Desde Madrid
El cuerpo del semidiós se desploma sobre la cancha dura y las emociones aparecen a flor de piel. El estadio central de la Caja Mágica, ese complejo enmarañado en el que lleva días enteros ubicarse, se rinde a los pies del hombre que lleva varios años devenido en mito.
La leyenda de Rafael Nadal parece de nunca acabar. Al contrario, cada día se vuelve más grande. Esta vez, además, no dejó dudas de su condición de fuera de serie. Ocho partidos, cinco singles y tres dobles, ocho victorias. Una actuación sin igual para oficiar de punta de lanza en el triunfo ante Canadá y darle a España su sexta Copa Davis, en la primera edición con el formato renovado.
¿Su gran aliado? El servicio. Acaso Rafa jamás en su carrera haya sacado de esta forma. En sus cinco partidos de singles nadie le quebró el servicio y apenas otorgó tres oportunidades para hacerlo.
"La Copa Davis es un torneo singular. Empecé de muy joven, con 17 años, y hay dos formas de entender el hecho de jugar por tu país: sentís la presión por jugar no sólo por uno o, como es mi caso, tenés la habilidad de transformar toda esa presión en algo positivo para congeniar con el equipo y con el público”, analizó Nadal, que no pierde un partido por la Davis desde 2005.
Roberto Bautista Agut, el ejemplo humano de esta copa, había abandonado la concentración del equipo español para despedir a su padre, fallecido el viernes. Regresó con el corazón en la mano y se convirtió en una opción para el capitán Sergi Bruguera. El 9° del planeta abrió la final de este domingo con un triunfo 7-6 (3) y 6-3 ante el joven Félix Auger Aliassime y despertó la conmoción de las 12 mil almas que colmaron el recinto. Nadal, el jugador franquicia de la reestructurada Davis de Gerard Piqué, propició el golpe de gracia tras derrotar 6-3 y 7-6 (7) a un valiente Denis Shapovalov y desató la locura.
El número uno fue quien empujó a España durante toda la semana. Este nuevo formato de juego ofrece, a diferencia del tradicional, la cualidad de que un solo jugador pueda mantener con vida a todo su equipo con el correr de los días. El peligro estuvo siempre cerca pero Rafa, bien a su estilo, se erigió como su peor enemigo: salvó a sus compañeros ante Argentina en cuartos de final y también con Gran Bretaña en semifinales.
"Necesitábamos una Copa del Mundo que reuniera a los mejores en una ciudad durante una sola semana y creo que lo logramos. Habría que analizar el tema de los horarios, porque nos hemos ido demasiado tarde los días anteriores, y ver si podemos arañar un día más", detalló el ganador de cinco ensaladeras de plata.
Una semana parece poco. Tres estadios, por caso, también. Todo se superpone, el primer turno comienza tarde y así se demora el resto de la jornada. Quizá habría que modificar, además, el sistema de clasificación a cuartos de final. Argentina configuró el ejemplo más genuino del caos: tras el cierre de la fase de grupos costó bastante tiempo entender que había entrado como uno de los mejores segundos. A lo mejor sería más racional que fueran 16 países divididos en cuatro zonas, con dos clasificados por cada una.
Serán varias las deudas que saldar, al cabo, pero el formato promete encontrar un rumbo en los años venideros. La próxima edición será en Madrid, la siguiente, quién sabe. Lo cierto es que Nadal y España reescribieron la historia una vez más y le dieron el primer impulso a una nueva era.