Juan Martín Del Potro lo había visualizado. Lo había imaginado. La idea llevaba tres meses en su cabeza. Con la confirmación personal de que ya no querría luchar a fondo contra los dolores de su rodilla derecha, operada en cuatro ocasiones, se había planteado un último desafío: concretar su noche de gratitud.
En octubre de 2021 le había pedido a su su preparador físico Leonardo Jorge que lo ayudara en la puesta a punto para jugar tres meses después el Argentina Open. Tenía la meta de llegar en las mejores condiciones posibles. Se rompió el alma para conseguirlo. Y lo hizo: pudo vivir su noche mágica, con su gente, en comunión con los hinchas y ante la presencia de su madre Patricia, que jamás lo había podido ver en un torneo del circuito
Aquella jornada tuvo lugar el 8 de febrero de 2022, un año atrás. Aquel martes en el Buenos Aires Lawn Tennis Club, en un estadio Guillermo Vilas colmado, Del Potro vivió una de esas veladas que quedarán en su memoria para siempre: jugó por la primera ronda del torneo más tradicional del país ante su amigo Federico Delbonis, que lo venció 6-1 y 6-3 en un marco que le quitó toda relevancia al resultado.
La gente no explotó el mítico estadio para verlo ganar, sino para agradecerle por el recorrido, por las alegrías, por los resonantes triunfos en el circuito y por la Copa Davis, entre otras cosas. El ídolo se las ingenió para dejar una buena imagen. Antes de sacar 1-6 y 3-5 rompió en llanto y cada hincha presente cantó: "Olé, olé, olé, olé, Delpooo, Delpooo".
El análisis más frío arrojaba que Del Potro, en ese momento, reapareció en un partido oficial 965 días después de su compromiso más reciente, aquel 19 de junio de 2019 en Queen's, el torneo en el que trastabilló y se resintió de la dura lesión en la rodilla derecha que había sufrido meses antes en Shanghai.
Dos años y medio de inactividad y cuatro cirugías habían demasiado para el último genio del tenis que nació en territorio argentino, un campeón para los tiempos que ya arrastraba un importante desgaste por haber superado las severas lesiones en las muñecas -otras cuatro operaciones, una en la mano derecha y tres en la izquierda, entre 2010 y 2015-.
Antes del partido con Delbonis había avisado, con la ilusión intacta, sin anunciar nada parecido a un retiro oficial: "Mantengo la ilusión de que alguien se ilumine para cambiar el rumbo de la pierna pero será con otro enfoque, sin tanta presión y sin tanto tenis por delante. Había que hacer un corte y es de esta manera: con la vincha, en la cancha, con la raqueta, en busca de ese milagro o ese médico que me pueda estar escuchando ahora". Seguiría, siempre incansable, en busca de una solución pero sin la presión de volver a ser.
La confluencia de Del Potro con su gente en el torneo de Buenos Aires llegaba 16 años después de su primera participación. Habían pasado 5839 días desde el lejano lunes 13 de febrero de 2006, en su cruce contra Juan Carlos Ferrero, cuando tenía apenas 17 años y ni siquiera avizoraba el brillo que tendría su carrera. El partido con Delbonis, entonces, representaba el reencuentro con el público del ATP porteño.
"Es un momento que no quería que llegara nunca. La salud me llevó a tomar una decisión. Hice demasiado esfuerzo dos años y medio para remontarla, para poder jugar, como hice con la muñeca. Pero a veces yo también puedo perder y ahora no tengo las fuerzas para salir adelante. Siento que tengo toda la vida por delante y me puedo ir en paz"
Durante su carrera Del Potro acumuló más de cinco años y medio inactivo si se suman todos los parates que tuvo que afrontar por las ocho cirugías totales. Y lo ganó todo: el Abierto de Estados Unidos en 2009, la deseada Copa Davis para la Argentina en 2016 y las dos medallas olímpicas están entre sus mayores conquistas. Su legado tiene características atemporales, aunque nadie podría asegurar que el capítulo de un año atrás haya sido el último de la novela.