Las calles de Merlo ya son feministas. Espacio marcado por las columnas multicolores que recorrieron dos kilómetros bajo la consigna “Se cuidan los machistas, América Latina va a ser toda feminista”. Merlo localidad nodal, punto de combinación del ferrocarril del Oeste. Famosa por batallas políticas más que espesas ve avanzar banderas anaranjadas, verdes, rosadas, negras, feministas, lgbti, sindicales, estudiantiles, de las distintas organizaciones que participaron del Encuentro Regional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans. En su edición 20ª, el otrora Encuentro Regional de Mujeres del Oeste dio un salto cualitativo nombrándose con todas las identidades que lo componen, con el objetivo de expandir las luchas feministas y del movimiento de mujeres. Es el momento de compartir experiencias de trabajo territorial.

Hubo charlas en simultáneo a cargo de distintas organizaciones (Aborto en el contexto actual, ARTivismo feminista, Ley de cupo travesti trans Diana Sacayán, entre muchas). Encendidos debates sobre prostitución. Feria con puestos únicamente de mujeres, lesbianas, travestis y trans. Talleres con funcionamiento horizontal, para que no haya voces silenciadas ni otras que tapen al resto. En el Encuentro se participa como sujetas. Y no se vota.

Pero este año se respira otro aire en el Regional. El año pasado hubo más presencia de la militancia de izquierda del Oeste y estuvo más enfocado hacia el movimiento de mujeres, aunque con fuerte presencia de la identidad travesti. Este año se multiplicó la presencia de tortas jóvenes que reclamaron la creación de un taller de activismo lésbico separado del taller de lesbianismo, porque se necesita intimidad para decir por primera vez en público “yo soy lesbiana” y a la vez se precisa un espacio donde se puedan debatir, al detalle, los hilos más finos de la militancia torta. También estuvo presente Higui de Jesús y se reclamó por su absolución. Y más allá del caso de Higui, rebasaron los testimonios que dan cuenta del aumento de la violencia contra lesbianas, travestis y trans en calles, rutas, medios de transporte. Como si de un año al otro el cielo hubiera quedado velado por nubes densas. 

Asistentes habituales a los Encuentros del Oeste, Raquel Delgado (29) y Dana Gallardo (25), cuentan a Soy la historia de violencia que sufrieron a un andén del ferrocarril Sarmiento cuando regresaban de la gran marcha en reclamo por la aparición con vida de Santiago Maldonado. Episodio que podría haber terminado de otra manera si a uno de los agresores no se le hubiera ocurrido encender un cigarrillo.

“Éramos cuatro tortas. Dos varones de entre 40 y 45 años empezaron a preguntarnos con insistencia si estaban en el andén correcto. Les respondimos que sí e insistían en entablar conversación. Nos los sacamos de encima contestando de manera agria, exigiéndoles que no nos hablen más. Nosotras conversábamos sobre la marcha en Plaza de Mayo. Entonces uno de ellos nos dice: ‘Si mi hija fuera tan zorra como ustedes, le pegaría tres tiros en la cabeza’. Cuando suben al vagón estos individuos se envalentonan y empiezan a decirnos a los gritos: ‘Desaparezcan, desaparezcan’, en consonancia con nuestra preocupación por Santiago Maldonado. Les respondimos que no nos íbamos a mover y que ellos eran los que se tenían que bajar. Otro varón se les sumó y empezó a hacernos burlas, porque yo no me depilo las axilas. A partir de los gritos, se acercó un guardia de seguridad. El individuo que nos dijo lo de los tres tiros, prendió un cigarrillo. El guardia lo hizo bajar porque no se puede fumar. ¿Qué hubiera ocurrido si se quedaban en el vagón y nos seguían cuando bajábamos del tren? La palabra que usaron fue ‘desaparezcan’. ¿Qué pasó para que alguien vuelva a usar tan alegremente ese término?”.

Abundaron ese tipo de relatos en los talleres: una pareja trans apaleada frente a un supermercado en Glew, el intento de asesinato de una travesti en la ruta en San Justo, lesbianas echadas de una plaza de Morón o bajadas del tren, por besarse. Tiempos difíciles, pero hay organización. No es momento de callar. Así lo entienden las dos mil mujeres, lesbianas, travestis y trans que llenaron las calles del Oeste.