15 de marzo de 2022, 11 horas. Sala C de los Tribunales de San Martín sitos en avenida Ricardo Balbín 1753. Comienza el juicio a Higui, la futbolista lesbiana que se defendió de una violación grupal correctiva y pudo salvar su vida hiriendo de muerte a uno de los agresores. Día y hora históricos para las lesbianas y para todas las personas que lograron sobrevivir a ataques sexuales correctivos.

Los canales de televisión anuncian desde las 5 de la mañana el corte de la avenida. Sobre el asfalto se abre un amplísimo abanico de militantes/activistas por la absolución de Higui De Jesús. Cientos de jóvenes lesbianas, transfeministas, feministas, de movimientos sociales y organismos de derechos humanos cantan “Una lesbiana se defendió/ se llama Higui, queremos la absolución”.

Se instalan gazebos, se prepara una radio abierta, equipos de cuidados y dos ollas, con arroz y lentejas como menú, para compartir entre todes después del mediodía. Tocó uno de los últimos días del verano, pero el sol no cancela el almuerzo en comunidad.

El ingreso al tribunal, los apoyos, las amenazas

El ingreso al tribunal se produjo a las 9, en un clima tenso. Higui se presentó con una pelota firmada por muchas jugadoras pioneras del fútbol argentino. Mientras esperaba el ascensor para dirigirse a la sala de audiencias, una trabajadora de maestranza le acercó la adhesión de todas sus compañeras del edificio de tribunales. En tanto, los familiares de Cristian Espósito -el hombre al que Higui mató para defenderse de un ataque sexual- aparecieron de repente en una maniobra coordinada. Rodearon a Higui por la espalda y se le acercaron peligrosamente a proferirle amenazas.

El reloj marca las 11.05. En la sala C de los tribunales de San Martín no hay crucifijo, al contrario de lo que se ve de manera habitual en esos ámbitos. El acceso a la sala fue restringido debido al protocolo covid y a que la habitación es de por sí pequeña.

Desde la puerta de entrada ocupan hacia la izquierda el lugar de la defensa las abogadas Gabriela Conder y Claudia Spatocco. Higui está sentada junto a ellas. A la derecha se ubica la fiscal Liliana Tricarico, presidenta de la Asociación de Fiscales de la provincia de Buenos Aires.

Se solicita a todos que se pongan de pie. Ingresan los tres jueces del Tribunal Oral en lo Criminal Nº7 de San Martín, Germán Adolfo Saint Martin, Julián Descalzo y Gustavo Alfredo Varvello.

El presidente del tribunal, Germán Saint Martin, le solicita a Eva Analía De Jesús que se quite el barbijo y le pregunta sus datos personales.

“Soy argentina, nací el 7 de junio de 1974 en Haedo. Estoy haciendo un repaso de la primaria para terminarla bien. Mi oficio es jardinera”.

A continuación el presidente le pide “tome asiento si es tan amable”.

La acusación a Higui

La fiscal Liliana Tricarico realiza su alegato de inicio:

“Este Ministerio Público intentará probar que el 16 de octubre de 2016 siendo aproximadamente las 22.30, la imputada, con claras intenciones de quitarle la vida, le clavó a Cristian Espósito una cuchilla en la zona precordial“.

Y asegura que va a aplicar perspectiva de género al análisis material de los hechos.

Antes de que tomara el caso la fiscal Tricarico, la instrucción de la causa estuvo a cargo del fiscal Germán Weigel Muñoz, quien desde un comienzo se negó a creerle a Higui y orientó la investigación hacia lo que decía la familia Recalde, familiares del hombre que atacó a Higui. El fiscal Weigel Muñoz no hizo peritar el pasillo donde se produjo el ataque.

El alegato de la defensa

A continuación, le corresponde a la defensa de Higui hacer el alegato de inicio. Lo pronuncia su abogada Claudia Spatocco.

“Señor Presidente, señores Jueces del Tribunal, señora Fiscal:

Con la prueba que ha de producirse en este debate, la defensa va a probar que el día 16 de octubre de 2016, siendo aproximadamente las 22.30 horas, al retirarse del domicilio de la calle Yrurtia 1136, de Bella Vista, partido de San Miguel, donde residen varios integrantes de la familia Recalde, la Señora Eva De Jesús fue víctima de un ataque e intento de violación grupal correctiva, dada la orientación lesbiana de la aquí imputada, perpetrado al menos por dos varones cisgénero integrantes de la mencionada familia.

