Más allá de la moda a que son afectos los gobiernos según los climas globales respecto de las energías, nuestro Instituto viene bregando desde hace varios años por la introducción de las energías renovables en la matriz energética de manera seria y sustentable. Lo ha venido haciendo a partir de reconocer las falencias de la matriz actual, dependiente de los hidrocarburos, y de la necesidad de aprovechar recursos naturales abundantes que alientan una mayor participación de otras fuentes, con una especial y particular énfasis en la participación de la industria nacional, de su fomento y del estímulo al desarrollo tecnológico.
Pero esto no es lo que se aprecia en el programa actual de promoción y subsidio de energías renovables. Con la misma rapidez para implementarlo que se observó, en otra época, en la privatización de los servicios públicos, se ha lanzado un conjunto de licitaciones de energía eólica y solar, principalmente, cuyos precios ofertados alimentan una euforia injustificada. Con importantes inconsistencias en la presentación pública de los valores obtenidos, con precios ocultos y beneficios de todo orden en carácter de exenciones impositivas y de otro tipo, estos proyectos hacen pensar en improvisación o en el interés por negocios financieros más que energéticos. De hecho, se llegó a hablar hasta de la existencia de acuerdos de reventa de proyectos ganadores.
El programa se ha centrado en obtener inversiones extranjeras, dejando en la indiferencia y postergación a la provisión local y la industria nacional incipiente, sin planes para su desarrollo. La consecuencia es que el 92 por ciento fue adjudicado a firmas de origen extranjero: 47 por ciento son chinas, 29 por ciento españolas y un 16 por ciento de otros países, con apenas un 8 por ciento para capitales nacionales. Por ello, la mayoría de los insumos y equipos será importado, con la consiguiente sangría de divisas.
Para obtener sus objetivos, el programa ha instituido un sistema de subsidios y exenciones que encarece el precio real por MWh de estas energías: no es el que se ha publicado alegremente como si fuera un éxito importante. El precio promedio de las ofertas eólicas de la primera ronda, es, según lo publicado, de 58 U$/MWh. Y para la solar, 60 dólares el MWh. Para llegar al precio real se requiere, en primer lugar, sumarles a esos montos la indexación anual en dólares del 1,7 por ciento, prevista en los pliegos, que en los 20 años de los contratos implica un costo adicional del 40% (¡en dólares!) sobre aquella oferta inicial.
Asimismo, el costo económico de estas modalidades renovables tiene que considerar las exenciones impositivas y arancelarias y otros beneficios adicionales que impone la ley promocional, con lo cual según cálculos de nuestros equipos técnicos, el costo total de cada MWh en la primera ronda del programa es: 148 dólares en eólica; 225 en solar, y 330 en biomasa, que en la segunda ronda se reducen a 121 dólares en eólica y 179 en la solar, considerando un período de un año y medio. Estos números deben considerarse frente al costo promedio de la energía eléctrica nacional que ronda los 75 dólares, basada principalmente en hidrocarburos, hidroelectricidad y de origen nuclear.
Al promover las renovables, siguiendo la necesidad de cambiar nuestra matriz energética, el país hace un importante sacrificio, que finalmente recaerá en la tarifa eléctrica a los usuarios, como ya ha ocurrido con el precio estímulo a los productores de gas. Por lo tanto, se hace necesario un programa que compense ese esfuerzo, a través del desarrollo industrial vinculado a los componentes eólicos, solares y otros. Nada de esto ha ocurrido, sino que el programa actual preanuncia la continuidad del modelo e incluso su intensificación en línea con lo expresado.
Este programa posee elementos perjudiciales para el conjunto de la economía nacional y para el equilibrio de su balanza fiscal, al tiempo que agrava el conflicto social desatado con el ritmo y contenido de los ajustes tarifarios energéticos. La ansiedad por inversiones a cualquier precio es mala consejera para obtenerlas con sustentabilidad, y las señales de precio obtenidas en este tema no ayudan a ello apenas se observe su real costo. La ausencia de un plan energético nacional sustentable, como parte de un proyecto de país, con valores de energía en dólares por encima de la media mundial, incluso en las experiencias cercanas de renovables, crean un marco conflictivo para las inversiones productivas tanto de origen interno como externo. Por eso consideramos que este programa de energías renovables no contiene el carácter deseable de sustentabilidad para su progreso y desarrollo.
* Integrante del Instituto de Energía Scalabrini Ortiz (IESO).