En los oídos de María del Carmen Verdú todavía repica el sonido desgarrador de la brutal represión policial sobre centenares de manifestantes en Plaza de Mayo, en el marco de la marcha reclamando por la aparición con vida de Santiago Maldonado y que culminó con treinta personas detenidas durante más de 48 horas. Ese primer viernes de septiembre la abogada y referente de la Cordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi), volvía desde la movilización hacia el local de Poder Popular junto con colegas y compañerxs de militancia que compartieron la potencia de una marcha multitudinaria. Creyeron que podrían descansar al menos por un rato en torno de las pizzas compartidas y celebrar el calor de esa marea interminable que clamó por Santiago. Hasta que los celulares comenzaron a sonar para alertar, una vez más, que la policía estaba desplegando un ataque feroz y de largo alcance.
- Creo que no tardamos más de diez minutos en llegar -dice Verdú- y ya estaban subiendo chicas y chicos a dos camionetas, empezamos a gritar que éramos abogados para que supieran que no estaban solos, la policía no nos dejó acercarnos y tampoco dijeron adónde los llevaban. Los seguimos en autos. Luego vinieron las largas jornadas de aguante y trámites hasta las indagatorias, y por fin la libertad en la madrugada del lunes.
¿Qué fue lo que les pudieron contar?
-Las chicas hablaron mucho de los vejámenes que habían sufrido y decían que lo mismo pasó con los varones. En los dos casos los hicieron desnudar completamente, no para un examen médico, sino para sacarles fotos de los tatuajes y humillarlos. Eso para un muchacho adolescente es tan grave como para una piba. Es más, las mujeres tenemos más entrenamiento en denunciar, en poder decirlo de otra manera que un varón que siente que está “mariconeando”. Y fue una de las chicas la que lo puso en evidencia y así salió toda la catarata de relatos de los pibes. O sea que esos vejámenes sucedieron en varias comisarías con chicas y chicos.
¿Se manejaron como en las cárceles?
-Sí, les ordenaban que se desnuden y que muestren que no llevaban nada escondido en el cuerpo, o sea en vagina y ano. Vejaciones brutales, lo que se llama requisa profunda. Es algo absolutamente inusual en una comisaría, pero esa situación es habitual para cualquier mujer, adolescente o niña que va a una cárcel a visitar a alguien preso. Estamos hartos de denunciarlo y que lo sigan haciendo, total para ellos son las “negras” del barrio que van a ver a los maridos presos, que por algo estarán presos… y a quién le importan, y eso cuando tenés suerte y no te hacen el tacto…
¿Conocías a algunas de las chicas que fueron detenidas?
-Cuando estás en una comisaría y te dan una lista de detenidos, lo único que tenés son nombres: salvo los pocos casos en que conocés a alguien, es difícil imaginarte quién es quién. En este caso yo sólo conocía a dos compañeros de la Red Nacional de Medios Alternativos (RNMA), del resto por el nombre no ubicaba a nadie. Cuando empezaron a subirlos en el tribunal, lo que me impresionó es que en el caso de las chicas son todas muy jovencitas, los varones son más grandes, pero las pibas todas re jovencitas, unas criaturas, además chicas de aspecto frágil.
¿Pero a partir de qué los detuvieron?
-De hecho la detención de dos compañeros de la Red Nacional de Medios Alternativos (RNMA) se produce porque estaban filmando el apresamiento de una piba que estaba sacando fotos con su celular y la tumbaron en el piso y le pegaron de una manera impresionante. También hubo escenas muy embromadas, una compañera me contó que estaban incomunicados para afuera e incomunicados entre sí, o sea en soledad total; recién se vuelven a ver después de las indagatorias. Estaban en celdas individuales, por eso la importancia de sentirse apoyados por los cantos de la gente que había afuera pidiendo por su libertad. Y sí, una de las chicas me contó que logró dormirse un momento, es muy difícil conciliar un sueño profundo en esa situación, y de pronto sintió que la estaban observando, que había algo que no estaba bien, se despertó sobresaltada y uno de los milicos estaba adentro de la celda mirándola fijamente. Por suerte no pasó nada… pero vivió un momento de indefensión y miedo horribles.
Pero hubo chicas que pasaron momentos peores.
-Sí, está el caso de una compañera que nos contó llorando lo que le hicieron, y no es una compañera frágil desde el punto de vista emocional, es muy firme, no la reconocí por el nombre en la lista pero sí cuando la vi, es de un centro cultural feminista. Cuando fuimos a verla para decirle que ya estaba firmada la liberación, nos relató muy angustiada que la hicieron desnudar, la filmaron y le sacaron fotos de todos sus tatuajes. Y eso es la humillación, cualquiera de nosotras sabe el pudor que genera desnudarte ante una persona que no conocés y más aún en una situación en la que estás en un estado de vulnerabilidad total, en una comisaría, dentro de una celda y con tipos armados frente a vos, es muy fuerte. Ella nos ha pedido que no demos su nombre porque en serio la afectó muchísimo.
