Novak Djokovic se consagró, una vez más, en Wimbledon, el torneo más antiguo y prestigioso del mundo del tenis, después de derrotar 4-6, 6-3, 6-4 y 7-6 (3) al australiano Nick Kyrgios en la final. Lo hizo por séptima ocasión, la cuarta consecutiva, en una conquista que le permite volver a posicionarse en la pelea por ser el mejor de todos los tiempos, una lucha que pareció tambalear por la ferviente convicción de no vacunarse contra el covid-19.
El serbio levantó nada menos que su 21º trofeo de Grand Slam, una cifra con la que ya dejó atrás a Roger Federer (20) y que le permite quedar a tiro de Rafael Nadal (22), el máximo campeón del tenis masculino en singles. Los siete títulos que atesora en el All England lo ponen a la altura del mítico británico Williams Renshaw y del estadounidense Pete Sampras, el protagonista de su primer recuerdo relacionado con el tenis. Por encima sólo está el propio Federer, con ocho coronas.
“Cuando era niño siempre soñé ganar este torneo. Es el que tiene más historia y más prestigio alrededor del mundo. Wimbledon es el torneo que me inspiró a jugar al tenis. Mi primer recuerdo es haber visto a Sampras ganar la final de 1992, cuando tenía cuatro años y medio. Ese día les pedí una raqueta a mis padres", rememoró, emocionado, en la cancha central del All England Lawn Tennis & Croquet Club. El serbio de 35 años que materializó los sueños que alimentaba en sus inicios, en plena Guerra de los Balcanes.
Djokovic lo visualizó y lo soñó en Kopaonik, una gran cadena montañosa de Serbia que contiene una pequeña zona al norte de Kosovo. Cuando era chico, en ese lugar, a más de 1700 metros sobre el nivel del mar, empuñó esa raqueta por primera vez, a los 7 años, y luego convivió con la angustia en medio de los bombardeos de la OTAN.
Aquel pequeño serbio hoy lleva cinco años sin perder en Wimbledon: 28 triunfos consecutivos, cuatro títulos y una última derrota en los cuartos de final de 2017, cuando se retiró por una lesión en el codo derecho ante el checo Tomas Berdych. Las cuatro coronas al hilo en Londres lo colocan a la altura de Federer, Sampras y el sueco Björn Borg.
Djokovic pudo haber puesto en peligro su pelea por encumbrarse por encima de todos en el cúmulo de títulos de Grand Slam. Después de un brillante 2021, apenas opacado por la derrota en la final del US Open que no le permitió ganar el Grand Slam calendario, comenzó la debacle. En plena reconfiguración sociopolítica del mapa mundial con la aparición de la vacuna contra el coronavirus, el serbio sostuvo su postura antivacunas hacia principios de 2022 y no tuvo problemas en pagar los costos.
Pese a haber arribado a Melbourne para buscar su décima corona en el Abierto de Australia gracias a un permiso excepcional, la dureza de las medidas sanitarias en el país oceánico derrumbaron sus chances: fue deportado del país por no contar con el esquema vacunatorio.
La continuación de la temporada no resultó muy diferente: cada paso para Djokovic, el mejor jugador en el deporte más global, generaba incertidumbre. Así se perdió los Masters 1000 de Indian Wells y Miami, dado que Estados Unidos no admite la entrada para los no vacunados, la misma razón por la que corre peligro su participación en el próximo Abierto de Estados Unidos.
La contienda de Djokovic por ganarle a la historia identifica dos grandes rivales: Rafael Nadal y las medidas restrictivas para ingresar a Estados Unidos y Australia, dos de los cuatro países sede de los torneos de Grand Slam. En pocas palabras, si no existen cambios significativos en términos migratorios, el próximo Major del multicampeón serbio podría ser recién en mayo del año que viene: Roland Garros.
Este último logro en Wimbledon, entonces, representa una bocanada de gran valor para un tenista que ya no juega ni por reconocimiento, ni por dinero ni por títulos. Está en disputa la inmortalidad y la tensión se acerca, poco a poco, al epílogo. Federer, ausente desde hace un año por una tercera operación en la rodilla derecha, volverá con 41 años; Nadal está por encima de ambos pero los 36 junios y la enorme cantidad de lesiones podrían limitarlo en la recta final. Djokovic, de 35, tiene un físico privilegiado pero su limitación es ideológica: no se vacunó y demostró que no lo haría ni siquiera por alcanzar el cielo. Lo hará y será bajo sus propias leyes.