La señal exacta de que el proyecto de La Nuestra está vivo, crece y se diversifica, a través de 10 años de territorio en la villa 31 de Retiro, se huele sobre las brasas. Es la una del mediodía y se arma ranchada alrededor de la parrilla. Sobre los carbones se cuece la pintura de la diversidad policlasista: choris, patis de carne y hamburguesas vegetarianas. Birra, mate, paté de berenjena, sanguchito con lechuga roja. El pichicho parrillero espera el chori posta. Mónica Santino y sus compañeras celebran diez años de trabajo en la histórica cancha del cura Carlos Mugica, ahora conocida en el barrio como “la cancha de las mujeres”. Un trabajo que comenzó y sigue con las raíces afirmadas en el barrio, y que se amplía a través de torneos de fútbol en la villa y fuera de ella, con la Asociación de Clubes Metropolitanos, y con el proyecto de llevar a la academia la temática del empoderamiento a través del deporte.
El proyecto de empoderamiento de las mujeres a través del deporte incluye el fortalecimiento de la solidaridad a través del trabajo en equipo en cancha. Mónica Santino sostiene que “capaz el fútbol siempre fue feminista y no lo supo, y nosotras lo estamos descubriendo”. ¿Por qué trabajar feminismo en la Villa 31? Mónica Santino es una profe y DT de fútbol surgida de los sectores populares, incluso en la militancia lgbt (iniciada en la CHA, Comunidad Homosexual Argentina, en 1989) siempre hizo ese corte de clase y se sentía incómoda trabajando con la clase media acomodada. El de la villa 31 no es su primer trabajo territorial. Por otro lado, hoy advierte que las mujeres y las lesbianas de los sectores medios también tienen sed de empoderamiento a través del fútbol. Y esa sed se canaliza a través de otras experiencias y equipos de fútbol femenino.
“La Nuestra no es una organización de lesbianas, pero yo no me escondo. Fui lesbiana pública toda la vida. Cuando hablamos de cuerpo, resulta claro que ponemos en tensión lo masculino y lo femenino”, dice Mónica. Cuando en La Nuestra se habla de fútbol femenino, lo que se observa desde afuera es que no se pretende una manera “femenina” especial de jugar al fútbol. Se juega al fútbol y se les disputa el espacio físico y simbólico a los varones, que en algunas regiones del planeta se apropiaron de un deporte que puede jugar cualquiera. A la manera del feminismo de la igualdad, el universal es la posibilidad de todos, todas y todxs de jugar al fútbol, de poner en juego el cuerpo estableciendo estrategias, colaborando, superando la norma de que cada quien debe hacer las cosas “correspondientes a su sexo”.
La Nuestra trabaja en la prevención de noviazgos violentos. Ya no se ven cochecitos de bebé alrededor de la cancha y las mamás de esxs chicxs no se pierden un entrenamiento. Los varones se quedan al cuidado de lxs niñxs pequeñxs.
“En todos los deportes hay lesbianas, y en La Nuestra también. No tuvimos episodios de discriminación en ese sentido, excepto uno en 2009. Al equipo venía a jugar una piba que no era de la 31. Todavía no teníamos alambrado y muchos varones se sentaban sobre unas piedras a vernos jugar. Una pelota le pega en la entrepierna a la piba y uno de estos varones le grita: ‘Cuidado que te pegó en los huevos’. A la chica se le llenaron los ojos de lágrimas. Y estaba en un momento muy complejo, recién empezaba a salir con su primera novia. Dimos vuelta la situación gritándole al tipo entre todas: ‘Forro, pelotudo’. El chabón se calló la boca, pero se quedó mirando el partido igual. Creo que hoy no se animarían. Somos más poderosas”, cuenta Mónica Santino.
En el proceso de construcción del espacio se dio un ensamble entre La Nuestra y el grupo feminista Cocoín (Comunidad de Conchudas Insurgentes). Los temas específicos de La Nuestra son los relativos al entrenamiento, mientras que Cocoín se ocupa del taller feminista, de analizar las cuestiones de funcionamiento grupal y organizar la participación en el Encuentro Nacional de Mujeres. Los temas compartidos son los atinentes a la diversidad sexual, los conflictos en cancha, la fabricación de banderas y la organización de torneos y viajes. Los talleres cuentan con espacios diferenciados para las Nuestras mayores y para las más chicas.