¿En el traslado en los camiones también hubo incidentes con una de las chicas, no?
-Sí, no voy a dar nombres porque las chicas quedaron mal y pidieron reserva. Hubo otra compañera que tuvo como una especie de ataque de angustia y ansiedad y no paraba de gritar que no tenía nada que ver y de preguntar por qué la detuvieron, y una mujer policía -este es el dato que me parece interesante porque el género objetivo no necesariamente implica una mirada de género- les grita a todas las chicas “dejen de hacer quilombo y cállense porque después van a ir a llorarlas a Plaza de Mayo si desaparecen…”
¿Hubo varias amenazas de desaparición?
-Sí, el pibe que salía de trabajar, que se supone que fue a tirar piedras con la notebook en la mochila… y que no entendía nada de nada, nos decía a nosotros que él no tenía plata para un abogado, nunca había estado en una movilización, no entendía que en estas situaciones entramos a caer los abogados de siempre. Estaba anonadado porque no entendía cómo de repente tenía dos abogados asistiéndolo, y contaba que en el camión en el que lo llevaban a él y a otros, ante la no conciencia de la situación, algunos no querían dar los nombres y la amenaza fue “vas a terminar como Santiago Maldonado…” Esto se repitió en varias oportunidades con distintas variantes, con chicos y chicas.
Además de estos episodios, hay un evidente recrudecimiento de represión estatal…
-Sin ninguna duda en los pasados veinte meses venimos siendo víctimas del recrudecimiento de todas las formas que adopta la represión estatal, tanto en la represión de control social en los ámbitos barriales, detenciones arbitrarias, gatillo fácil, la tortura en comisarías, así como la represión dirigida selectivamente con quien sale a protestar o se organiza y pelea. Esto es a través de la violencia directa o a través de la criminalización desde el aparato judicial, con promoción de causas contra trabajadores y trabajadoras referentes, o contra los de base para desarticular. El viejo mecanismo de un golpe a la cabeza, un golpe en las piernas… En ese marco la desaparición de Santiago Maldonado es el episodio de mayor gravedad.
¿Qué podés decir del operativo y de la violencia que desplegaron?
-Lo primero es que acá hubo dos grupos de detenidos: por un lado los levantados al boleo, absolutamente al azar, porque eran más lentos o porque se asustaron. La orden explícita fue “hay que hacer detenciones”. Y hubo otro grupo que eran trabajadores de prensa y gente que sin estar cubriendo para un medio sintió la necesidad, ante la bestialidad de la situación, de registrar con fotos. Tenés a los dos compañeros de la Red Nacional de Medios Alternativos, el fotógrafo de ATE, la fotógrafa del Centro Cultural Marcelina Meneses y varias chicas y chicos más que fueron deliberadamente buscados porque estaban filmando. Ezequiel Medone, por ejemplo, registra su propia detención en Avenida de Mayo y San José, junto a él estaba Juan Mourenza como ayudante de cámara, Juan se aparta para ayudar a un chico al que le pegaron un palazo y al regresar ve que lo agarran a Ezequiel, los dos estaban con el chaleco de prensa, se mete al grito de “somos periodistas” y los agarran a los dos, a Juan le llenan la cara de gas pimienta, la policía gritaba “¡agárrenlos que están filmando!”.
¿Les dejaron entrar comida y abrigo para lxs detenidxs?
-Hubo grupos de amigos, familiares y compañeros frente a las cuatro comisarías que, además de hacerse presentes con cantos y reclamos, llevaron comida y abrigo que nunca les llegaron a las detenidas y detenidos. Incluso compramos comida especial para una compañera que sabemos que es vegana. Las bolsas que vi entrar eran impresionantes, debe haber un alud de policías consultando por indigestión, porque se lo comieron ellos. No les llegó nada de todo lo que les mandamos. Pero la presencia fuera de las comisarías fue constante, se organizaron radios abiertas y actividades con bombos y música para que supieran que estaban constantemente acompañados. También llegaban familiares de los detenidos que se enteraron por la televisión y recorrían comisarías buscando a los suyos.
¿Cuándo pudieron verlxs como abogadxs?
-Logramos hacerlo en el momento previo a las indagatorias y lo primero que nos dijeron todas y todos fue que les cambió la historia cuando empezaron a escuchar las voces de la calle y se dieron cuenta de que no estaban solos. En ese momento dijeron que se les fue el frío, el hambre y empezaron a bancársela de otra manera, hasta con chistes. Hacíamos batucada cada quince minutos.
El adelantamiento de las indagatorias fue provocado por la conferencia de prensa que hicieron ustedes?
-Sin duda, a las dos horas y en forma completamente inesperada el juez decidió abrir el edificio y tomar las indagatorias el domingo, por eso se pudieron tramitar las libertades el domingo a la noche y el lunes a la madrugada, y no treinta horas después. La presión en la calle fue fundamental, como siempre.