“¡Habla!”, dicen que le exigió Miguel Ángel a la estatua de Moisés esculpida en mármol, al tiempo que le pegaba con el martillo en la rodilla. La perfección era eso: sólo le faltaba hablar. Pero mucho tiempo antes, esa obra había sido tan sólo un enorme bloque de piedra. Un bloque del cual el artista extrajo la figura, quitando de a capas, revelando poco a poco la forma que el mármol parecía dar de sí. Parece ilógico hablar de esto cuando lo que convoca es un disco de una banda de rock, pero la imagen de la obra emergiendo con voluntad propia y del artista como una especie de médium que cincela, separa láminas, desvela algo que está ahí esperando ser descubierto, aparece en la charla con Eruca Sativa. La excusa de la entrevista es la edición de Seremos primavera, flamante álbum del trío cordobés. Entonces ahí está la vieja y querida (y remanida y nunca terminada de responder) pregunta sobre ese lugar donde habita la inspiración, el misterioso escondite de donde vienen las canciones. Pero la respuesta de les Eruca no se agota en el mármol que se deja esculpir. A diferencia del genio renacentista, para Lula Bertoldi, Brenda Martin y Gabriel Pedernera, la idea de perfección no se compone como un ejercicio de lo posible, sino como un ideal a perseguir, un motor que no frustra: más bien, tracciona.
Seremos primavera es el quinto disco de estudio de esta banda que en doce años recorrió un vertiginoso camino que la llevó de su Córdoba natal a los más variados escenarios y festivales, a cosechar premios nacionales e internacionales, y a fortalecer un estilo propio que les permite sentirse tan a gusto rockeando una vidala con Abel Pintos como versionando temas de Alanis Morissette junto a Marilina Bertoldi y Barbi Recanati. En el álbum, el trío decidió dejar de lado los rabiosos riffs de guitarra y el sonido avasallante que lo caracteriza para en su lugar despacharse con un puñado de canciones mucho más estilizadas e íntimas. Y en ese pasaje de la estridencia a la melodía, lo que salió a flote es un discurso potente y sin recovecos, con una prédica muy directa, que involucra feminismo, maternidad y preocupaciones por la coyuntura social y global.
La relación de la banda con la militancia de género y a favor de los derechos de las mujeres es conocida y no sorprende que esas peleas hayan tomado un lugar preponderante en su música. Lo curioso es que esta vez, el mecanismo para hacer oír ese mensaje haya sido, justamente, bajarle el volumen al amplificador, la distorsión a la guitarra y el caudal a la voz. “Es como una persona en una multitud que estaba desesperada, gritando, ‘¡Mírenme mírenme mírenme!’. Cuando ya obtuvimos su atención, bueno: ahora vamos a decir esto. Siempre tocamos en función de lo que las canciones nos pedían. Y en este disco, lo que me parece que ocurrió es que le sacamos todo ese grito y las dejamos que se luzcan en todo su esplendor”, explica Martin.
-¿El disco tiene un concepto?
Lula Bertoldi: -Sí. Aunque no es que hayamos arrancado con uno, sino que lo fuimos descubriendo a medida que lo íbamos a haciendo. Es ese “seremos primavera”, como el impulso de algo que está llegando. Es ese deseo o esa necesidad de ir siempre para adelante. No que la primavera va a venir a vos, vos vas a ser la primavera. Yo voy a ser la primavera. Todos juntos. No esperar que algo venga, sino que vos te vas a convertir en eso.
-Lula, solés decir que la de Eruca es música de construcción y no de deconstrucción. ¿Puede ser que para este disco la hayan deconstruído?
L.B.: -Sí. Sin dudas.
Gabriel Pedernera: -Y ese cambio del sonido creo que también tiene que ver con una deconstrucción a todo nivel, desde nuestra propia humanidad hasta esos prejuicios musicales que hacían que quizás no lo viéramos del todo claro. Es como cuando mirás un paisaje y hay un mosquito que te molesta en la visual. Fue como sacar ese mosquito y poder mirar más adelante, todo lo lindo que hay.
L.B.: -¿Lo decís por mi voz? ¿Yo sería el mosquito?
G.P.: -No, el Marshall (risas).
-¿Cómo logran ensamblar la creatividad de los tres, que la imaginación de lo que iba a ser la canción en cada una de sus cabezas termine siendo una sola cosa?
