Manuel acaba de enviudar: su marido, Alvaro Muñoz de Avila, murió en su auto. Fue un accidente. Eso le dicen. La noticia irrumpe brutal, como la manera de tocar el timbre de los policías que le dan la noticia, en su mañana madrileña, en su casa, cuando disfrutaba de tener casi lista la novela que estaba escribiendo, de saber que faltaban apenas dos semanas de trabajo. Pero Alvaro está muerto, la vida que construyeron juntos se desmorona, eran un matrimonio de casi quince años, y la novela a la que le faltan dos semanas no se va a terminar nunca. Manuel tiene que viajar a Galicia, ahí está el cuerpo de Alvaro. Y ahí empiezan las peripecias: se suponía que estaba en Barcelona. Segundo golpe, luego de la noticia de la muerte. Y los golpes se van a sumar hasta hacerse paliza. Cuando llegue al pueblito donde su pareja será velado y enterrado, se va a enterar de que ahí vivía su familia, la de Alvaro. De que Alvaro era marqués y miembro de una familia horrible, centro de la vida del pueblito desde hacía siglos, de esa gente poderosa que puede hacer cualquier cosa porque todo el pueblo les reconoce el poder y porque ellos, los poderosos, son capaces de todo, como una ilustración bestial de La dialéctica del amo y el esclavo. Y cualquier cosa es eso, posta, cualquiera.
De esto, y unas cuantas cosas más, se trata Todo esto te daré, la novela de Dolores Redondo que ganó el último Premio Planeta, dotado de 600 mil euros. Igual, a Dolores ya le iba bien: sus novelas anteriores, la Trilogía de Baztán, editadas por Destino, un sello de, sí, Planeta, se vendieron muchísimo, se están llevando al cine, hace seis semanas se estrenó en Madrid la primera de las tres películas y sigue en cartel. En fin, una autora de best sellers de verdad, ese “género específico: el libro, generalmente en forma de novela, hecho con vistas al consumo de un público inmediato”, como los caracterizó César Aira en un artículo sobre el tema publicado en La Nación en 2003. Y no se vea en esta intención, ni en la intención de comunicar, de decir lo que se quiere decir, ni en la de atrapar en una buena intriga, ningún cinismo, es una idea más de lo que puede ser una novela. En el caso de Todo esto te daré, es parecido a sumergirse en una miniserie policial. Quiero decir que uno puede pasarse unos cuantos días queriendo saber quién es el asesino. Y que la novela va a darle una vuelta de rosca y otra y otra: el asesino va a ser el menos pensado.
Otra cosa que Aira encuentra en los best sellers es la “sinceridad”: “los usos directos y veraces de la palabra, el transcurso utilitario del verbo en la sociedad: aquí confluyen los ‘Buenos días’, ‘Te amo’, ‘Paso a buscarte a las ocho’, y el best seller”. Y Redondo, que está esta semana en Buenos Aires como parte de la gira de promoción de su libro, tiene ganas de decir mucho. Por ejemplo, de los matrimonios estables, iguales a los matrimonios tradicionales, que los homosexuales podemos tener, y muchos tienen, desde que en muchos países se legalizó la posibilidad: “Creo que la mayoría de las novelas que tocan la homosexualidad la tocan desde dos ángulos: el momento de descubrir la propia sexualidad, que siempre es presentado como tormentoso para el que lo vive, y el momento de comunicárselo al mundo, de plantarse con su identidad ante todos. Creo que faltaba la perspectiva de las parejas que llevan los años que habían convivido antes más los diez años que llevan casados desde que se legalizó el matrimonio para todo el mundo. Son parejas absolutamente estables que tienen las mismas vidas aburridas de todo el mundo, que quién saca el perro, que quién saca la basura, de haz la compra, que dónde pasamos Navidad, si en la casa de mi mamá o en la de la tuya, bueno, pues, hay una vida cotidiana con todo lo bueno y lo malo de la vida normalizada y había que contarlo también desde esta perspectiva. Sobre todo porque como desde la primera página Alvaro ha muerto, lo que quería es que la gente se abriese a entender que somos iguales ante el dolor, que da lo mismo enviudar de un hombre que enviudar de una mujer. Y lo he conseguido. Por ejemplo, se me acercó un hombre que me dijo que se había sentido muy identificado con Manuel porque cuando murió su mujer se enteró de todo un aspecto de la vida de ella que no conocía. Esa era mi intención: que se identificara aunque él había perdido a una mujer y Manuel a un hombre. Y luego, también, literariamente supone una trampa para el lector: incluso el que se cree más libre de prejuicios, cuando lee la contratapa del libro que dice Manuel enviuda de un hombre y que se entera de que tenía una doble vida y que Alvaro ha ocultado a su familia que estaba casado y le ha ocultado su familia a su marido, pasa a creer automáticamente que se debe a su homosexualidad. Y se debe a la codicia de la familia. Es una novela sobre codicia, codicia pura y dura que está bastante por encima de cualquier tipo de prejuicio; ‘Poderoso caballero es Don Dinero’ y hay gente que se pliega ante él por encima de todo. No hay racismo, no hay clasismo, no hay homofobia: a muchísima gente sus prejuicios se le compran con dinero.”
