Sebastián Báez extendió el mejor momento de su carrera y se consagró campeón en el ATP 250 de Winston Salem, su primera corona sobre canchas duras, luego de derrotar por 6-4 y 6-3 al checo Jiri Lehecka (21 años; 35° del mundo).
En su sexta final de nivel ATP, el argentino de 22 años se mantuvo muy sólido en el aspecto emocional ante un jugador que actuaba por primera vez en una definición del máximo circuito. La experiencia y el aplomo marcaron la diferencia: el checo tuvo un quiebre de ventaja en ambos parciales, pero la entereza de su rival en los pasajes calientes lo desbordó.
Las canchas rápidas del complejo de tenis de la Universidad de Wake Forest, condado de Forsyth, en Carolina del Norte, exhibieron al mejor Sebastián Báez desde su irrupción en el circuito mayor, sobre todo en la parte mental.
Después de superar al colombiano Daniel Galán (70°), al australiano Aleksandar Vukic (51°) y al serbio Laslo Djere (34°), afrontó dos partidos de sumo riesgo en el desarrollo: en las semifinales se impuso ante el croata Borna Coric (29°), luego de tres horas y media de un partido durísimo, y en la final debió remontar el 1-3 del primer set y el 0-2 del segundo.
Entrenado por Sebastián Gutiérrez, ex integrante del cuerpo técnico campeón de la Copa Davis 2016, Báez focalizó su crecimiento en dos apartados clave para el tenis de hoy: el físico y la cabeza. Menos de 24 horas después del maratónico partido contra Coric, no mostró ni un atisbo de fatiga ni de desgaste, un plus respaldado por el trabajo que encaró desde este año con el preparador físico Martiniano Orazi, acaso el mejor argentino en lo suyo, ex pieza fundamental en los equipos de Juan Martín Del Potro y de Diego Schwartzman, por caso.
El tenista nacional del momento ganó su cuarto título ATP y el 232° de la historia de la Argentina en singles masculino: antes campeón en Estoril (2022), Córdoba (2023) y Kitzbühel (2023), igualó la línea de Horacio De La Peña y del propio Schwartzman, también con cuatro festejos. Actual 42° del mundo, se aseguró escalar diez posiciones para figurar, la semana próxima, a dos escalones de su ranking más destacado: en abril llegó a ser 30°.
La parte mental resultó preponderante: ganador a principios de mes en Austria, en polvo de ladrillo, decidió saltearse las clasificaciones de los Masters 1000 de Toronto y Cincinnati para llegar óptimo a la semana previa al US Open. Y vaya si lo hizo: acumula diez victorias consecutivas, su mejor racha en cuadros principales de ATP, y es el primer argentino que celebró en canchas duras en cuatro años: el último había sido Schwartzman en Los Cabos 2019.
"La parte mental es más que el juego y el físico. Es un cinco por ciento más: sin juego, por más que tengas cabeza, no vas a poder jugar. Pero hay que estar emocionalmente bien", le había dicho Báez semanas atrás a Página/12. En Winston Salem se notó su trabajo: en ningún momento se desmoronó en lo emocional. Siempre equilibrado más allá del desarrollo de los partidos, quedó demostrada su fortaleza anímica tras años de mindfulness (NdR: focalización en el presente), meditación y autoconocimiento. "La cabeza se entrena: es el músculo más importante", sostiene su coach. Y Báez se consagró, precisamente, a pura cabeza.
Su tercer trofeo de la temporada lo colocó entre los gigantes: sólo el español Carlos Alcaraz (6), el ruso Daniil Medvedev (5) y el serbio Novak Djokovic (4) tienen más conquistas que el argentino en lo que va del año. Además se convirtió en el tercer tenista masculino de la Argentina que conquista dos títulos consecutivos en superficies diferentes: sólo lo habían hecho dos leyendas como Guillermo Vilas (1974, 1978, 1979 y 1982) y Del Potro (2008).
La recuperación
Báez atravesó, semanas atrás, una merma lógica en su nivel, dado que con sólo 22 años atraviesa su segunda temporada en el máximo nivel del tenis internacional. Su trabajo, sin embargo, siempre estuvo centrado en la humildad, la dedicación y la meta de mejorar en el día a día, con el hambre intacto y bien lejos de los flashes.
Alguna que otra derrota provocó que cierta porción del "periodismo" especializado, con llamativo oportunismo, esbozara críticas sobre su equipo de trabajo, pero la recuperación está a la vista: con un team sólido, con Gutiérrez a la cabeza, el empuje sustancial de Orazi y el apoyo de un muy respetado entrenador como Javier Frana, el método Báez no para de exhibir resultados: el bonaerense nacido en Billinghurst, partido de San Martín, es un competidor inclaudicable.
“No miramos lo que hacen los demás: estamos juntos porque nos queremos y porque la pasamos bien. Yo estoy con la gente que quiero mucho. No somos cerrados: cuando uno está en el laburo se engancha y está con la gente que quiere. Buscamos disfrutar del proceso. En definitiva pasan las semanas y lo que queda es cómo viviste. El objetivo es ser mejor todos los días: mejor persona, mejor compañero, mejor profesional”, contó Gutiérrez con este medio. El proceso tendrá un próximo paso: el US Open. Con un presunto debut para el próximo martes, otra vez contra el croata Coric, Winston Salem servirá como el impulso perfecto para Nueva York.