¿Ética de la educación o la educación como rehén político? ¿Quién tiene prioridad? ¿La educación es un valor superior a la vida? ¿Qué tan valiosa es la educación como para arriesgar vidas en su nombre? De un año escolar perdido se vuelve, nadie vuelve de la muerte. Ética es reflexión sobre la moral, ¿y moral?, costumbres, acciones u omisiones que persiguen objetivos valiosos considerados comunitariamente adecuados. La ética es del orden de lo conceptual o teórico. La moral tiene que ver con la práctica, la acción, el intercambio. Ética y moral suelen usarse como sinónimos.
¿La ética o la moral están relacionadas con la razón? Absolutamente. Sólo los seres racionales se manejan por principios morales (o inmorales). Pero no se le puede pedir moral a un felino. Los animales no humanos se manejan por instinto o adiestramiento. Son a-morales, carecen de responsabilidad ética. Los seres racionales que realizan acciones contrarias a los valores establecidos son inmorales. Se camuflan de “defensores de la educación” después de años de humillarla, descalificarla, despojarla de derechos, des-tecnificarla, cerrar establecimientos y escamoteársela a lxs pobres. Clases presenciales en conglomerados urbanos significa movilización de multitud de personas. ¿Burbujas?, solo una ilusión. Una carcajada siniestra propia de Guasón hollywoodense más que de gobernantes sólidos.
La razón es la clave de bóveda del edificio de la subjetividad. Un ánfora con dos azas: la reafirmación de la vida y el bien común. La derecha con poder jurisdiccional, en cambio, arriesga vidas ajenas y aboga por el bien privado de una minoría privilegiada. Utilizar la educación como rehén político obviamente está reñido con la ética, pero en este mundo del revés dos más uno no es igual a tres. Dicho de otra manera, la derecha dice priorizar la educación -esa es la parte del tapiz que le presenta a sus votantes- bajo el lema de lo irreversible que sería perder, aunque más no fuera, tres días de clases.
Personalmente he perdido catorce años de clases. ¡Catorce! Tendría que haber comenzado mi secundario a mis doce, no me permitieron estudiar. Comencé a cursar y rendir materias libres recién a mis veintiséis mientras trabajaba para mantenerme con mi hijo y mi hija. Aprobé un exigente examen de ingreso en la UBA (1969), me gradué y -varios años después- me doctoré. Sin mencionar siquiera cientos de escrituras de papers, treintena de libros, dirección de investigaciones, creación de revistas científicas, carreras de posgrado y algo más. ¿Y me vienen a decir que perder tres días de clases es determinante de fracasos irreparables? ¡Por favor!
Pero veamos el reverso y los nudos que se esconden detrás del tapiz tejido por líderes y lideresas de la presencialidad: 1) que se asista presencialmente a la escuela porque de lo contrario les padres no pagan las cuotas de los colegios privados (que son los que realmente les interesa a los gobernadores pro-economía); 2) bajo la falacia “la escuela no contagia” se arriesga la salud de toda la población (no es casual que la prensa internacional se haya hecho eco criticando a la oposición argentina que increíblemente hace campaña exponiendo a la niñez a transportar contagios y muertes a su hogares y entorno); 3) la presencialidad en un pico de contagios -que supera en exceso los adláteres internacionales por cantidad de persona infectadas- necesariamente produce más contagios y muertes evitables, nada justifica ni una sola; 4) si realmente les interesa la educación, ¿por qué no se provee tecnología apropiada plegándose a los estándares mundiales para la alternancia presencial/virtual según la carga virósica social? Así se hace desde Canadá hasta Alemania pasando por todos los lugares que acuerdan con la comunidad científica en que la presencialidad aumenta los contagios.
La escuela no contagia. Contagia la respiración que se esparce a pesar de los barbijos. Efecto spray. Se respira en el aula, en el trasporte, en los amuchamientos de estudiantes frente a quioscos de las inmediaciones, en edificios sin condiciones suficientes de seguridad, en los inevitables intercambios entre estudiantes, docentes, no docentes, proveedores y demás personas que se movilizan en el dispositivo de la educación sistemática. La realidad no es tan simple. Una burbuja educativa no está desconectada del mundo. Hay funcionarios que lo afirman sin creérselo y hay almas limadas por sus prejuicios de clase que les creen.
Quienes relativizan la muerte de colegiales o docentes porque “son pocas” (una ya es mucho) están grávidos de hipocresía, porque no ponen en riesgo a sus afectos cercanos y porque las vidas no son estadísticas. No se muere un porcentaje de la persona, para quien muere cualquier porcentaje es cien por ciento. Mi hermana mayor murió de covid, la pena no sabe de probabilidades.
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Durante un tiempo fue moderado y de pronto se convirtió en fáustico. ¡Hay que verlo por youtube!, con la excitación que habla cuando anuncia que judicializará la suspensión de la presencialidad. Parece que se hubiese tomado una pócima al estilo doctor Jekill cuando se convierte en Hyde. De la urbanidad sanitaria dialogante de 2020, a la obstinación (tipo terraplanista, pero peligrosa) por las clases presenciales en emergencia sanitaria. Desfinanció la educación durante años y hoy se declara soldado de la escolaridad in situ (que por otra parte le sale más barata). El periódico británico The Guadian (20/05/21) afirma que Juntos por el Cambio batalla con uñas y dientes contra las restricciones sanitarias del gobierno progresista argentino, y Larreta “es uno de los que más lucha contra el cierre de escuelas, deseando no ser superado por otros aspirantes a la presidencia dentro de su coalición”. He aquí lo que cambió. Elecciones de medio término en octubre y generales en 2023, ya no hay que mostrar mesura, ahora hay que ser más implacable que su competidora interna a la presidencia, hay que ser heavy, ocupar el podio de principal opositor. Dr Jekill y Sr Hyde es un relato de Stevenson en el que un ciudadano moderado -después de tomar un brebaje- se convierte en un monstruo especialmente nocivo para la niñez. Cambiando lo que hay que cambiar, Jekill transformándose en Hyde semeja al alcalde de Buenos Aires deviniendo duro, cual exministra de seguridad.