Desde que el coronavirus aterrizó en el planeta y paralizó a la humanidad todo se convirtió en una paradoja: el mundo está frenado, sí, pero todo parece suceder tan rápido que es necesario ejercitar la memoria para analizar los hechos más recientes. De un día para el otro dejamos de hablar de tenis: atrás quedaron el inicio galopante de Novak Djokovic, la recuperación de Roger Federer o el apetito insaciable de Rafael Nadal en la pelea por la historia.
La incertidumbre se adueñó de la escena y nadie sabe cómo continuará el circuito. Y hay un interrogante recurrente: ¿quién gana y quién pierde con este parate? La única verdad quedará plasmada una vez superada la pandemia, pero es posible barajar algunas reflexiones.
Campeón de la nueva ATP Cup y del Abierto de Australia, Djokovic había deslizado entre risas que el objetivo del año era terminar invicto. ¿Acaso alguien podía imaginar, semanas después, que no parece ninguna locura? El serbio venía con un impulso sorprendente: 18 partidos, 18 victorias. Si el circuito no se hubiera frenado y el horizonte no fuera tan incierto, no habría sido descabellado imaginarlo mucho más cerca de Nadal y Federer en cantidad de títulos de Grand Slam. Es un análisis contrafáctico, claro, pero sí se puede colocar al ganador de 17 majors en la lista de los posibles "perjudicados".
El propio Nadal bien podría compartir esa franja con el número uno del mundo. "Pienso que es un año perdido, no creo que volvamos a jugar en 2020", había dicho el español a principios de mes. Más allá del escepticismo explícito, quizá hasta haya perdido una oportunidad única: esta semana debió haber empezado Roland Garros y Rafa, campeón doce veces y máximo favorito, necesita una corona de Grand Slam para igualar la línea de Federer, el más ganador de todos los tiempos. Nunca antes había estado tan cerca del suizo en esa batalla por la posteridad.
El optimismo rebalsa por parte de la Federación de Francia: el presidente Bernard Giudicelli volvió a confirmar que el torneo se jugará del 20 de septiembre al 4 de octubre, incluso con menor cantidad de público. En el mejor de los casos, si el segundo Slam del año se hiciera, sería distinto no sólo por el cambio de fecha sino por la cercanía con el US Open, que por el momento no se canceló y terminaría el 13 de septiembre -la USTA lo define a mediados de junio-.
Nadal y Djokovic, en ese contexto, ya volvieron a entrenarse. El español lo hizo en su academia en Mallorca y el serbio, en Marbella. Ambos necesitaban moverse, sentirse activos. La diferencia con Federer, por caso, es radical. El suizo se recupera de una artroscopía -se operó la rodilla derecha a fines de febrero, pocos días antes de la suspensión total- y sigue sin regresar a las prácticas. La explicación es sencilla: no consigue vislumbrar una vuelta del tenis a mediano plazo. Su entrenador Severin Luthi fue claro: "Roger viene de una cirugía y no es necesario que se entrene en este momento".
A punto de cumplir 39 años, el ex número uno podría ser uno de los "ganadores" en pleno coronavirus: afrontó su recuperación mientras nadie más pudo jugar y alejó, de forma involuntaria, la posibilidad de que alguno de los aspirantes pudiera alcanzar su marca en los Grand Slams. El alemán Alexander Zverev, sin embargo, sostuvo semanas atrás que los tres grandes saldrán fortalecidos: "Los veteranos volverán mejor. Tienen interiorizadas las rutinas, saben qué es mejor y van a estar muy frescos a nivel físico y mental cuando regresemos".
Hay dos argentinos que, de cierta forma, podrían salir "favorecidos". Uno es Juan Martín Del Potro. Operado en Miami a fines de enero por la fractura de la rótula derecha, el tandilense atraviesa un parate similar al de Federer, dado que se recupera de la cirugía mientras nadie más juega. El otro es Nicolás Kicker, cuya sanción por arreglo de partidos fue reducida en marzo: el jugador de Merlo podrá volver cuatro meses antes, en enero de 2021, y cumple la última parte de la suspensión con el circuito parado y los demás jugadores inactivos. Habrá que esperar varios meses, cuando todos puedan empuñar una raqueta en cada rincón del planeta, para comprobar quién ganó y quién perdió con esta pandemia.