Nada simple ni lineal el periplo de Luca Prodan: nació en Roma, estudio en Escocia, vivió en Inglaterra y encontró su lugar en los arrabales del mundo. En 1980 recaló en Hurlingham, donde lo primero que le llamó la atención fue el estilo británico de la estación ferroviaria, empezó a armar Sumo en la región cordobesa de Traslasierra, volvió a Hurlingham, luego se mudó a San Telmo y, al final de su agitada y rebelde vida, sus huesos fueron a descansar en el cementerio de Avellaneda.
Aunque a veces hablaba como quien mira desde afuera (“los argentinos le ponen orégano a todo”), no parecía sentirse un extranjero en estas pampas alejadas del mundo central desde donde venía. “¡Basta! Me voy, rumbo a la puerta. Y después, a un boliche, a la esquina, a tomar una ginebra, con gente despierta. Esta sí que es Argentina”, cantaba en "La Rubia Tarada" y marcaba las fronteras del “país” donde le gustaba moverse.
Arriba del escenario desplegaba un magnetismo y una energía arrolladoras. Y lejos de las luces del show, la calle era el lugar donde más le gustaba moverse. En Hurlingham parecía estar al mismo tiempo en varios lugares. Allí tiene una legión de “amigos”, pero lo cierto es que Luca hablaba con todo el mundo. En los bares, arriba del tren, en una esquina. Buscaba (¿desesperadamente?) el contacto la gente. Entre sus amigos, seguro contaba a los mozos de los bares, a los anónimos parroquianos con quienes se sentaba a beber y a esa decena de perros vagabundos que lo seguían como a una luz en las tinieblas de una sociedad que los había dejado afuera.
Siempre contra la corriente: cantaba en inglés en plena guerra de Malvinas, era pelado en la época en la que para ser rocker había que lucir como condición excluyente una melena leonina y se reía de la frivolidad, la formalidad y las modas.
Su relación con los músicos de rock local empezó con algunos chisporroteos (“Fito Páez es el hijo de Charly García y Nito Mestre”), pero después empezó a codearse con ellos y trabó amistad con Charly, Spinetta, Páez y Pappo, entre otros tantos.
Machismo y Madres de Plaza de Mayo
Hace más de 30 años, cuando el machismo era una nefasta condición que en la sociedad argentina aún no se discutía o se lo hacía a través de voces aisladas que tenían poco eco, Luca lanzó en una entrevista su contundente postura sobre el tema: “El macho de acá trata mal a la mujer y después la mujer lo deja. Y después llora, toma y canta un tango. Y a mí eso me parece de última. Trátala bien, loco. Y por ahí te va bien y no lloras más”.
También dejó su aguda impresión sobre la lucha de las Madres de Plaza de Mayo y los Derechos Humanos y tuvo fuertes críticas hacia la sociedad argentina. Cuando vivía en San Telmo, le gustaba dar una vuelta nocturna por Plaza de Mayo. Su paseo de la madrugada del 10 de diciembre de 1987 (pocos días antes de su muerte) coincidió con la Séptima Marcha de la Resistencia. Luca se acercó a la redacción abierta del periódico de las Madres y charló con los organizadores del encuentro. Esa charla, fue su última entrevista.
En el número 38 (enero de 1988) del periódico de Madres de Plaza de Mayo, se reprodujo ese encuentro entre las Madres y Luca, en el cual el músico expresó: “‘Hay una mezcla acá, en esta marcha. Veo por un lado la solemnidad, el dolor, las madres tristes. Y por otro, gente que parece estar de fiesta’, aclaró. ‘Soy un loco, o los demás me ven como loco, pero hoy vine aquí porque estoy por la vida’. Siguió hablando un largo rato, como si tuviera ganas de decir cosas desde hace mucho tiempo, como si hubiera encontrado por fin a quién decírselas. ‘Porque los rockeros son egoístas, individualistas, sólo quieren lucirse, y de los derechos humanos no les importa nada. Yo no soy un rockero loco que está en la droga’, dijo. 'La lucha de las Madres me parece justa, pero en la sociedad argentina hay un sentimiento de indiferencia que me espanta'. Fue lo último que dijo. Después, se perdió en la marcha, entre cantos y bombos, con sus asombros y franquezas”.
