Leonardo Mayer se convirtió, desde este jueves, en el primer héroe argentino de la Copa Davis que anunció el retiro del tenis profesional: colgará la raqueta con 34 años y después de acumular nada menos que 19 temporadas en el circuito.
"Quiero anunciar que me retiro del tenis profesional. Siento que ya es hora de cerrar este capítulo maravilloso como jugador. Tuve momentos inolvidables gracias al tenis: participar de todos los torneos, ganar algunos, competir contra los mejores, ser parte del equipo argentino de Copa Davis y ganarla", escribió en sus redes sociales.
El correntino sumó un total de 376 partidos en el nivel ATP, con 179 victorias, 197 derrotas y dos títulos: los ATP 500 de Hamburgo en 2014 y 2017. Precisamente logró el primero de ellos después de concretar el mejor triunfo de su carrera: en la final derrotó 6-7 (3), 6-1 y 7-6 (4) al durísimo español David Ferrer, entonces 7° del mundo.
El largo recorrido lo llevó a medirse con los mejores. Enfrente suyo estuvieron Roger Federer, Rafael Nadal, Novak Djokovic, Andy Murray y varios más. Llegó a ubicarse en la elite de la elite: en junio de 2015 fue el 21° del mundo. La trayectoria que edificó en el circuito, a fuerza de potentes golpes basados en su saque y en su drive, lo colocará entre los jugadores más destacados que vieron nacer estas latitudes.
La historia, sin embargo, la escriben muy pocos. Y las grandes páginas del tenis argentino giran, en gran medida, alrededor de un solo tópico: la Copa Davis. Mayer integró aquel cuarteto novelesco en las instancias finales de 2016, con Juan Martín Del Potro, Federico Delbonis y Guido Pella, que tocó el cielo con las manos bajo la conducción del capitán Daniel Orsanic, más allá de que también fueron campeones otras tres piezas de las primeras series: Renzo Olivo, Carlos Berlocq y Juan Mónaco. Aquella campaña reflejó tintes épicos porque eliminó a todos sus rivales en condición de visitante para levantar la ensaladera y saldar la mayor deuda del deporte argentino.
"No sé por qué será pero en la Davis juego mejor que en cualquier lado; siento que a veces se me hace más fácil", expresó alguna vez Mayer, quien debutara con la camiseta de Argentina en Ostrava 2009, en la capitanía de Tito Vázquez, y finalizara su campaña con un registro de 15 triunfos y 9 caídas (11-4 en singles). Los números son buenos, claro, pero el Yacaré se erigió como un jugador copero por haber desarrollado capítulos antológicos en choques por la ensaladera.
Acaso su estirpe copera haya surgido, a grandes rasgos, en aquella serie en Tecnópolis ante Brasil, en marzo de 2015, por la primera ronda del Grupo Mundial. La tensión era mayúscula. Esa eliminatoria no sólo marcaba el debut de Orsanic en la silla sino que le daba inicio a una nueva forma de conducción en la Asociación Argentina de Tenis, de la mano del director ejecutivo Diego Gutiérrez y del vicepresidente tercero Daniel Fidalgo.
El correntino, con la serie chiva, 1-2 abajo, con mucho más que un resultado deportivo en juego, derrotó a Joao Souza por 7-6 (4), 7-6 (5), 5-7, 5-7 y 15-13 en el cuarto punto, en el que se convirtiera en el partido de singles más largo de la historia de la Copa (seis horas y 42 minutos), un suceso que cambiaría las reglas del certamen por equipos: nunca más hubo quinto set largo por la integridad de los jugadores. El lunes Delbonis completó la faena.
La campaña de 2015, en la que Argentina llegó a las semifinales, fortaleció las patas deportiva y dirigencial de un proyecto que, al año siguiente, llegaría a lo más alto. Con Mayer como actor protagónico. En la primera parada, en Gdansk ante Polonia, ganó sus dos singles y ayudó al equipo a avanzar a los cuartos de final, instancia que marcó el regreso de Del Potro a la Davis tras cuatro años. En aquella serie, con triunfo contra Italia en Pésaro, no pudo estar por una lesión en el hombro derecho, pero lo mejor estaba por venir.
"No, héroe no soy, acá el héroe es el equipo porque jugamos todos. Cada uno que le toca entrar trata de hacer lo mejor; a mí simplemente me tocó jugar un partido para ganar la serie", lanzó Mayer después de poner a la Argentina en una nueva final del mundo. El desarrollo de aquella semifinal en Glasgow ante Gran Bretaña, el último campeón, que tenía a los hermanos Murray, contiene episodios para la posteridad.
Del Potro, por entonces 64° de ATP y alejado de su plenitud física, decidió junto con el cuerpo técnico jugar como singlista dos contra Andy Murray el primer día, para tener más frescura. El tandilense se impuso en una batalla de más de cinco horas y Pella puso el 2-0 ante Kyle Edmund. Un viernes perfecto. Mayer reapareció en el doble con Delpo, partido que perdió ante la dupla Murray antes de que Pella sucumbiera frente al líder local. Todo igualado. 2-2. Quinto punto.
Del Potro estaba fundido pero los británicos no lo sabían y Argentina pretendía que el partido por la final lo jugara Daniel Evans y no Edmund. Una jugada maestra de Sebastián Gutiérrez, asistente técnico de la dupla conductora de Orsanic y Mariano Hood, le propuso a Del Potro pelotear en una cancha auxiliar, bien al estilo Interclubes, para que los locales creyeran que jugaría. Y así fue: Gran Bretaña eligió a Evans y se sorprendió ante la presencia de Mayer, que se impuso en cuatro sets y llevó al equipo a una final que, con el recordado triunfo 3-2 ante Croacia en Zagreb, sellaría la historia para siempre.
Casi cinco años después, lejos de su mejor versión, con la cabeza puesta en una familia conformada por su mujer Milagros y sus tres hijos -Valentino, de 4 años, y los mellizos Camilo y Pedro, de nueve meses- y radicado en City Bell, en La Plata, el correntino le dijo adiós al tenis, una decisión que estuvo charlada con su entorno más íntimo y con el licenciado en psicología Juan José Grande. Este año, en Roland Garros, ya había dejado un indicio de lo que este jueves quedó confirmado: en la primera ronda de la qualy tuvo match point contra el holandés Botic van de Zandschulp pero perdió 2-6, 7-6 (4) y 6-3.
"Jugá al tenis, boludo, es la última vez que vas a jugar. No puede terminar todo así. ¿Por qué tiene que terminar así? Match point arriba y no puedo jugar más", esbozó cuando ya estaba 1-5 abajo en el tercer set. Aquella no fue la última vez: jugó dos partidos más, en Nottingham y en la qualy de Wimbledon, pero el desenlace era inminente. Y su huella en el tenis, sin dudas, será inherente al transcurso del tiempo.