El presidente Lula estaba este 8 de enero en la localidad de Araraquara, un histórico municipio del estado de San Pablo, para relevar personalmente los daños que produjeron las últimas inundaciones, cuando le informaron sobre el intento de golpe de Estado fascista en Brasilia. Partidarios de una dictadura de ultraderecha bolsonarista tomaron, ante la pasividad de la Policía Militar de Brasilia, el palacio presidencial de Planalto, el Congreso y el Supremo Tribunal Federal y destrozaron todo lo que pudieron (como muestra, un reloj único en el mundo realizado por un orfebre del rey Luis XIV de Francia), en una muestra más del regodeo en la ignorancia y el afán de destrucción de las oligarquías financieras locales que están asesinando al Amazonas y a su población. Lula prometió buscar el financiamiento de los golpistas que venían acampando durante más de dos meses en Brasilia junto a la guarnición militar y hacer caer sobre ellos todo el peso de la ley.
Al final de su discurso en Arararaquara, Lula vinculó el financiamiento de los golpistas (a los que calificó de terroristas) con la destrucción del Amazonas y el cambio climático. Apuntó a los garimpeiros ilegales, a la depredación maderera y al agronegocio.
Mientras tanto, el Servicio Meteorológico argentino publicaba este 8 de enero un mapa que muestra una zona de calor intenso ubicada en el norte de la Patagonia. Hacía más calor en el sur que el norte del país. Lo mismo ocurría por esos días en el hemisferio norte americano. En las ciudades del norte de los Estados Unidos hace más frío que en el círculo polar Ártico.
Entretanto, en todo el mundo se vinculó el “putsch” (uso este término a propósito, en Europa se sigue empleando en alemán y así se lo presentó en muchos medios, recordemos el putsch de 1933) con la toma del Capitolio estadounidense por partidarios republicanos trumpistas, que ocurrió el 6 de enero de 2021, cuando el Congreso estaba reunido para certificar la victoria del demócrata Joe Biden en las elecciones presidenciales.
Conexiones (no tan) invisibles
En forma contraria a lo que las ultraderechas latinoamericanas esperaban, el presidente estadounidense Joe Biden, autoridades federales y congresistas estadounidenses pertenecientes al Partido Demócrata se pronunciaron en contra del intento de golpe de Estado en Brasil y brindaron su apoyo al presidente Lula. Esas ultraderechas tienen conexiones muy visibles en Argentina. Basta ver qué políticos y políticas de la ultraderecha argentina exhibieron con orgullo en los medios y en las redes sociales sus fotos con el diputado brasileño Eduardo Bolsonaro, hijo del ex presidente Jair Bolsonaro a quien el actual gobierno brasileño y la comunidad progresista internacional apuntan como autor intelectual del putsch en Brasilia. Entre las figuras de segunda y tercera línea que agasajaron a Eduardo Bolsonaro con un asado en Puerto Madero se encontraba la diputada nacional por la provincia de Buenos Aires por Avanza Libertad, Carolina Píparo. En tanto, la dirección de la ultraderecha argentina no se atrevió a esa foto. Quizá porque el hijo de Bolsonaro es segunda línea y la foto que luce es con Jair Bolsonaro, como la publicó varias veces Mauricio Macri.
Entre las congresistas demócratas que expresaron su apoyo al presidente Lula y pidieron la expulsión de Jair Bolsonaro de Estados Unidos, adonde huyó cuando tuvo que dejar la presidencia, se encuentra Alexandria Ocasio-Cortez. Alexandria tiene 32 años, integra la organización Socialistas Democráticos de América (de tendencia socialista democrática laborista) y es representante por Nueva York. Se crio en el Bronx y proviene de una familia boricua. Participó en 2022 en la marcha del orgullo lgtbiq en Puerto Rico y fue detenida en las manifestaciones contra la Corte de Justicia conservadora que limitó el derecho al aborto en Estados Unidos.
Alexandria es sobreviviente de abuso sexual y comparó a los republicanos que evadieron su responsabilidad en el ataque al Capitolio con “las tácticas que usan los abusadores”.
Respecto del desastre ambiental en el planeta, Alexandria sostiene que la defensa del medio ambiente no es un tema elitista (en el Bronx y en La Boca diríamos que no es un asunto de chetos) sino que afecta a los más pobres. “El mundo se terminará en 12 años si no abordamos el cambio climático”, dijo antes de la pandemia.