Una pared azul vibrante con ventanas cuadradas: desde ahí, una rubia gritaba: “¡¿Y cómo querés que esté, desde las ocho de la mañana que nos tienen encerradas, nos secuestraron la plata, los teléfonos, estamos muertas de hambre, queremos salir!?”. Pero el azul puede ser un color de contrastes fuertes y para mostrar eso estaba la Policía Federal en la puerta con sus carros y sus robocops en vías de desarrollo pero pertrechados para reprimir tan duramente como les ordenen. Pero no eran ellos, los del azul triste, los más llamativos después de un rato: lo más notable era la solidaridad de las vecinas. Una señora con un rosario colgándole sobre la ropa y un perrito de tres patas que se acercó angustiada, preguntando qué les están haciendo a las chicas, que por qué no se van a buscar a los delincuentes en vez de joderlas a ellas y agregaba, una y otra vez, “todo el barrio las quiere”, provocando movimientos de cabeza afirmativos en las que la rodeaban. Otra que cargaba los celulares de quién lo necesitara. La psicoanalista de la vuelta que dio el primer aviso en Facebook. El chino de enfrente que confortaba a la hermana de una detenida con café, agua, aspirinas y una silla del lado de adentro de las cajas, de esas privilegiadas por el refresco dudoso del ventilador. Es que la humedad apretaba el lunes y se sentía un calor, ahí en esa vereda signada por dos azules. La cosa fue larga y los militantes y travestis y abogadas y abogados de la Defensoría LGBT dirigidos por María Rachid que estuvieron ahí las casi doce horas que duró el procedimiento y fueron socorridos por una médica y su hija –vecinas y militantes– que iban y venían con termos y mates para bancar a toda esta gente que bancaba a las travestis del Hotel Gondolín, que se volvió legendario cuando las travestis que lo habitan lograron autogestionarlo. Para tener entidad jurídica, formaron la Asociación Gondolín.
“Esto es parte de los allanamientos que están haciendo en todo el país; lo mismo que pasó en Constitución el fin de semana pasada. Se hacen en el marco de causas que existen hace muchos años; en realidad son parte de la campaña del PRO para las próximas elecciones”, explicaba María Rachid. “Y en ese marco caen en la volteada los grupos más relegados. En este caso, la Asociación Gondolín, por una causa de 2011 donde hay distintas personas imputadas y bueno, confundiendo la actividad de la Asociación Gondolín, que no tiene nada que ver con ninguna situación de trata, las involucran en esta causa para hacer un allanamiento más de los tantos que están haciendo en este tiempo”.
El allanamiento terminó a las 20.30. Recién entonces las chicas pudieron salir: habían estado encerradas todo el día. Cruzaron al chino a comprar comida. Otras pidieron un delivery. Algunas salieron a caminar. Fue un día de angustia. Entre las activistas presentes estuvo Marlene Wayar. Tan lúcida como conmovida, mientras hablaba se le quebraba la voz, explicó la situación en diez minutos que tuvieron la fuerza de un manifiesto. Con tanta inteligencia como emoción, Marlene formuló este manifiesto brillante y desesperado. Desde la vereda, una chica le tiraba una lata de gaseosa a la rubia de la ventana y una vecina acercaba una mochila con comida. Con la noche llegaría la calma. Exigimos que dure.