La Señora Eva De Jesús, temiendo por su integridad y su vida, se defendió legítimamente con el único elemento que tenía a su disposición, causando una herida en uno de los agresores, que luego le provocó la muerte”.

Testigos de la jornada

En la primera audiencia, que se extendió hasta pasadas las 6 de la tarde, desfilaron diez testigos por la fiscalía, de los cuales 8 son familiares de Cristian Espósito.

Se registraron innumerables contradicciones entre sus testimonios, no solamente olvidos respecto de sus primeras declaraciones sino sobre todo incongruencias en la comparación de lo que fueron exponiendo.

Ninguno vio el hecho por el que está imputada Higui. Todos cuentan lo que otros “les contaron”. En su mayoría tampoco pueden precisar quién les contó lo que reconocen que no vieron.

Higui estaba sola cuando la atacaron. En el terreno donde se realizaba la reunión familiar a la que asistió Higui se ubican varias viviendas pequeñas. Todas esas casas las habitan integrantes de la familia Recalde, más allá de los distintos apellidos, porque la mayoría son cuñados y cuñadas entre sí. La única persona que estuvo aquella noche en la calle Yrurtia 1136 y no pertenecía a la familia Recalde era Higui.

“Una lesbiana se defendió”

Las marimachos pobres y las prostitutas siempre fueron el último orejón del tarro de la sociedad. Por más de un siglo en las cárceles de mujeres argentinas existieron las celdas de castigo para las lesbianas, las más lujosas eran de un metro por dos, con un camastro de cemento sin colchón. El Poder Judicial, la Policía y el Servicio Penitenciario siempre coincidieron en que el lesbianismo es delito aunque el Código Penal no dijera nunca una palabra al respecto. Durante su cautiverio en un calabozo policial, lo primero que le hicieron a Higui fue plantarle una menor en la celda a ver si “picaba”. Higui llevaba allí un tiempo, sin colchón. Le llevaron a una menor detenida por robo y la dejaron junto con un único colchón de una plaza. Higui se sentó a un costado y se dedicó a explicarle a la muchacha que tenía que dejar a su novio, porque si la llevaba con él a robar, “ese chabón no te está cuidando, no te quiere”. No ocurrió nada de lo que esos policías esperaban.

Higui, la Raulito del siglo XXI

Futbolista, lesbiana machona, criminalizada por defenderse del último de todos los ataques que recibió desde la infancia, cuando sus padrastros la violaban y ella se escapaba al potrero para jugar al fútbol, hasta que un día no volvió más a su casa y se puso a cartonear y a sobrevivir por sus medios. A las lesbianas machonas pobres les cabía la cárcel, y hasta no hace tanto también el manicomio. Porque a los psiquiatras les encantaba hacer experimentos con las lesbianas. La Raulito no estaba loca, solamente se salía de los cánones de normalidad institucional, igual que Higui y tantas otras chicas que escaparon de sus hogares en edad muy temprana para dejar de ser abusadas sexualmente.

Si perspectiva de género es proclamar que a Higui se la juzgará siguiendo los cánones de las convenciones internacionales que amparan los derechos de las mujeres, y esto se efectiviza con solo preguntarles a los testigos si su cuñado/marido/hijo/tío discriminaba a los homosexuales o tenía alguna denuncia por violación o maltrato, podría decirse que ya todas/todes/todos podemos ir por la vida felices y sin temer ningún tipo de ataque. Porque la mayoría de las agresiones sexuales provienen de hombres que no andan voceando abiertamente sus prejuicios y tampoco cuentan con denuncias. Ya conocemos la inutilidad de acudir al circuito policial y judicial para terminar con la violencia del sistema de jerarquías sexistas/racistas/de clase. Y si nos vamos a guiar por rumores, las familias a menudo son una madeja de ocultamiento de abusos sexuales. Nadie anda proclamando “cuidate de fulano y mengano” si se comparte la mesa, el vino y la cerveza los días de fiesta.