía que hacer. Nadie hubiese podido jugar tan bien como jugó él; yo le dije que me sorprendió, porque sentíamos que podía ganar pero no de esa manera.
- ¿Qué hubiese pasado si Argentina no ganaba la Davis en el formato de siempre?
- Y si la ganabas en el nuevo formato siempre iba a estar el que te reclamara que no la habías ganado con el formato clásico. Por eso estuvo muy bueno ganarla en el formato original. Ojalá que Argentina la pueda ganar diez veces más, pero en el formato tradicional ya la ganamos, ya está ahí.
- ¿Te gusta la nueva versión?
- El formato nuevo es más parecido a un Interclubes. Creo que va a ser un torneo excelente; ver a muchos equipos, con muchos buenos jugadores, va a generar un clima muy especial. Nosotros lo vivimos en la Copa por equipos de Düsseldorf, que se jugaba antes de Roland Garros. Es muy parecido, con dos singles y un doble. Con el nuevo formato se pierde un poco esa mística de preparar toda la semana el partido contra dos jugadores específicos. Ahora es otro torneo, se llama igual pero es otra cosa. Hacía falta un cambio, no sé si será el ideal, pero habrá que ver cómo sale.
- ¿Volverías a ser capitán?
- La verdad, no lo pienso. Nos tocó vivir todo lo que se podía vivir. Una semifinal, ganar la copa, bajar a la zona americana, volver al Grupo Mundial. Vivimos todo y estamos llenos. Ahora pienso en otra etapa. Hay proyectos armados que ojalá se concreten el año que viene. Estoy contento, aprendo en las transmisiones como comentarista en la tele. Me enfoco en el presente.