Natalia Lafourcade toma una fotografía (impresa, ¡qué antigüedad!) que tiene apartada a un costado y la acerca a la cámara de la computadora: “Mira: esta foto me la regaló mi mamá que está escribiendo una biografía de su vida y mi vida. Aquí yo tenía 10 años y fue la primera vez que pisé un escenario. Y fue cantando con un mariachi atrás”. La imagen, algo amarillenta, muestra a la pequeña Natalia, de poncho, micrófono en una mano, el otro brazo en alto y en el rostro el gesto de quien está cantando desde lo más profundo de su corazón. A su espalda, guitarrón, guitarra y dos trompetas mariachis. La artista devuelve la fotografía a su lugar, se recuesta sobre el respaldo de la silla y el cuadro del Zoom desde donde realiza la entrevista con Página/12 muestra una imagen luminosa, granulada y espesa por el sol que se mete entre las cortinas blancas, que trae a la cabeza el tipo de luz que se usa en el cine y las series para esos flashbacks a momentos felices que ya nunca van a volver. Pero no es ningún recuerdo: es 2021 y la cantante, compositora, intérprete y productora está pletórica, en pleno proceso de promoción del Volumen 2 de Un canto por México, que sale a la luz hoy, 28 de mayo.

La historia de este disco empezó en septiembre de 2017, cuando el terremoto de Puebla destruyó el Centro de Documentación del Son Jarocho en Jáltipan de Morelos, Veracruz. Enterada de la gravísima situación que estaba atravesando el Centro, la artista decidió colaborar en la recaudación de fondos para poder rescatar lo que había sobrevivido y volver a poner en funcionamiento el espacio. El 4 de noviembre de 2019, Natalia Lafourcade y un extenso grupo de artistas ofrecieron un concierto en el Auditorio Nacional de Ciudad de México, en el que recorrieron las músicas mexicanas de ayer y de hoy ante un público de 10 mil asistentes, cuyas ganancias fueron destinadas íntegramente a las obras de reconstrucción. Un canto por México es el resultado de la preparación de ese show. El volumen I de esta producción, editado el año pasado, le valió a la cantante Grammys (latino y de los otros).

No es la primera vez que la mexicana se mete con folklores de la región. Desde hace ya varios discos que la artista emprendió una misión de rescate y puesta en presente de músicas tradicionales latinoamericanas: en Mujer divina, un homenaje a Agustín Lara, de 2012, versionó, junto a músicos entre los que se encuentran Adrián Dárgelos, Devendra Banhart, Lila Downs, Kevin Johansen y Emmanuel “Meme” del Real, obras del "Flaco de Oro”; en Musas, dos volúmenes de 2017 y 2018, recorrió hitos del folklore latinoamericano acompañada por Los Macorinos, dúo de guitarristas que secundara en otros tiempos a la gran Chavela Vargas. Finalmente, en Un canto por México I y II, reunió rancheras, sones jarochos, corridos y bolerazos en una lista que incluía tradicionales mexicanos, canciones originales de artistas contemporáneos y algunas composiciones de Lafourcade, reversionadas especialmente para la ocasión.

“La música tradicional o el folclor tienen una fuerza muy especial, muy mágica. Y siento que necesitaba conectar a eso. En un punto, me hacía falta. Había un vacío, un hueco. Cuando me acerco a esta música, me hace sentir feliz, coherente. La disfruto. Creo que me la debía. Mi vida dio muchas vueltas, tuve muchas influencias musicales, me enamoré del jazz, luego de la música brasileña, el blues, el soul. De todo. Pero de alguna manera, terminé volviendo al origen, y es como una metáfora de mi vida ahorita, porque crecí en Veracruz y, de repente, después de girar y girar y girar, dije quiero volver a mi tierra. En Veracruz estoy por fin en casa”, explica mientras refuerza la metáfora del pasado plasmado en el presente con su foto de niña y la propia imagen de un hoy que la deposita en ese lugar privilegiado para observar el ayer con ojos del mañana.

