Minutos después de ganar su 20º Grand Slam en Wimbledon, el título que lo llevó a alcanzar el récord de Roger Federer y Rafael Nadal, el serbio Novak Djokovic se hizo paso entre el público, subió las escaleras de una de las gradas del Court Central y se fundió en un abrazo con tres personas.
Allí, en su box, el espacio reservado para la gente del equipo de trabajo de cada tenista, estaba el tridente. De un lado, el croata Goran Ivanisevic, uno de sus entrenadores -el otro es Marian Vajda-; del otro, el italiano Edoardo Artaldi, su manager. En el medio, un argentino: Ulises Badio, la pieza clave en la maquinaria del número uno del mundo, el hombre que cuida cada detalle de su cuerpo junto con el preparador físico Marco Panichi.
Santafesino y licenciado en kinesiología y fisioterapia, Badio emigró de joven a los Estados Unidos y potenció su formación en Italia. En ese país su vida comenzó a cambiar en 2013, cuando ingresó al equipo de profesionales del Masters 1000 de Roma, uno de los torneos de más prestigio en el planeta.
En aquel certamen, disputado en el Foro Itálico, Djokovic tuvo su primer contacto con Badio. Desde entonces el argentino se convirtió en una ficha bisagra en el mecanismo del serbio, cuya capacidad atlética cada día parece superior.
Después de un gran doblete 2015-2016, Djokovic trastabilló por el circuito y decidió patear el tablero: modificó por completo su plantel de trabajo, liderado también antes por Vajda, quien llevaba una década como su guía, y sumó como coach al mítico Andre Agassi. Por aquellos meses de profundos cambios Badio encontró su lugar en el mundo.
El especialista argentino transitó aquel proceso de cambios y resultó clave en la recuperación de una grave lesión en el codo derecho, por la que Nole debió encarar una cirugía en febrero de 2018. Aquel proceso incluyó la operación y tuvo implicancia en una rehabilitación tanto física como mental. Badio se erigió como un pilar fundamental y hasta vivió el regreso a las fuentes de Djokovic, quien poco después decidió volver a llamar a Vajda. La recuperación total tuvo lugar en Wimbledon 2018, cuando el serbio llegó como 12º favorito y se llevó el título.
Djokovic y Badio tienen una conexión especial, sobre todo porque el jugador se hizo vegetariano desde que supiera que es celíaco y el argentino tiene conocimientos de alimentación china, la cultura en la que se especializó en profundidad: con el serbio realiza, por caso, técnicas de moxibustión, una fusión entre acupuntura y medicina china que impulsa la energía y otorga herramientas para relajar a los músculos -usa hojas pulverizadas, secas y trituradas de la planta Artemisia abrotanum-. El fuerte vínculo de Djokovic con la parte emocional tiene que ver, también, con la utilización de hierbas tradicionales de China.
En el Abierto de Australia de este año, en febrero, Djokovic alimentó la polémica tras el partido que le ganó en la tercera ronda al estadounidense Taylor Fritz. El número uno se impuso 7-6 (1), 6-4, 3-6, 4-6 y 6-2, aunque se lo vio diezmado en lo físico. Después de ceder terreno se recuperó de milagro para ganar el quinto parcial. "Cuando igualé en dos sets no celebré ningún punto por respeto a Djokovic. Creí que estaba lesionado, pero si hubiera sido real no habría seguido", disparó Fritz.
En la rueda de prensa Djokovic contó que padecía un desgarro en la zona abdominal derecha y hasta puso en duda su presencia en el choque de octavos ante Milos Raonic. Sus pronósticos, sin embargo, resultaron al revés: el serbio no sólo derrotó al canadiense sino que también se llevó el título. El agradecimiento, con la copa en la mano, tuvo un destinatario: "Pasé diez horas en la camilla todos los días y funcionó. Uli se preocupa por mi carrera y se ocupa de mi bienestar. Es un verdadero profesional y una persona muy dedicada. Le agradezco de corazón". Ante la consulta sobre su recuperación en pleno torneo, Nole disparó: "Fueron las manos mágicas de mi fisio".