La Argentina es una de las grandes potencias del mapa internacional del tenis. Para dimensionar su poderío apenas hace falta destacar, más allá de los triunfos individuales en las diferentes décadas, que es una de las 16 naciones que consiguieron el título mundial en la Copa Davis, en más de 120 años de historia. No pasó demasiado tiempo desde aquella conquista indeleble: fue en la edición de 2016 con el recordado equipo conducido por Daniel Orsanic y conformado, en mayor medida, por Juan Martín Del Potro, Federico Delbonis, Leonardo Mayer y Guido Pella.
No llegaron a transcurrir todavía siete años y la Argentina parece haber dilapidado gran parte del capital deportivo que representó aquella proeza, que tuvo como corolario la final ante Croacia en Zagreb. Poco más de una temporada después la Asociación Argentina de Tenis (AAT) ensayó un cambio de conducción: en mayo de 2018 Agustín Calleri se transformó en el nuevo presidente luego de ganar los mediatizados comicios ante el candidato oficialista José Luis Clerc.
El intempestivo y casi inmediato despido de Orsanic trajo aparejado una modificación radical en la gestión. Los exjugadores de La Legión, la camada más relevante que surgiera en la historia del tenis argentino, tomaron el mando: Calleri ocupó la presidencia y Mariano Zabaleta emergió como una de las piezas clave del engranaje de la AAT en la vicepresidencia.
La capitanía en la Davis quedó, en primera instancia, para Gastón Gaudio, todavía dolido por no haber ocupado la silla a fines de 2014, cuando fue designado Orsanic. Brillante como tenista, el Gato no sólo quedaría en deuda sino que representaría un desprestigio para el cargo con un desinterés general, incluso tras una despedida que incluyó profundas falencias en la comunicación con los jugadores -su última convocatoria la delineó el subcapitán Gustavo Marcaccio-. Después de haber terminado entre los ocho mejores en las Finales de Madrid 2019, el resultado más destacado, cerró su etapa con una deslucida victoria ante Belarús.
Su sucesor, como estaba planeado desde el inicio del mandato de Calleri -dos temporadas para cada uno; el cambio se demoró por la pandemia-, sería Guillermo Coria, otro de los mayores exponentes legionarios, quien perdiera la imborrable final de Roland Garros contra el propio Gaudio en 2004.
La etapa del Mago tampoco tuvo el resplandor de su etapa como profesional. Pero inició con una búsqueda diferente: recuperar el diálogo con los jugadores. Por eso exhibió dos signos que, en cierto modo, emulaban las formas de conducción de Orsanic: un asado integral con todos los actores del tenis, en el que participó hasta Del Potro, y la inclusión de dos subcapitanes/asistentes en lugar de uno -su amigo Martín García y Leonardo Mayer; el excapitán campeón tenía a Mariano Hood y a Sebastián Gutiérrez-.
El debut tendría lugar en el Buenos Aires Lawn Tennis Club, con una cómoda victoria ante República Checa y la consecuente clasificación a la fase de grupos de las Finales en Bologna. Ya en Italia, en septiembre pasado, comenzó la debacle: su equipo siquiera pudo ganar un partido de singles -perdió contra Suecia, Italia y Croacia-.
En aquel certamen se vieron ciertas falencias en la pericia del capitán, sobre todo ante roces internos, cruces en el vestuario, reproches por el armado de la formación y hasta la negativa de un doblista a jugar con el resultado puesto. Debió intervenir el propio Calleri, cuando no es común que los dirigentes se involucren en asuntos de jugadores y cuerpo técnico. En ese torneo, con un equipo completo que tenía contrapesos, algo se rompió.
La serie del último fin de semana arrojó la dura derrota de visitante en la fría Finlandia y profundizó los defectos del ciclo. La apuesta de Coria era remendar la comunicación con los protagonistas pero, en cambio, dejó un gran déficit: no tuvo la capacidad suficiente para persuadir a los jugadores más encumbrados de jugar en condiciones adversas: fue una serie en invierno, sobre cancha rápida bajo techo, y pegada a la gira sudamericana de polvo de ladrillo.
Sin el número uno Diego Schwartzman, el mejor doblista Horacio Zeballos y el tercero del ranking Sebastián Báez, el líder deportivo fue Francisco Cerúndolo, acompañado por dos debutantes como Pedro Cachín y Facundo Bagnis y la dupla Máximo González-Andrés Molteni. Hay un dato que provocó cierto asombro: Calleri y Zabaleta, los hombres fuertes de la cúpula dirigencial de la AAT, no viajaron a Finlandia. El jefe de la delegación fue Ignacio Uzquiza, proveniente del fútbol (Banfield) pero sin demasiado vínculo con el rubro deportivo: es el tesorero.
Argentina, un país con siete jugadores entre los cien mejores del ranking de singles a nivel mundial, padeció la lesión de Cerúndolo y no tuvo plan B ante un equipo que jugará por primera vez en la elite. Emil Ruusuvuori, el mejor tenista local, se comió la serie y le propició la cuarta derrota en fila a Coria, que igualó la peor marca de Argentina luego de más de 50 años -entre 1967 y 1970 cayó contra Ecuador, ante Venezuela y dos veces frente a Chile-.
El diálogo de Coria no funcionó y, hasta el momento, el balance deportivo no tiene sustento en los resultados. Argentina volverá a jugar en septiembre una serie de playoffs para no descender al Grupo Mundial II. Esa próxima eliminatoria podría ser la despedida de Coria como capitán y, por consiguiente, un cambio profundo en el tipo de conducción.
Las cabezas de la AAT ya tienen conversado y decidido el ocaso de La Legión: no quieren otro capitán de alto perfil de cara a 2024. Buscarán, por el contrario, una figura de trayectoria con mayor manejo en el día a día. Necesitan revertir una dinámica que embarra la historia reciente: en cinco años de gestión, ya entrado el segundo mandato de Calleri, la Argentina apenas pisó dos veces las Finales de la Copa Davis, una de las cuales fue por invitación especial. Si el mejor resultado es el que lograra Gaudio en Madrid entonces el parámetro está cada vez más lejos de la gloria contemporánea, todavía latente. Demasiado poco para una potencia mundial.