En los pasillos de los clubes de tenis del país, en medio de los torneos, suele aparecer una frase recurrente: "El milagro del tenis argentino". El fenómeno nacional siempre estuvo repleto de restricciones: limitaciones monetarias, distancias geográficas con los puntos neurálgicos del circuito, la (casi) sistemática carencia de apoyo real y la lejanía respecto de las potencias en términos de desarrollo.
Los logros a nivel internacional, sin embargo, no paran de proliferar, con mayor o menor grado según el momento histórico. Las razones son sencillas: el factor humano creciente, la calidad de los profesores-entrenadores, la cultura del trabajo y el sacrificio. No por nada en cada punto del planeta aparece un argentino detrás de cada campeón. Esta etapa, en particular, está signada por una suerte de renacimiento impulsado por una nueva camada de jugadores que genera ilusión y provoca conquistas ante la mirada atónita de los actores principales de las grandes potencias.
Este domingo los ojos estuvieron en Bastad, el municipio sueco en el condado de Escania que tiene fuerte arraigo argentino: Francisco Cerúndolo logró allí su primer título de nivel ATP después de vencer, en una final cien por cien albiceleste, a Sebastián Báez por 7-6 (4) y 6-2. El tenis nacional tuvo plena celebración: la victoria del mayor de los hermanos Cerúndolo representó el 227º título del circuito para la Argentina, quinta en el escalón mundial, con Guillermo Vilas como el máximo campeón con 62 coronas. Los números superan a gigantes como Gran Bretaña (103), Rusia (132), Suiza (145), Alemania (160) y Francia (172); y están sólo por debajo de Estados Unidos (1048), España (432), Australia (283) y Suecia (276).
Los choques entre tenistas argentinos suelen tener un componente extra: siempre hay algo más que lo que engloba un mero partido. En este caso hubo más porque se jugó en Bastad, un torneo que tiene historia por las condiciones de juego: cancha de ladrillo muy lento, fuertes vientos y viejos enfrentamientos, como aquel que le ganara Mariano Zabaleta en la final de 2004 a Gastón Gaudio, pocos días después de su gesta en Roland Garros. En ese sentido, además, hay un dato a remarcar: fue la 28ª definición de calibre ATP entre dos argentinos.
Cerúndolo, a días de cumplir 24 años, sacó a relucir todo lo que tiene en su repertorio: la potencia, la aceleración y pulsión por el duelo directo de todo bombardero. Su padre Alejandro "Toto" Cerúndolo, quien fuera 309° como tenista en 1982, entrenador de varios jugadores destacados y capitán de Fed Cup a fines de los '80, lo llama Pistolero o Billy The Kid, en referencia al legendario vaquero estadounidense. Así lo explicó el Toto el año pasado en Página/12, tras la final que su hijo mayor perdiera ante Diego Schwartzman en el Argentina Open: "Sus partidos son como en los pueblos en los que no queda nadie en la calle, están él y el rival, y hay un cartel que dice 'dead or alive'; (muerto o vivo); Fran y el otro a los tiros, esquivan las balas, y gana el que mete el último balazo. La vida de Fran es la de un pistolero: sabe que tiene mucho fuego y lastima siempre que pega".
La cancha central del Bastad Tennisstadion, donde eliminó en la semana a jugadores de la talla de Casper Ruud (5º, finalista de Roland Garros), lo vio levantar su primer trofeo, el tercero para una pieza de la nueva camada de jugadores argentinos nacidos entre 1998 y 2001, llamada a pelear por logros importantes en el próximo lustro: su hermano Juan Manuel Cerúndolo fue campeón el año pasado en Córdoba y el propio Báez celebró esta temporada en Estoril.
“Ganar el título significa mucho. De chico te imaginás en estos torneos y en estas finales. Cuando perdí en Buenos Aires estaba triste, porque estaba en casa y perdí mal, pero aprendí mucho y lo usé hoy. Creo que jugué un gran partido. Fue una gran semana”, reflexionó acaso el jugador actual con mayor aceleración en el drive de todo el circuito.
Este lunes Cerúndolo, que cumplirá 24 años el próximo 13 de agosto y es entrenado por Kevin Konfederak, aparece por primera vez en el top 30 del ranking ATP y es el nuevo número dos argentino, detrás de Schwartzman (14º). Báez, de 21 años y entrenado por Sebastián Gutiérrez, subió al 32º después de jugar la tercera final grande de su carrera -en febrero perdió la de Santiago de Chile-. Ambos componen el segmento de jugadores perjudicados la temporada pasada por el congelamiento del ranking en plena pandemia, una medida para proteger a los de arriba. Cerúndolo llegó a contar en Buenos Aires que se había desmoralizado porque no veía que sus logros se reflejaran en los números. Báez, por caso, había ganado seis Challengers pero no rompió la barrera del top 100 hasta fines del año pasado. Ambos, también, alimentan el fenómeno del tenis argentino como parte de una camada que apenas exhibió una porción de sus aptitudes.