Traer las canciones al presente tuvo, para ella, mucho que ver con compartir con otros artistas la experiencia de hacer estas versiones. Este proyecto tiene un efecto comunitario. En este segundo volumen aparecen las voces de Rubén Blades, Mon Laferte, Caetano Veloso, Aida Cuevas y Jorge Drexler, entre otros. En ese sentido, esa puesta en presente es también una puesta en comunidad: “Con Un canto por México quería que se sintiera, que se viera el momento histórico que estamos viviendo, que estamos atravesando como humanidad. Quería que se escucharan los artistas que hoy en día estamos presentes con nuestros universos musicales. Para mí era muy importante que apareciera una personalidad como Aida Cuevas, una mujer que lleva en la historia de la música ranchera años, y que tiene una presencia brutal, pero que también podíamos tener una Mon Laferte, una artista tan importante de hoy en el mundo y que está conectando con las nuevas generaciones, o una Silvana Estrada, una artista emergente que viene picando piedra, abriendo su camino. Con una rapera como Mara Advertencia Lirika, que es oaxaqueña y representa la voz de su comunidad de mujeres que no habían podido decir lo que ella dice en su música y que gracias a su música, estamos viendo la voz de una cantidad de mujeres que necesitan ser escuchadas. ¡Y personalidades como Rubén Blades o Caetano Veloso! Cada artista es un regalo en este proyecto. Tenía que haber un poco de todo porque el concepto es ese: Un canto por México, todos en comunidad”.

-En el primer volumen de Un canto por México, las canciones hablan en un sentido más amplio de cuestiones sociales, y en el volumen 2 el foco está puesto en el amor. ¿Por qué tomaste esa decisión?

-Me encanta que lo hayas percibido de esa manera, porque no nos dimos cuenta. Creo que fue una cosa de la sensibilidad de todos, pero sin saberlo en el momento. Nosotros realmente tratamos de hacer una selección de canciones que fuera bastante equilibrada en el sentido de “bueno, tenemos tantos boleritos, tantas canciones fuertes, tal”. Que el disco se sintiera balanceado. Fue muy difícil. Y no nos dimos cuenta de que en el primer volumen teníamos mucha presencia masculina; no tenía ningún dueto con mujeres, los dejamos todos para el 2. No nos percatamos de que la presencia del amor y esa energía estaba tan intensamente representada en el volumen 2. Al final, los dos volúmenes se complementan, forman parte de una setlist de un concierto enorme, pero es muy interesante ver la fuerza y los matices de los dos contrastados, que sí: uno con una energía masculina brutal y en el otro todo el empoderamiento femenino a flor de piel. Hay una canción en este disco que se llama "Nada es verdad", que es una canción muy fuerte, que habla acerca de un sistema fallido, que nos han enseñado desde que estamos en la barriga de nuestras madres. Nos han plantado como humanidad una semilla que no es 100% verdadera, que al final llega un punto, cuando crecemos, que tenemos que buscar cuál es la verdad. Porque obviamente esto así no funciona. Entonces, hay que trabajar el autoconocimiento y hay que hacer cosas para uno poder estar bien y enfrentar el mundo, que es un desastre. Esa canción habla de eso, y tiene la fuerza del amor y de la esperanza. Este es un disco en el que mezclamos géneros musicales que tienen una historia, y unas raíces enormes y profundas. Ahí es cuando, en conversaciones, nos preguntamos "¿cuál es la verdad?". Pues, la verdad al final es el amor.

-“Nada es verdad” dice también “Todo es un sueño escrito por la sociedad”. De alguna manera es un manifiesto. ¿Las músicas tradicionales son el lugar en el que las sociedades dejan escritos esos sueños?

-Es que es eso, viene de ahí. De los círculos humanos, de nuestros tejidos sociales, los tejidos colectivos, de comunidad. Este proyecto a mí me ha permitido tener un panorama mucho más amplio que sólo mi mundo. Eso ha sido muy enriquecedor para mí y allí reside su riqueza, la que nos inspira a todos los que nos involucramos. La música es medicina: espero que pueda hacer su chambita donde tenga que hacerla y quién sabe los efectos que pueda producir. Pero sí, este disco sí termina comulgando en el espacio del amor.

