Si hay que hablar de tenis en la Argentina resulta ineludible la confluencia de las cinco palabras que conforman el nombre del recinto más relevante: Buenos Aires Lawn Tennis Club. Así como también surge la imposibilidad soslayar que el legendario club de Palermo, la Catedral del mundo de las raquetas en el país, constituyó una de las piedras angulares para el desarrollo de este deporte a nivel popular.
La historia es tan rica y extensa que el Buenos Aires, como se lo conoce en el ambiente, cumple este martes 19 de abril nada menos que 130 años, con un cúmulo interminable de sucesos que marcaron las distintas épocas, pero con uno que configuró la génesis de la expansión del tenis a nivel nacional: la aparición estelar de Guillermo Vilas, aunque tanto antes como después existe un profundo recorrido.
El proyecto BALTC surgió por parte de un grupo de inmigrantes ingleses: Arthur Herbert, W. H. Watson, C.R. Thursby, H. M. Mills y F. E. Wallace y Adrian Penard, en una circular fechada el 5 de abril de 1892, le propusieron a la colectividad británica de Buenos Aires la fundación de un club para la práctica del lawn tennis.
El primer cónclave para comenzar con el plan se hizo el 8 de abril en la sede del Consulado Británico, en ese momento situado en la calle Reconquista. Penard, uno de los ideólogos, aportó un terreno de su propiedad, ubicado en la avenida Alvear entre Ayacucho y la calle Callao, aunque más tarde quedó desestimado por el escaso espacio para construir más de una cancha.
Eligieron, entonces, un terreno en la esquina de Vicente López y Ayacucho, propiedad del señor Federico Leloir. El 19 de abril, en una nueva asamblea, quedó fundado de manera oficial el Buenos Aires Lawn Tennis Club. En esa sede se disputó, un año después, el Campeonato del Río de la Plata, hoy llamado Argentina Open, el único torneo del mundo, junto con el Abierto de Estados Unidos, que soportó la irrupción de las guerras mundiales y nunca fue suspendido.
Su primer presidente fue Arthur Hebert, en cuyo ciclo se proyectó un club con 80 vacantes -62 caballeros y 18 damas-, aunque la demanda obligó a incrementar la cantidad de asociados a 175. El crecimiento fue tan grande que el terreno de Recoleta quedó chico y, 17 años más tarde, provocó la mudanza a un lote lindante a la Estación Golf, actual Lisandro de la Torre, bien cerca de las vías del Ferrocarril Mitre. En ese lugar emergió la Catedral del tenis argentino, aunque la inauguración oficial del actual edificio fue el 12 de junio de 1920. Desde la terraza de la obra del arquitecto Carlos Dumas se contemplan las 19 canchas y el Court Central, el legendario estadio que, desde 2016, lleva el nombre de Guillermo Vilas, un recinto inaugurado en 1926 y ampliado en 1952.
En ese espacio se erigió un ícono popular como Vilas, el tenista más valioso del país, el abanderado de las mil y una batallas por la Copa Davis, el certamen en el que el Buenos Aires ofició como sede nada menos que en 42 de las 68 series que jugó la Argentina de local desde su debut en 1923. Abrazado por esas tribunas el hombre de la vincha y de la zurda indestructible inició su proceso de explosión mundial en 1973, año en el que, después de haber jugado cuatro eliminatorias coperas en el BALTC, sorprendió a todos. El 25 de noviembre ganó el primero de sus 62 trofeos del circuito tras una final que no terminó por el retiro, en el tie break del cuarto set, del sueco Björn Borg, quien fue a defender un smash en el fondo de la cancha, chocó contra el tablero de madera y se golpeó la cintura.
Vilas utilizó el Buenos Aires para acercarle a la gente un deporte que, hasta entonces, lo jugaba una porción menor en el país. Fue la máxima figura, sin dudas, pero hubo múltiples campeones que también pasaron por allí para alimentar la leyenda: Luis Clerc, Mary Terán de Weiss, Raquel Giscafré, Norma Baylon, Enrique Morea, David Nalbandian, Guillermo Coria o Gastón Gaudio, además de varios jugadores estelares de afuera, varios de los cuales fueron número uno del mundo, como Jimmy Connors, Stan Smith, Pancho Gonzales, Arthur Ashe, John McEnroe, Andre Agassi, Billie Jean King, el propio Borg, Fred Perry, Mats Wilander, Manolo Santana, Manuel Orantes, Alex Corretja, Marcelo Ríos, Guga Kuerten, Rod Laver, Carlos Moya, Ken Rosewall, John Newcombe, Roy Emerson, Pat Cash, Margaret Court, Ilie Nastase, Steffi Graf, Ivan Lendl o Martina Navratilova, entre tantos otros.
Miembro fundador de la Asociación Argentina de Tenis en 1921, el Buenos Aires tiene, desde 2006, a Gabriela Sabatini como socia honoraria. Gaby fue campeona en el torneo de Buenos Aires dos veces -1986 y 1987- y, detrás de su imagen, aparecen otras referentes del tenis femenino como Elena Lehmann, Nora Somoza, Florencia Labat, Inés Roget, Ana María Cavadini, Marcela Voyame, Mailen Auroux, Cristina Tessi y Nadia Podoroska.
Más acá en el tiempo vale destacar tres sucesos que volvieron a poner al Buenos Aires en la vanguardia. En la edición de 2015 regresó Rafael Nadal, después de su primera aparición en 2005, para consagrarse campeón con el status ya construido del mejor jugador sobre canchas lentas de todas las épocas. Trece veces campeón de Roland Garros, el ex número uno se consagró aquel año tras derrotar 6-4 y 6-1 a Juan Mónaco.
Diego Schwartzman rompió el maleficio en marzo de 2021, cuando se sacó la espina de ganar el ATP de Buenos Aires y cortar una malaria de 13 años sin títulos locales desde aquel festejo de Nalbandian en 2008. El Peque, que desde chico soñó con jugar en el Buenos Aires, como cada tenista que surge por estas latitudes, superó 6-1 y 6-2 en la final a Francisco Cerúndolo.
Este año, acaso por un guiño del destino y por el 130° aniversario del club, hubo un broche de lujo: Juan Martín Del Potro, el último jugador fuera de serie que nació en territorio argentino, eligió el Buenos Aires para despedirse ante su gente y provocó una revolución.
Después de 965 días sin competir por una severa lesión en la rodilla derecha, el ex número tres del mundo y campeón del US Open 2009 tuvo su misa multitudinaria, su noche de gratitud, el 8 de febrero en un recinto mágico: perdió con su amigo Federico Delbonis y recibió el cariño que sólo podía encontrar en el Buenos Aires, el sitio por excelencia del tenis en el país.