Las que lo desean pueden participar de actividades de autodefensa feminista que se organizan por fuera de La Nuestra-Cocoín, a través del grupo A Mansalva, que funciona fuera de la villa 31.
Las más chiquitas aprenden de las más grandes a no dejarse avasallar por varones en los entrenamientos. Eventualmente pueden ingresar niños varones a la cancha mientras entrena La Nuestra.
PELIGRO EN EL ÁREA
Una sola sombra sobrevuela el festejo de los 10 años de La Nuestra: el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires planea cerrar de un plumazo todos los espacios públicos de la villa 31 para refaccionarlos. Entre ellos, la cancha de las mujeres. Se prevé que los espacios estén cerrados de 4 a 6 meses.
La Nuestra ya carga con la experiencia del cierre del Galpón comunitario de la Villa 31, centro de actividades sociales y deportivas del barrio, cerrado desde diciembre por refacciones. Prometieron abrirlo en marzo, ya despunta mayo y ni noticias. Mientras tanto, La Nuestra deambula por distintos lugares para guardar los elementos de entrenamiento y realizar sus reuniones feministas y de organización. Van como nómadas de casa en casa con conos, pelotas, botines, camisetas, perdiendo algunos elementos por el camino. Las reuniones las realizan en una unidad básica donde el Movimiento Evita les presta un espacio y otras veces en un restorán peruano. No existe riesgo de diáspora, pero el cierre de la cancha histórica puede complicar las cosas.
El festejo de cumpleaños incluye feria de remeras y botines de fútbol, radio abierta, rifa de pelotas y un torneo el que se inscribieron varios equipos. Cumbia y reggaetón. La cancha de alfombra sintética no descansa. El equipo de Las Pingüinas –camiseta turquesa con la cara de Cristina– logra dar vuelta el resultado ignominioso de la mañana temprano (0–8). Consiguen revertirlo a través de un cambio de estrategia (3–0). Es que Las Pingüinas es un equipo de fútbol 5, sin mucha experiencia en cancha grande. En un campo tan grande hay que pensar en otro tipo de marcas y estrategias, pasar de la marca personal a marcar en zona.
No es un tema menor la posibilidad de jugar en un terreno con dimensiones profesionales. Ahora que van a cerrar el histórico espacio del cura Mugica, el gobierno de la Ciudad ofrece enviar a La Nuestra a jugar en canchas de fútbol 5 alquiladas cerca de las estaciones de tren. Imposible movilizar a todas las jugadoras, en especial a las más pequeñas. El 90 por ciento de las jugadoras de La Nuestra son niñas y adolescentes. A La Nuestra se puede ingresar a partir de los 6 años.
Lo mejor sería conseguir que les presten la cancha del colegio privado de la villa, ubicada a dos cuadras de la cancha de las mujeres. Pero las tratativas no son sencillas.
Otra mala noticia es que el proyecto de remodelación achicará la cancha para ensanchar las calles que la circundan. Y también hay una idea de convertirla en campo multideportes: fútbol, hockey y básquet, con lo que el fútbol femenino perderá espacio y la cancha, su identidad.
Si bien hay preocupación a partir de las obras en la Villa 31 y los cierres de espacios, incluido el de la feria de la que obtienen sustento muchxs habitantes, La Nuestra no renuncia a la alegría como motor de transformación. “Las pibas te enseñan todo el tiempo. Una no viene acá a hacer caridad o a sentirse mejor que ellas. Este barrio es vitalidad absoluta, no podés irte deprimida de acá. Lo que te rebela es la injusticia. Para alguien de clase media por ahí es difícil palpar esas situaciones y no encontrar capacidad de respuesta. Pero la militancia es una cuestión alegre. Y lo mejor es que en este tipo de militancia descubrís que siempre necesitás de una compañera para avanzar. Lo importante es la construcción colectiva”, sintetiza Mónica Santino.
Por eso, la idea es continuar con los festejos por los 10 años. Y luchar para que la cancha siga siendo como de las mujeres y como las profesionales merecen.