El Argentina Open tiene tanta historia en el tenis internacional como impulso para el futuro cercano. El cuarto torneo de tenis más antiguo del mundo -data de 1893, cuando nació bajo el nombre de Campeonato del Río de la Plata- tiene intenciones de crecer y, en la medida de lo posible, expandirse.

Propiedad de la empresa Tennium, con sede en Barcelona, el ATP 250 de Buenos Aires no sólo "goza de buena salud", como bien repiten con asiduidad sus organizadores, sino que este año vivió una verdadera revolución. Para dimensionar: desde el arranque del arranque del cuadro principal, el pasado lunes, hasta la jornada del miércoles, la venta de entradas ascendió a números asombrosos. 

Entre los tres días, si se suman jornadas diurnas y jornadas nocturnas, el ATP porteño cortó nada menos que 30576 tickets. El desglose arroja los siguientes números: el lunes hubo 3046 de día y 3378 de noche; el martes, 3925 y 4950 -el número tope de disponibilidad para venta-; y el miércoles, 4027 y, otra vez, 4950.

La convulsión tiene nombre y apellido: Juan Martín Del Potro, el hombre que reapareció en el Argentina Open después de 965 días sin competir por una severa lesión en la rodilla derecha que lo obligó a pasar cuatro veces por el quirófano. Días antes de debutar en el torneo hubo un fuerte anuncio: su presencia sería "más una despedida que una vuelta".

El tandilense, ex número tres del mundo, es un ídolo popular con una particularidad: había jugado muy pocas veces de manera oficial en el país. Registraba un puñado de partidos por la Copa Davis y apenas una sola presencia en el torneo de Buenos Aires: fue en 2006, cuando tenía 17 años, era el 155° del ranking y todavía no había empezado a construir su leyenda.

El "Día D" para la reaparición de Del Potro sería el martes. La gente, apenas se supo que jugaría en la jornada nocturna, colapsó el sitio de internet para agotar las entradas disponibles en muy poco tiempo. Para el tandilense fue una noche de gratitud, con el estadio lleno, con su gente y con su mamá Patricia, que nunca lo había visto en un torneo profesional. Con el futuro incierto, entre la aceptación y la indecisión, el Buenos Aires Lawn Tennis Club danzó al ritmo Del Potro.

El empuje del campeón del US Open 2009 para el Argentina Open configuró tres aristas: su propio partido "despedida", el aura que generó en cuanto a promoción global y la pulsión de la gente por asistir al torneo después de la edición restrictiva del año pasado, que apenas tuvo 300 espectadores invitados. En ese sentido se explica por qué Del Potro generó que se llenara el estadio incluso el miércoles, día en el que todo el mundo sabía que no volvería a jugar aunque ganara. El producto fue un ambiente fenomenal para alentar a Sebastián Báez, una de las joyas de mayor proyección del tenis argentino.

El Argentina Open capitalizará, sin dudas, el resultado público que tuvo esta edición en busca de un gran objetivo a corto plazo: ascender la categoría del torneo para convertirlo en un ATP 500. "El Argentina Open lleva cinco años desde que lo agarramos nosotros; queremos y buscamos agrandarlo. Siempre está el tema de poder llevarlo a categoría 500 o modificar la superficie a cancha dura. Hay que buscarle la vuelta. Yo creo que tenemos muchas chances", le había contado el uruguayo Martín Hughes, ejecutivo de Tennium, meses atrás a Página/12.

El cambio, claro, no depende de Tennium sino de la ATP, el órgano rector del circuito, que tras la pandemia busca redefinir su estrategia con modificaciones en el calendario. El torneo de Buenos Aires corre con ventaja por historia y por peso propio: hay varios torneos ATP 250 a los que la ATP les generará un upgrade para rediseñar el calendario. ¿El beneficio? El incremento automático sería el prize money -premios oficiales-, que incluso podría cuadruplicarse para traer mejores jugadores. ¿Qué mejor que aprovechar la revolución Del Potro para buscar el cambio en 2023?

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