Bandas, pogo y un gran baile
El miércoles 17 de mayo Luca hubiese cumplido 70 años. En Hurlingham, la Municipalidad organizó una gran celebración que incluyó bandas en vivo; la proyección de la película “Luca”, de Rodrigo Espina; la muestra "Disco, Baby, Disco", de la fotógrafa Claudina Pugliese (autora del fotolibro "1982. Mejor Hablar de Ciertas Cosas"), que registra los inicios de la banda y la instalación en el puente de la estación ferroviaria de una escultura de Luca realizada por el artista Alejandro Marmo (autor de la fachada de Evita en el edificio de Obras Públicas).
El encuentro estaba programado para las 18 en la estación Hurlingham, pero la gente comenzó a llegar bastante más temprano. Luca como Alejandro Sokol -otro ex Sumo, fallecido en 2009- siguen teniendo una conmovedora vigencia en Hurlingham. Como una herida que nunca termina de cerrar y que obliga a celebrarlos para mitigar el dolor de la ausencia.
En medio de un clima de gran expectativa y alegría, había banderas de la banda y dos enormes de la Argentina, tatuajes que se exhibían con orgullo y un público muy heterogéneo, compuesto por familias con hijos chicos, grupos de jóvenes, parejas que bailaban temas de Sumo y muchas cabelleras blancas. “Hoy vinimos todos los jóvenes de ayer”, bromeó alguien que estaba con un grupo de cincuentones.
La variedad de diseños de remeras de Luca llamaba la atención. “Dónde la compraste”, se escuchaba a la pasada. No cualquiera “llega” a una remera. Hay que haber hecho mucho mérito. Y en el caso de Luca, acaso en ese tributo que se lleva como vestimenta o tatuado en la piel, haya algo mucho más potente que el visceral sonido de Sumo. Tal vez, se esté premiando la honestidad brutal de Luca, su humildad, su humanismo, su mensaje sin ambigüedades o su simpleza para detenerse a charlar largo y tendido con quien lo parara en la calle o caer de sorpresa a tomar la merienda en una casa donde le habían contado que vivía un fan de la banda.
La mirada de Luca
El recital, que convocó al menos a 800 personas (a riesgo casi seguro de quedar corto en el cálculo a ojo), fue tomando temperatura y mayor color a medida que iban pasando las bandas. Primero tocó la Orquesta Típica Municipal, que hizo una deliciosa versión de "Mañana en el Abasto", siguió "Escalada Jazztet", "Cámara Séptica" y cerró ya entrada la noche el grupo tributo a Sumo, "Kaya".
Uno de los momentos más emotivos fue cuando se descubrió la instalación de Luca en el puente ferroviario. A las ocho en punto de la noche, el intendente Juan Zabaleta, el subsecretario de Cultura, Rody Rodríguez, y el gerente de la Línea San Martín, Luciano Hass, exhibieron la instalación de la cara de un Luca pensativo, iluminado en color azul. Tras el silencio inicial, con la escultura de Luca iluminando las vías del tren, explotaron los aplausos, los cánticos y los flashes de cámaras y celulares.
Pasado y presente
La celebración continuó. Y llegó el turno del cierre musical a cargo de Kaya. La fisonomía y la vestimenta de Joaquín Dib, el cantante de la agrupación, sorprendió por su parecido al líder de Sumo.
“¡Es Luca!”, comparaban los que estaban más cerca del escenario. En el medio del playón ferroviario, se había desatado un enorme pogo con las primeras estrofas de "La Rubia Tarada".
Con el transcurrir de los temas, la temperatura del público iba en ascenso. Se bailaba, se coreaban las letras y alguien gritaba “¡Luca vive”. Y luego otro aplauso interminable.
Kaya había terminado su show. Quedaba la emoción de gente que no se iba del lugar, se repetían los canticos sobre Luca y Sumo, muchos buscaban una foto con los músicos, los lagrimones se piantaban y corrían por las mejillas y se repetían caras que recordaban un pasado anhelado, que ahora se había hecho presente. Al menos, por unas horas, pasado y presente se fundieron para celebrar los 70 años de Luca.
Una bandera blanca pintada con aerosol negro, decía: “Luca vive en Hurlingham”. Y tal vez esa breve frase encierre la clave para entender todo lo que sigue generando ese rayo romano que un lejano día de 1980 cayó en Hurlingham. Y fue canción, bandera, revolución musical y, aunque nunca se lo haya propuesto, también ídolo popular. Todo eso en una lejana tierra donde encontró su lugar en el mundo y en la que se insiste en recordarlo siempre en presente.