G.P.: -Es difícil porque cada canción tiene su propio desarrollo y a veces funciona como una caja de sorpresas. Recién pensaba en cómo trabajan los escultores, que laburan a partir de un pedazo de mármol. Ellos no saben qué va a ser: van cortando y le van dando forma y se va convirtiendo en algo, y de repente ¡flap!, quedó una cosa increíble. Nosotros tenemos que estar abiertos a que nos pase eso: que la idea aparezca.
Y una vez que aparece, ¿cómo saben cuándo parar de cincelar?
L.B.: -¡No sabemos!
Brenda Martin: -No, no. No sabemos. Es Gabi, el que cumple ese rol. Si fuera por mí, seguiría haciendo cambios. En este disco me pasó con una canción: abriría todas las sesiones para cambiarlo porque tengo la sensación de que está equivocada la letra, pero ya no se puede. Aprendí a lo largo de los discos que cuando tengo esa sensación es porque algo ocurre realmente. La intuición es la intuición. Puede ser que esta vez salga así porque ya está todo cerrado, pero cuando te das cuenta, te das cuenta. Y lo lindo es que si esa canción hubiera estado con la letra que tiene que ir, este disco para mí sería perfecto, pero como no lo alcanzamos, vamos a tener que grabar otro. Nunca podemos hacer un disco perfecto. Eso nos hace decir “no se termina nunca”: siempre hay que hacer el próximo.
-A través de todo el disco, aparecen varias preocupaciones que tienen que ver con la maternidad, la libertad, la coyuntura social.
B.M.: -No lo había pensado así, pero puede ser.
L.B.: -Hay algo que me pasó. En diciembre, después de darle forma a las maquetas, nos tomamos vacaciones y me fui a la casa de mi mamá, a Sunchales, y estaba mi hermana (Marilina Bertoldi) y se las mostré. Era la música, nomás. Ella escuchó todo y le encantó, estaba re feliz con la dirección que estaba tomando el disco y entonces yo le dije “Sí, el tema ahora es qué decimos. ¿De qué hablamos?” Ella me respondió algo muy sabio: “Hablá de vos. Hablen de ustedes, de lo que son. ¿Qué van a decir si no?”.
B.M.: -Yo siempre pensé así las letras, ¿eh?
L.B.: -Yo no. Bah, quizá lo hacía naturalmente, pero nunca lo había hecho así, conscientemente. Este momento en el que es tan fuerte todo lo que nos está pasando, nos lleva a escribir letras que son el mundo visto desde nuestra óptica. Y también es muy loco, porque buscando en tus referentes, leés a los Stones, a AC/DC, leés a Mollo, es siempre la óptica del hombre. Escribir letras de rock en español siendo madres, con doce años de banda, también fue todo un desafío: hablar sobre hoy, nosotras, lo que nos pasa y lo que vivimos. No es que los demás discos no hablaran de nosotras. Creo que de lo que se trata es de una toma de conciencia del lugar, de lo que tenemos para decir en este momento, de lo importante que es no desperdiciar este espacio y de poder dar el mensaje de lo que nos pasa, lo que vivimos.
-En “Sorojchi” hablan de suerte, mérito, talento y éxito. Toda la canción es una especie de reivindicación. ¿A quién está dirigida?
L.B.: -No está dirigida a una persona, sino a un tipo de personalidad en particular: a quienes no utilizan sus privilegio para ayudar a otras personas.
B.M.: -A personas que no reconocen que están en una situación de privilegio y que son esos privilegios los que les permiten ocupar determinados lugares. Creo que lo importante, más allá de usarlos para ayudar a otras personas, es no boicotear la lucha de quienes intentan empezar a ocupar esos espacios. Está dirigida a las mujeres que no reconocen que las mujeres hemos tenido falta de oportunidades desde siempre. Decir que los lugares son ocupados por mérito, cuando la diferencia de oportunidades está a la vista de todo el mundo, es cualquiera. Es como si yo ahora me parara en el escenario y dijera “No, bueno, laburen, laburando se puede llegar, si no mírenme a mí”, sin reconocer todos los privilegios que tuve: la educación, mi entorno familiar, la cabeza abierta de quienes me rodean, que me permitieron llegar a este lugar. Sería muy cómodo de nuestra parte sentarnos y decir “si yo estoy acá, cualquiera puede llegar”.
-Cuando José Palazzo expuso sus objeciones a propósito de la ley de cupo femenino en festivales de música, Eruca ya estaba programada para tocar en Cosquín Rock. ¿Cómo fue participar en esas circunstancias?
