Clases de canto desde la primaria. Guitarra y actuación desde la secundaria. Comedia musical en la escuela Protagonistas. Los comienzos en el off, la vocación a flor de piel. Canciones a flor de garganta desde mucho antes de subirse a actuar y cantar de manera profesional. Y de repente, El Reality. La vida artística de Vanesa Butera pegó un giro de 180 grados en 2008, después de su participación en Yo quiero ser, el programa/ casting de El Trece en el que se eligió a quien sería la protagonista de la versión argentina de Hairspray. Vanesa pegó un salto de popularidad luego de ganar el concurso y de lucirse en el papel de la entrañable Tracy Turnblad junto a Enrique Pinti. A partir de ese momento, los trabajos en el teatro y la televisión se sucedieron sin descanso. Sin embargo, Vanesa se las ingenió para mantener vivo su proyecto musical: un camino que transita desde antes de llegar a la tele y con el que ya lleva grabados de manera independiente dos EP, varios singles y tres discos, dos de los cuales presentará el 8 de octubre en el CC Konex (Sarmiento 3131).
¿Por qué una presentación doble? Muy simple: los dos discos fueron editados en plena pandemia. El primero, Adonde no me llaman, salió en mayo de 2020. El confinamiento sorprendió a esta artista con el álbum listo y todo el entramado de promoción calentando motores: show en el ND Ateneo, gira… hasta que hubo que suspender todo. Pero no “todo”, porque de la reclusión y el parate nació Changüí, editado este año, que recoge la experiencia de grabación con público vía streaming, en una sesión/ show que duró cuatro horas. “Tocar Changüí en vivo va a tener un condimento diferente al que tiene la presentación de cualquier disco, porque la gente que me sigue estuvo ahí mientras lo grabábamos”, adelanta la artista durante la charla con Página/12: “Tanto el disco nuevo como el show del Konex son un changüí para poder festejar todo lo que no pudimos festejar Adonde no me llaman, y para poder tocarlos juntos”.
Un ultimátum y un pedido. Dos acciones externas que marcaron de alguna manera el recorrido de esta artista. La primera: la de su maestro de canto, que se tuvo que poner firme para que Vanesa tomara el envión final y se presentara al casting de Yo quiero ser: “Estudiaba hace muchos años con Sebastián Mazzoni y prácticamente me dijo 'o vas o no te doy más clases'. Y a mí me gustaban sus clases, así que fui”, recuerda. ¿La resistencia? Porque no estaba segura de querer exponerse en una audición televisada.
Un tiempo después llegó el pedido. Vanesa continuaba su recorrido como cantautora en el circuito independiente. Montaba sus shows, cantaba las canciones que tenía a mano en ese momento, las que le surgían. Contaba con un amplio repertorio del cual se servía según el impulso de cada día, sin la presión de tener que presentar tal o cual material. Hasta que un día fue a escucharla Víctor Hugo Morales quien, fiel a su estilo, le pidió que le dijera dónde podía encontrar esas canciones para difundirlas en su programa. Vanesa no quiso decirle que no tenía nada grabado, así que al día siguiente entró al estudio y salió con tres temas que Víctor Hugo rápidamente gastó. Cuando le pidió más, tuvo que sincerarse: no tenía. Y tampoco contaba en ese momento con los recursos para producir. Entonces Víctor Hugo la contactó con Lito Vitale, quien puso a disposición su estudio y así nació Partida, editado en 2013: “Gracias a ellos, tuve mi primer disco. Me costó entrar en la cosa de la grabación. Venía tocando hace mucho, y la gente que venía me preguntaban dónde podían escucharme y yo les respondía ¡en vivo! Entré al estudio un poco a la fuerza y ahora le tomé el gustito: grabé dos en un año”.
Adonde no me llaman y Changüí son dos discos opuestos y complementarios. El primero cuenta con una gran producción, concepto, arreglos que apuntan a profundizar una idea. El segundo es todo lo contrario: un disco despojado, íntimo, con el espíritu de sala de ensayo. Entre los dos existe una especie de diálogo involuntario, una conversación entre dos momentos de la persona, de la artista y del mundo. Un ejemplo: en “No me quisiste” (Adonde no me llaman), Butera canta “Este mundo se puso enroscado y yo busco las canciones para mejorarlo”. Changüí parecería venir a responder ese mandato, una especie de puesta en práctica de ese plan. Vanesa reconoce que existe una identificación entre los dos, aunque no fue buscada, simplemente ocurrió: “Me gusta mucho cuando pasa. También hay muchas veces en las que me contradigo porque eso somos también: contradicciones. Creo que Changüí es una representación total de esa frase. En este disco no hay una búsqueda de decir ‘voy a cambiar el mundo’, pero sí voy a cambiar mi mundo, mi realidad en este momento”.
Otro ejemplo: la canción “Antes del derrumbe”, en Adonde…, y su correlato “Apocalipsis”, de Changüí, donde la cantante se pregunta “cuál será el punto de esperar que explote todo para darnos cuenta de que todo en un segundo puede darse vuelta”. Para Butera, todo esto nace de una necesidad: “Algo que me emociona mucho de Changüí es que no estaba en mis planes. Y las cosas que a veces no están en los planes y suceden es porque necesitan suceder. Changüí es eso: una posibilidad que apareció de hacer algo con lo que estaba pasando. Cuando empecé a ver los comentarios de la gente, me di cuenta de que todos necesitábamos acompañarnos y todos necesitábamos el arte para respirar un poco”.
-El vínculo que establecés desde las canciones, las letras, la manera de decirlas, es muy directo, como si le estuvieras hablando a una amiga. ¿Cómo se genera esa complicidad? ¿La comedia musical tiene algo que ver?
-No creo que tenga que ver con lo teatral, más bien con el lenguaje que uso en la vida para relacionarme. Las canciones que dicen lo que uno piensa, a veces tienen cosas que pueden sonar hasta bajalínea, tipo "estoy diciendo una verdad", y eso me da miedo. Siento que en la música tiene que estar todo lo que pienso, pero no me gusta que parezca que te estoy diciendo cómo son las cosas. Yo te digo como creo que son las cosas.
-En una entrevista hace poco dijiste “No hay temas menores para las canciones”. ¿Hay algún tema que no abordarías en una canción?
-No. Bah. Quiero decir que no porque la libertad de sentarme y sentir que puedo escribir si quiero sobre cualquier cosa, me encanta. No se me ocurre ahora algo sobre lo que no escribiría. Con esa frase me refería a que a veces se espera una profundidad sobre lo que decimos en las canciones, y no todo lo que nos pasa todos los días es súper profundo y trascendental. A veces, lo que es una pavada para uno puede ser mega trascendental para otro. A mí me pasa un montón que escribo sobre cosas que para mí son de vida o muerte, cuestiones bisagra y la gente que las escucha les encuentra otra mirada. O al revés también. Y eso me parece espectacular: significa que la canción salió al mundo y ya toma otra dimensión, y resuena de manera diferente en otras personas.