De ahí el título de la novela, del versículo del evangelio: “Todo esto te daré si te postras y me adoras”, eso que, luego de llevarlo a una montaña para mostrarle la magnitud del “todo”, le ofrece Satanás a Jesús. Y Jesús lo rechaza, claro. Pero los Muñoz de Avila no y de eso se va a tratar la novela, mucho más que del matrimonio gay.
Respecto de su relación con el mundo homosexual, Redondo cuenta que la suya es “pues la de todo el mundo, muchos amigos, todos tenemos amigos que son gays o lesbianas, tengo dos primitas que son lesbianas, chicos gays no tenemos en la familia”. Y no cree haber ganado ni perdido lectores por haber puesto personajes homosexuales, ya lo había hecho en “la Trilogía de Baztán, la protagonista tiene un compañero que no se tuerce nunca, que le es muy leal, que la ayuda muchísimo en sus procesos de confusión. Hay dos homosexuales en la comisaría, este chico que es abiertamente gay, que fluye súper bien, que es un gran profesional, el policía más formado. Y luego hay otro que está en el armario todavía. Y este tipo mantiene una relación con una mujer, para sostener su imagen ante sus compañeros, algunos muy de la vieja escuela, y otra con un hombre. Esto le genera muchísimos problemas con sus compañeros porque está muy cabreado, está sufriendo”. Lo que sí le hizo ganar lectores fue el Premio Planeta, dice. Y está un poco sorprendida: “Como institución, Planeta, bueno, es de la vieja escuela. Entonces me ha dado dudas si iban a premiar una novela con personajes homosexuales, aunque la homosexualidad aquí no es el tema central, está completamente normalizada”. Le cuento que Planeta ya premió por lo menos otra novela, muy buena, con personajes homosexuales, Plata Quemada, de Ricardo Piglia, un premio controvertido que le costó varios juicios a Piglia y a Planeta. Cuenta la historia de una pareja, en la cama y en el crimen, de varones. No le interesa especialmente el antecedente y sigue con lo de los gays enclosetados y con lo que se oculta en general y me cuenta un mito vasco precioso que también está en Todo esto te daré y que tiene que ver con un montón de negaciones de los personajes, también la de ocultar la propia sexualidad. “Lo que entregas al no”, se llama el mito, “Si te preguntan, ¿cuántos terneros tienes? Y dices dos y tienes cinco, se te morirán tres terneros. Y si te preguntan por la cosecha y dices regular y fue buena, se te pudrirá media cosecha. Lo que le das al no se lo come al mal”.
La investigación, en la novela, la llevan tres tipos que terminan siendo muy amigos: un policía bien bestia y bien heterosexual, Nogueira, un cura casto, Lucas, y Manuel, el escritor y viudo gay. “Los tres tienen prejuicios unos contra otros. Nogueira me encanta, me encantan los personajes más duros porque no creo en el blanco y el negro, creo que los grises. Malo, cruel absoluto de manera natural no se nace, siempre pienso que algo le tiene que haber pasado. Eso no le justifica el comportamiento, claro”.
Horrible, en la novela, es la familia de nobles. “Sí, pero debo decir que podrían haber sido una familia de banqueros o de industriales. Elegí nobles para darle lugar a la importancia del apellido, aunque no solo a ellos les importa, claro. Pero quería hacer un juego con esto: Alvaro hereda un título pero más bien hereda una obligación. Tiene que aceptarlo porque son unos patanes todos, no tienen sesera para seguir adelante, son unos inútiles, nunca han trabajado en su vida, y su madre está vieja y su cuñada embarazada y recién ha muerto su hermano”. La codicia de los patanes, la de los más ricos, va a desatar todo el desastre, como pasa también fuera de cualquier novela.