Aquella ovación en el Centre Court de Wimbledon, el 7 de julio pasado, desnudó un abanico interminable de sensaciones. Roger Federer caminaba hacia la salida del estadio y el público le regalaba un aplauso de esos que se extienden durante varios minutos y que suelen tocar las fibras más íntimas. El mundo entero se preguntó si aquella sería su última aparición en el mítico All England, el sitio en el que el suizo edificó gran parte de su leyenda.

La incertidumbre no estaba apoyada en el resultado de aquel partido ante Hubert Hurkacz, un entusiasta polaco quince años menor que jugaría sus primeras semifinales de Grand Slam. Aquel día había disparado una confirmación ineludible: Federer ya no era el mismo de siempre. La reacción de sus piernas había disparado infinidad de interrogantes, varios de los cuales quedaron saldados este domingo, con el anuncio de una tercera cirugía en la rodilla derecha.“Quiero dejarles una pequeña actualización después de lo que pasó en Wimbledon. Es algo simple: me revisaron los doctores. Sé que ustedes me quieren ver jugar pero lamentablemente los médicos dijeron que mi rodilla necesitará otra cirugía. Durante unas semanas estaré con muletas. Es difícil. Quiero jugar. Pero soy realista y necesito estar sano. Es difícil jugar a esta edad y necesito estar sano. Quiero recuperar la esperanza de volver a jugar”, comunicó el suizo a través de las redes sociales. 

La resolución tiene una explicación: Federer se resintió de su lesión de menisco durante el cierre de la gira de césped. Se lastimó un poco más, según sus propias palabras, y las dudas quedaron despejadas con la noticia de un nuevo paso por el quirófano.

Enterradas aquellas preguntas ahora surgen otras más. Federer cumplió, días atrás, nada menos que 40 años. El análisis llevará a examinar los próximos pasos y el futuro cercano. El suizo no habló de plazos. Tampoco mencionó el US Open, descartado de movida: mucho menos apuntó a un eventual regreso en el arranque de la temporada en Australia.

Hay una nostálgica evidencia que no se puede soslayar: el cuerpo de Federer está desgastado. Volver cuesta cada vez más. "Es como boxear. Cada vez hay menos combates. La cantidad de peleas disminuye con la edad y el enfoque en un solo torneo es mucho mayor. Es algo que tuve que aprender", había disparado la semana pasada. Después de las dos cirugías del año pasado y la tercera por venir, por más extraño que resulte para los idealistas del tiempo, su físico ya no responde como siempre. Los problemas recrudecieron después de Wimbledon, incluso más allá de los altibajos con los que encaró los últimos torneos desde su regreso en Doha, en marzo de este año.

En lo que va de la temporada el suizo apenas jugó trece partidos, con un registro de nueve victorias y cuatro derrotas. Son los trece compromisos totales que protagonizó en los últimos 19 meses: hasta el regreso en la capital de Qatar, no jugaba desde el Abierto de Australia de 2020. Es decir: en más de un año y medio habrá acumulado tres cirugías y sólo cinco torneos disputados.

El estímulo máximo desde la vuelta siempre fue, sin dudas, Wimbledon. El puñado previo de partidos le sirvió para recopilar información, a pesar del riesgo de sumar derrotas y apilar más dudas. Llegó a octavos de final en Roland Garros y se retiró antes de jugar el partido ante Berrettini (9º) con el deseo de cuidar el cuerpo para el césped. Una vez en el pasto se despidió en Halle ante Felix Auger Aliassime, 19 años menor, y hasta se recriminó la actitud durante el tercer set: sintió que se dejó ir y se prometió a sí mismo que no volvería a pasar. Por primera vez en su vida demoró más de dos horas en acudir a una conferencia de prensa: no quería tomar decisiones "tontas y apresuradas".

Nadie sabe lo que se le cruzó por la cabeza por aquellos instantes. Tampoco resulta sencillo vislumbrar lo que pensó, dos semanas después, mientras caminaba hacia la salida del Centre Court de Wimbledon, cabizbajo, apesadumbrado y con el peso de la historia. El menisco de la rodilla derecha, por el momento y sin eufemismos posibles, ya puso en peligro la carrera de Federer. Lo hizo el año pasado y todavía sostiene la amenaza. La tercera cirugía no ofrece indicios en relación a los tiempos ni exhibe certezas sobre los planes del suizo para encarar el epílogo de su trayectoria. La única confirmación es que el suizo estará alejado del circuito "muchos meses", un disparador que sirve para aventurar una respuesta general: el final está cerca.

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