Si una epifanía es algo así como una revelación, yo tuve una en 1974 cuando ví a Los Beatles por primera vez en Sábados de Súper Acción. Ya los había visto antes pululando en discos y posters de mis primos, pero como eran detestados por los mayores, ni se me ocurría desafiar el orden paterno. Pero Teleonce me hizo ver la luz catódica. Si la epifanía es, también, una fiesta cristiana donde se conmemora la adoración de Jesús por los Reyes Magos, lo mío fue al revés y yo adoré profanamente a mis propios reyes: John, Paul, George y Ringo.
Meses o semanas más tarde, lo desconozco, encontré a mi sacerdote en un dictado. La voz de Juan Alberto Badía tenía eco y estática a través de Radio Del Plata. “John Lennon, segunda guitarra y coros; Paul McCartney, bajo y voz; George Harrison, primera guitarra; Ringo Starr, batería y pandereta”, parecía dictarme desde el parlante. Y yo escribía lo que él decía en una libretita marca Witcel de papel de calcar, con birome roja, azul o lo que hubiera a mano a la hora de “La Beatlemanía”. Era una sección de “Imagínate... Flecha Juventud”, el programa que Badía y Graciela Mancuso conducían a la noche. Fue la primera vez que uní oraciones en torno a la música, a esa música que hoy, décadas más tarde, pude organizar en forma de libro junto con mi camarada de armas, Fernando Blanco.
La pregunta sigue siendo la misma, al igual que la canción: ¿Cómo hicieron esa música? ¿Qué son esos sonidos? ¿Por qué el capricho estéreo de voces en un parlante y música en otro? He llegado a extremos tales como escuchar a Los Beatles utilizando el estetoscopio que mi madre tenía en su equipo para tomar la presión. En la ignorancia, cualquier sonido podía provenir de cualquier fuente. En la investigación, en cambio, hubo que rastrear el origen veraz de cada nota; buscar la historia oculta dentro de la canción, el detalle azaroso que diferencia a un hombre aterido de frío por haber dormido dentro de una bañera, de un loco piromaníaco que le prende fuego a los muebles de madera noruega de la casa a una chica.
Los Beatles son la punta del ovillo, por delante y por detrás; el hilo puede terminar en ellos o comenzar con ellos. Fueron la lana, la oveja y el pulóver; el momento en que el rock and roll resucita de entre los muertos, o el punto cruz desde el que se debe hilar para desenredar la maraña de los últimos cincuenta años de rock. No a través de la sociología, lo cultural o el fenómeno de masas, sino a través del sonido. Los Beatles hicieron fuego con dos palitos, como el hombre primitivo; parte de la gracia son las llamas, pero lo divertido del asunto es tratar de entender cómo se les ocurrió que frotando dos ramitas podían generar una chispa que a su vez encendería una fogata.
Con Fernando quisimos ver si podíamos agrandar ese dictado que hacía Badía por la radio, desarrollarlo hasta lo máximo, estudiarlo a fondo. La historia musical de Los Beatles es como la evolución de la humanidad: va de lo básico a lo complejo. Y después se pierde, hasta que siglos después alguien quiere saber cómo fue que la humanidad se extravió y quedó atorada con un mouse que no arrastra el icono. Los Beatles fueron de rock y rolles primitivos y salvajes, a un sonido preciosista, depurado, que le mojaba la oreja a la música clásica y alteraba los sentidos de la percepción con una lisergia inglesa sublime.
Ese inmenso derrotero les insumió nada más que siete años y fue estudiado desde todos los ángulos posibles, el nuestro incluido. Lo increíble es que se pueda seguir extrayendo oro de ese yacimiento saqueado por toda clase de predadores. Aun hoy, con el Sargento Pepper en retiro efectivo, Los Beatles continúan siendo un manual para músicos nuevos que buscarán crear sus propios universos de sonido siguiendo sus mismas reglas, es decir: rompiéndolas a todas. Los Beatles lo hicieron de un modo inocente e instintivo. Ahora, cuando las bombas irrumpen en los recitales, es el momento en que hay que cantar más fuerte que nunca: “Nada cambiará mi mundo”, “Todo lo que necesitas es amor” o “Vengan juntos”. Los Beatles siempre tienen una respuesta. Siempre.
Sergio Marchi y Fernando Blanco son los autores de Los Beatles: desde el comienzo (1962-1966). Tomo I, que Planeta acaba de distribuir por estos días.