-Y recorre diferentes formas que toma el amor: el amor de una madre por sus hijos, el amor romántico con sus maneras de amar tan particulares y prescritas, el amor empoderado en “La trenza”, de Mon Laferte, o el agregado que le hizo Mare Advertencia Lirika a “Tú sí sabes quererme”. ¿Cómo es hablar de amor en el siglo XXI?

-Pues, siento que hoy en día… (piensa). Siento que nos está tocando una época bien fuerte pero bien interesante, porque nos está confrontando. Porque, aunque a lo mejor quisiéramos escapar, no hay más. De una u otra manera, nos está orillando a vernos en el espejo, a decir "qué pasa con mi vida, quién soy". Percibo esta parte existencialista dentro del todo. Con todo lo que está pasando afuera, ¿dónde quedo yo? Entonces, de un tiempo para acá, pareciera que... ¡qué miedo el amor!, ¿no? Porque entonces, si yo amo, me puedo romper, me puedo quebrar por amar, por encontrarme con otra persona. Parecería que hay ciertas cosas, informaciones, que al saberlas nos da miedo abrir por completo. Y al mismo tiempo, hay cosas que nos orillan a amar, a abrirnos, a permitir el paso y darnos cuenta de que cuando das ese paso, la vida puede sostenerse de cosas más ligeras, más simples y alivianadas. Percibo que tal vez estamos en esa gran oportunidad de conectarnos mucho a eso más cercano que esas aspiraciones como lejanas que nos ponemos como seres humanos. Comenzando por el aquí y ahora de cómo estoy yo. Cultivar la generosidad hacia uno mismo primero. El vínculo con el respeto de la vida, que ha tomado otro sentido en estos últimos dos años, que de repente es la cosa más frágil. Nos damos cuenta ahora, ¡pero la vida es frágil desde siempre! ¡En todo momento! Todos estamos en un hilito y en cualquier momento se nos acaba. ¿Por qué no nos enseñan eso desde que somos chiquitos? ¿Por qué no nos permiten saberlo para que entonces valoremos las relaciones, la unidad, que podamos vernos dentro de un todo? Para que podamos construir desde otra perspectiva. Siento que hoy en día todo eso se nos está viniendo encima. Y al menos tener tantito de tiempo de meditación para decir "¿qué vamos a hacer?".

-Las últimas tres canciones del disco describen tres tipos de amor muy concretos: el prohibido, el correspondido, el pasado. Pero puestas así en relación casi que cuentan una historia. Como una trilogía de "amores que no hacen daño". ¿Fue a propósito ese orden o simplemente ocurrió?

-Es que ¿qué es el amor, no? ¿Por qué nos da miedo? ¿Por qué una cosa que es tan hermosa como el amor y que se manifiesta en todas las cosas nos provoca tanto terror? A mí me gustó mucho el giro que "Tú sí sabes quererme" tomó con Mare. Y con Rubén, cada uno hablando del amor desde una esquina diferente, cada uno poniendo su propuesta de amor. Lo que Mare dice es algo tan básico y simple como que el amor perfecto comienza por mí misma. Si yo no me conozco, ¿cómo saber quién me estima? ¡Obvio! ¡Claro!

-Es que el amor durante mucho tiempo fue presentado como algo que se sufre. Un padecimiento, una sumisión, sobre todo para las mujeres. ¿Qué opinás de algunas corrientes críticas que plantean una especie de cancelación de obras de otras épocas porque entienden que reproducen discursos misóginos o de violencia contra las mujeres? O de la decisión de algunos músicos que dejan de tocar sus propias canciones porque piensan que las letras hoy no se leen de la misma manera que hace veinte o treinta años.

