El futuro es incierto. El panorama, desolador. La vuelta a las canchas de Juan Martín Del Potro asoma cada vez más lejana: aunque nada es más importante que su salud, no existe una fecha tentativa para su regreso ni se conoce nada al respecto. La demora en la rehabilitación tras la cirugía de rótula derecha se extendió más de lo previsto y el tandilense, operado en junio, todavía siente dolor en la zona.
Del Potro no actuará en el Abierto de Australia, torneo en el que se había anotado con ranking protegido y que inicia el lunes 20 de enero. Aunque no haya nada oficial, está claro que no estará en el primer Grand Slam de la temporada, sobre todo porque aún sigue sin comenzar con los trabajos de preparación.
Por el momento sigue sin entrenarse: nada de raqueta en mano y cero físico. Y nadie tiene noticias sobre una eventual fecha para empezar las prácticas, ni siquiera la gente que suele asistirlo durante las pretemporadas en el hotel Posta Natural de Tandil. Por el contrario, la cabeza del ex número tres del mundo está puesta en la recuperación.
Los dolores son tan persistentes que hasta volvió a surgir en las últimas semanas la posibilidad de una nueva operación, una opción clara que Del Potro buscará evitar bajo todo punto de vista. Es por eso busca soluciones sin descanso. Los primeros días de enero estuvo en Quequén y en Necochea, zona en la que suele veranear el experto en ortopedia y traumatología Guillermo Arce, a quien le acercó los estudios para barajar otras alternativas. Esta última semana, además, viajó a Buenos Aires para hacer una consulta con otro médico en busca de otra mirada.
En ese contexto, ya serían cuatro los profesionales que lo atendieron desde que sufriera la fractura en octubre de 2018. Apenas producida la lesión encaró un tratamiento con Jorge Batista, el especialista de Boca Juniors, y a mediados del año pasado ingresó al quirófano en Barcelona con Ángel Ruiz Cotorro, el hombre de confianza de Rafael Nadal.
Precisamente fue Cotorro quien le sugirió ahora terminar de recuperarse en aquella ciudad, una propuesta que no sólo fue rechazada sino que también generó una contraoferta: Del Potro le pidió al médico español que viniera a la Argentina, una medida que no se concretó y llevó al jugador a realizar las últimas interconsultas.
Con el Abierto de Australia descartado, Delray Beach emergía como la primera parada para afrontar el regreso a los courts, aunque resulta improbable dado que los dolores todavía lo aquejan y, por consiguiente, no se espera que pueda comenzar pronto con los trabajos fuertes de pretemporada. El torneo que se disputa en el Condado de Palm Beach, sin embargo, todavía promociona la venta de localidades con la presencia de Del Potro en la jornada nocturna del 18 de febrero. Y esa situación tiene un fundamento: se sabe que una porción de las garantías, como se conoce al dinero extra que invierten ciertos organizadores para contar con figuras rutilantes, se cobra a cambio de la imagen previa para publicitar el certamen.
Del Potro tiene otra prueba difícil por delante después de un año en el que tuvo muy poca actividad. Apenas disputó doce partidos, con un registro de ocho triunfos y cuatro derrotas. Había encontrado continuidad en la gira europea de polvo de ladrillo pero luego se resintió de la lesión en el césped de Queen’s: sufrió un resbalón y debió pasar por el quirófano. Intentó volver en octubre, en Estocolmo y Viena, y después jugar la exhibición con Roger Federer en Parque Roca, pero las molestias no se lo permitieron.
La incertidumbre, por el momento, es mayor que las certezas. Nadie sabe a ciencia cierta si Del Potro piensa en el retiro, como alguna vez admitió luego de las tres operaciones en la muñeca izquierda. Las dudas se apoderaron una vez más de la realidad y el tandilense, un especialista en regresos heroicos, tendrá que recobrar la fuerza necesaria para dejar atrás otra pesadilla.