Aquella final bien pudo haber sido un suceso cinematográfico. Pero fue un choque de gigantes, con pasajes de alto vuelo, que hizo añicos esa máxima abstracta del tenis que pregona que siempre gana el que mejor juega. Aquel partido de hace casi dos años fue el último que se disputó en Wimbledon, el torneo más valioso del mundo, suspendido la temporada pasada por la irrupción del coronavirus. La espina. más allá del paso del tiempo, permanece encastrada en el corazón de Roger Federer.
“Aún me quedan cosas por hacer en el tenis”, había dejado en claro el suizo después de haber perdido aquella final, el 14 de julio de 2019, cuando tuvo dos match points ante un Novak Djokovic al que superó tanto en el desarrollo del juego como en casi la totalidad de los números. Ganó todo menos los puntos clave, esos que deciden al ganador en las épicas batallas por la historia.
Con casi 38 años habría configurado la mayor gesta de su vida: Federer tendría al menos 21 títulos de Grand Slam, Djokovic no habría ganado en aquel momento el 16º y Rafael Nadal, el tercer componente de los hombres que luchan por perdurar en los tiempos, todavía no habría igualado el récord en manos del suizo. Este lunes la pelota volverá a picar en el mítico césped del All England y la realidad será diferente: sin el español, el suizo se jugará la última gran bala de su carrera y el serbio, casi imbatible, buscará extender el reinado con el objetivo -no tan descabellado, por ciento- de destrozar todas las marcas.
"Estoy en Wimbledon y tengo una chance. Mi objetivo es meterme en la segunda semana porque me haré más fuerte partido a partido y, a partir de ahí, todo es posible", describió Federer, quien llega con apenas ocho partidos oficiales en los últimos 16 meses.
Actual número ocho del mundo, el suizo cumplirá 40 años el 8 de agosto próximo. Desde su vuelta en Doha, en marzo, sólo intentó acumular rodaje con la mira puesta en el césped. Antes había estado más de un año parado producto de dos operaciones en la rodilla derecha. El mundo en general y su corazón en particular saben que Wimbledon, el torneo que ganó ocho veces y en el que saca el mayor provecho de su tenis agresivo, habrá sido el último intento por volver a hacer algo grande. Lograr el 21º Grand Slam lo despegaría, al menos de manera transitoria, de Nadal (20) y Djokovic (19).
El sorteo, por lo pronto, arrojó un guiño: el suizo sólo podría cruzarse con el serbio, el máximo candidato, recién en la final. Con un debut de cuidado ante el francés Adrian Mannarino, un amante del tenis en pasto, el camino no deja de ser sinuoso: avizoran Daniil Medvedev (2º) en los cuartos de final y Alexander Zverev (6º) en las semifinales, aunque también podrían aparecer jugadores como Marin Cilic, Grigor Dimitrov o Matteo Berrettini. Por capacidad, por historia y por fuego interno, sin embargo, siempre resulta tentador poner a Federer entre los candidatos.
Djokovic llegará, por el contrario, con la clara meta de estirar la supremacía. Campeón por novena vez en el Abierto de Australia y por segunda ocasión en Roland Garros, en el que fuera uno de los mayores golpes de la historia, el serbio parece no tener agujeros. "Roland Garros me quitó mucha fuerza mental, física y emocional, pero también me dio mucha energía positiva y estoy lleno de confianza", destacó en la previa.
Cinco veces campeón en Wimbledon, el número uno del mundo emerge como el gran favorito. No sólo para ganar Wimbledon, claro, sino también para lograr lo que sólo estuvo a la altura de un ser humano: conquistar el Golden Slam, los cuatro torneos de Grand Slam y el oro olímpico en singles durante la misma temporada, una gesta sólo posible para la alemana Steffi Graf (1988). Porque Djokovic, el mejor de todos libra por libra, es la amenaza de todos también con vistas a los juegos Olímpicos de Tokio y el Abierto de Estados Unidos. Entre los varones apenas el legendario Rod Laver pudo levantar los cuatro trofeos de Slam en un año (1969).
Este lunes, por lo pronto, debutará ante el joven británico Jack Draper (250º) y verá en el horizonte a un bombardero como el sudafricano Kevin Anderson en una hipotética segunda ronda. Más adelante aparecerían el ruso Andrey Rublev (7º) en cuartos de final; el griego Stefanos Tsitsipas (4), a quien derrotó en la épica final de Roland Garros, en las semifinales; y Medvedev, Zverev o el propio Federer en la definición.
El candidato de todos tendrá como desafío próximo establecer un triple empate 20-20-20 después de Wimbledon en la pelea por los títulos de Grand Slam y, con esa base como catapulta, convertirse en el mejor de los tiempos. Federer, un conquistador innato de quimeras, alimentará su ilusión por quitarse, en el mismo recinto, aquella espina clavada desde hace dos años.