-Este es un tiempo que nos está confrontando. Que nos hace detenernos y decir "¿Qué estoy haciendo, diciendo, aportando, transmitiendo a través de lo que hago? ¿Cómo afecta eso que hago?" ¡Cuestionarlo, al menos! Porque no es real que vas a hacer algo y no va a tener un efecto en aquel que lo reciba. Siento que muchos artistas estamos teniendo esta confrontación, este momento de preguntarnos "¿Cómo puedo colaborar yo?" Yo sí me di cuenta de que había muchos de estos aspectos que no los tenía a mano, no estaba poniendo atención. Sin embargo, en todo lo que he venido haciendo siempre ha tenido ese tinte de luz, que puede ser una canción muy triste, pero no quiero que sea una tristeza oscura. Siempre pensé ¿cómo traemos luz a este track? ¿Cómo lo hacemos positivo, dentro de lo que tenga que decir? Pero nunca había pensado en las batallas que tenemos a nivel de igualdad, equidad, violencia de género, de todos estos temas que tantas mujeres hemos vivido y que es realmente necesario poner sobre la mesa, porque es poniéndolo sobre la mesa que podemos decir "a mí me pasó lo mismo y lo tenía totalmente clausurado de mi memoria”, “yo tuve violencia en mi infancia" o "a mí también me hicieron esto o lo otro". Todas las mujeres que se están llenando de valentía para hablar de lo que durante años no se había hablado. Es un momento muy interesante, así que celebro que haya artistas que se pregunten cómo darle un giro a lo que dicen, a su música, para quitar ese tipo de frases o canciones que siguen fomentando todo esto de lo cual nos queremos deshacer. Es hacerse parte de un movimiento colectivo, general, universal. Todos tenemos que colaborar de alguna manera para que cambie nuestra percepción de la vida, el amor, la culpa.

-¿Cómo ves el lugar de las mujeres en la industria de la música actual?

-A mí me da mucho gusto que somos muchas mujeres haciendo muchas cosas increíbles. Me gusta mucho que nos estamos dando las manos unas a otras. Es un momento de mucha empatía, mucho darnos vuelta a mirar y decirnos que no tiene caso hacer las cosas solas. No tiene chiste en soledad. Entonces la pregunta que sigue inmediatamente es "¿cómo hacemos para poder generar esos espacios y ampliar los que ya existen?". En el caso de Un canto por México, por ejemplo, fue importante incluir artistas como Mare Advertencia Lirika o Silvana Estrada, artistas emergentes que ya tienen su público, su nicho, y lo tienen muy bien. Pero lo que hacen es tan importante, los mensajes que ellas tienen en su música son tan poderosos, ¡que otra gente tiene que escucharlos! Es eso: ceder nuestros lugares para darnos cuenta de que no se trata de ceder, porque nadie te va a quitar nada; es más bien compartir y generar espacios para que otras puedan abrir su lucidez y su conexión. Todo eso es información que nos tenemos que compartir, que tenemos que consumir colectivamente.

-En “La Malquerida” hablás de violencia de género, dedicaste “Un derecho a nacer” al movimiento estudiantil #YoSoy132 y en tu obra en general está presente tu compromiso con las causas que te interpelan. ¿Pensás que hay una responsabilidad de los artistas de hacer visibles en producción sus preocupaciones sociales o políticas?

-Siento que en el arte hay de todo y para todos. No es que porque seas un artista tienes que colaborar con el mensaje político y social, que es tu deber: son inquietudes. Pero, al mismo tiempo, en el arte, el contexto social y cultural nos afecta a los artistas, entonces terminamos haciendo cosas que de una u otra manera están vinculadas. Como han habido malqueridas en el mundo que las han desaparecido, las han matado, las han maltratado, que sus familias o sus padres les han dicho cosas desde que eran chiquitas y les han afectado sus vidas… no es una responsabilidad, pero es algo que está ahí. A lo mejor haces algo que no es directamente político, crítico, de protesta, pero igual está alterando, conectando ciertos hilos con el espectador de ese arte y algo hace click. Pero no sé si llamaría responsabilidad de un artista. Incluso, conmigo misma he tratado de no ponerme ese peso, de decir "yo hago música, hago canciones", pero a veces mi contexto me afecta y eso me hace escribir.