B.M.: -Cuando nos invitaron a tocar y vimos la grilla y vimos la falta de mujeres, teníamos dos opciones: no ir y pronunciarnos en contra del festival, o ir y utilizar ese espacio para visibilizar la movida, que fue lo que finalmente hicimos. Invitamos a otras compañeras a compartir el escenario y tratamos de traer el tema cada vez que dimos notas. “Sorojchi” fue escrita muy en ese contexto, cuando empezamos a recibir contra reacciones de otras mujeres, diciendo cosas así del estilo “Si tenés talento, llegás”.
L.B.: -Entendemos el feminismo como un movimiento inclusivo y justo. Es una cuestión espiritual, de energía, de amor. De igualdad. Todo lo que se aleje de eso, no tiene sentido. Libertad para elegir, para hacer y para amar. Si no es así, no me identifico.
-“Creo” habla justamente de eso.
L.B.: -Sí. De eso y de un montón de luchas. La igualdad, la empatía y la justicia social son las temáticas recurrentes del disco.
G.P.: -De todos modos, creo que es el contexto lo que termina de cerrar el sentido de las canciones. Nosotros hoy, acá, las llevamos hacia un lugar particular. Es una acción. Uno escucha “Creo” y puede darte ganas de ir a votar, o a la Plaza, pero quizás otra persona en otro país, donde sus problemáticas son otras, no sé cómo la resignifica. Las canciones no se terminan sólo en contacto con el público, también con el contexto de ese público. Cuando alguien viene y nos cuenta que una canción la relaciona con tal o cual cosa, para nosotros es genial.
L.B.: -Nos preguntan “¿Habla de eso?” ¿¡Qué importa!? No hay que quitarle la magia a las canciones. La gente muchas veces quiere que cuentes de qué se tratan. ¿Para qué? Las canciones hablan de lo que las personas quieran.
-De todos modos, en Seremos primavera hay un mensaje bastante presente, ese llamado a la acción que mencionaba Lula antes. Como artistas, ¿piensan que tienen una responsabilidad de movilizarse por los reclamos que los preocupan?
L.B.: -Si te sale naturalmente, sí. Está bueno que los artistas usen el espacio que tienen para decir cosas. Pero el que no quiere hacerlo, tampoco es para juzgarlo. Todos hacemos arte por diferentes motivos. Lo que sí creo es que tiene que haber honestidad sobre el escenario, no dejar de decir cosas por lo que pueda pensar el público.
G.P.: -O a la inversa: decir cosas por demagogia. Cuando tu discurso se convierte en negocio… Cuando deja de ser honesto y empieza a ser un intercambio…
L.B.: -O apropiarse de una lucha sin luchar. Hablar mucho de feminismo, pero después no aportar nada concreto desde tu lugar, o manejarte machistamente.
G.P.: -O el lugar ese penoso del varón “aliado” que se aprovecha. Se me vienen la imagen esa del pibe con los dos pañuelos.
-¿Cómo se llevan con los estereotipos en relación al rock? En alguna entrevista, hablaban de un dicho que les hacía gracia que habían escuchado “Tenés menos rock que Eruca Sativa”.
L.B.: -Todo lo que se espera de la gente que hace rock es descontrol, exceso, y nosotros nunca fuimos eso.
B.M.: -No nos preocupa demasiado el estereotipo o el género: nos gusta la música. Y tampoco nunca nos interesó vender nada con eso. Es un estereotipo de rockero medio antiguo.
L.B.: -Y muy machista, porque ese tipo de visión no incluye nunca a la mujer como protagonista de esa escena, sino como algo que se acopla. Una mujer nunca podría ser una protagonista como Pappo o como el Pity Álvarez porque no da ese perfil. A nosotras ese rock no nos identifica.
-Ese imaginario del rock parecería responder a una etiqueta un poco perimida. ¿Qué es el rock en 2019?
G.P.: -En algún momento se asoció eso con el rock, pero no era eso TODO el rock. Siempre existió otro costado mucho más interesante. Lo de los excesos es una parte, nada más. Nadie asocia la genialidad con el rock y para mí el rock argentino tiene una gran característica que es esa genialidad que tuvo desde que arrancó. Con emblemas como Charly García, que han dado tanto más que sólo excesos.
L.B.: -Con el rock se trata de ciclos. Están siempre dudando de su supervivencia y siempre está volviendo. Siempre aparece un salvador: Kurt Cobain, Jack White… ¿Cuántas veces se dijo que el rock se murió?