Estamos en el siglo XXIII, un tiempo en el que la Humanidad superó sus diferencias luego de atravesar una Tercera Guerra Mundial, la pobreza es cosa del pasado gracias a una economía basada en sintetizadores que nos proveen todo lo necesario para vivir sin necesidad de trabajar y los viajes interestelares son frecuentes, permitiendo la ampliación de nuestro conocimiento y el intercambio con nuevas especies de planetas lejanos. Es, sin dudas, un mundo ideal… pero solo para heterosexuales. Bienvenidos a la utopía de Star Trek, un futuro atractivo y optimista que sedujo a miles de fanáticos en todo el globo y fue pionero en muchas discusiones sobre diversidad pero que, al igual que otras franquicias como Star Wars, aún tiene a la sexualidad fuera de la norma hétero como un tabú. ¿Por qué el futuro que imaginan las grandes sagas de ciencia ficción no incluye a los putos?
A pesar de que no tienen muchas de las limitaciones de otros géneros que necesitan espejar la realidad, los relatos futuristas y de ciencia ficción cumplen un rol importante al darle forma al futuro. No son pocos los que señalan que artefactos que para nosotros hoy son cotidianos -como el automóvil, los teléfonos celulares o las naves espaciales- fueron anticipados por autores visionarios que se imaginaron cómo podían ser los próximos siglos y fueron preparando el terreno para lo que vendría. Este tipo de narraciones son útiles para mostrarnos cómo podemos progresar como sociedad, qué clase de ambiente podemos construir y de qué somos capaces. Por eso sorprende tanto que en las principales versiones del futuro que nos ofrece Hollywood y la industria del entretenimiento global no haya gays, lesbianas, trans o nada que no sea binario… ¿será que no estamos destinados a sobrevivir?
Enterprise: nido de gatos
Medio siglo atrás, el productor televisivo Gene Roddenberry llevó a la pantalla chica una imagen optimista y atractiva de la Humanidad a través de las aventuras de la nave espacial Enterprise, embarcada en una misión de cinco años dedicada a explorar mundos desconocidos. Su capitán era el mujeriego Capitán Kirk, quien lleva la idea de “un amor en cada puerto” a “un amor en cada sistema solar”, y el primer oficial era Spock, hijo de una humana con un vulcano, una raza extraterrestre cuya cultura se basa en la lógica y la supresión de cualquier emoción.
Sin embargo, lo más interesante para analizar de la serie se escondía en el resto de la tripulación. Por un lado, estaba el alférez Pavel Chekov, un personaje ruso en un papel protagónico en plena Guerra Fría, una movida muy valiente y provocadora para la época. Junto a él, la negra Nyota Uhura era la oficial de comunicación. No sólo era una rareza ver a una mujer en el espacio -cuando la serie se estrenó en 1966 el único ejemplo de una astronauta era la pionera rusa Valentina Tereshkova, ya que los estadounidenses deberían esperar hasta 1983 para sacar el olor a huevo de sus naves y tener un par de ovarios en órbita, los de Sally Ride- sino que se trataba de una afroamericana. Cuando Star Trek se estrenó, los únicos negros en TV interpretaban roles menores o estereotipados, como músicos de jazz, parte de la servidumbre o esclavos en ficciones históricas.
El límite gay
En 1968 Roddenberry quiso ir por más e incluyó en un episodio un beso entre Kirk y Uhura. Para evitar la censura, no se trata de un verdadero amor entre superior y subordinada, sino que su encuentro era forzado por unos malvados extraterrestres con poderes de telequinesis. Durante años se sostuvo que esa escena había sido el primer beso interracial en la televisión de los Estados Unidos. Un análisis más detallado no sólo muestra que hubo casos anteriores, sino que el plano elegido para la escena impedía ver el chupón y sólo quedaba sugerido por la posición de las cabezas de los actores. De hecho, William Shatner -quien le daba vida al Capitán Kirk- aseguró en una biografía que sus labios jamás tocaron a los de su compañera.
Más interesante, pero también más oculta, era la vida del piloto de la nave Enterprise, Hikaru Sulu. El personaje era japonés -poner a un ruso y a un nipón en el mismo elenco era toda una declaración de principios pacifistas en ese momento- sin vida sentimental conocida más allá de una hija que tuvo tras una noche alocada y apasionada “con una amazona”. Quien lo interpretaba era George Takei, un actor que durante décadas le ocultó a sus compañeros que era gay, asustado por la posibilidad de que si el dato era conocido le haría perder el trabajo y lo estigmatizaría. Recién reveló su verdad en 2005, cuando en una entrevista contó que estaba en pareja desde hacía 20 años con Brad Altman, a quien conoció en un gimnasio, y que había vivido durante toda su vida con mucha vergüenza, frecuentando saunas disfrazado y temiendo que lo reconocieran.
“Mientras grabábamos la serie, y nadie conocía mi homosexualidad, me acerqué a hablar en privado con Roddenberry y le pregunté si pensaba incorporar alguna historia con gays o lesbianas. Pero él me señaló que el episodio del beso entre Kirk y Uhura no sólo había sido censurado en estados como Louisiana, Alabama, Mississippi o Georgia, sino que en donde se emitió marcó pisos históricos de rating. Me dijo que él intentaba hablar con sus guiones de conflictos como los derechos civiles, la guerra de Vietnam o la Guerra Fría, pero que si iba a hablar de la cuestión gay, iba a terminar fuera del aire y sin espacio para hablar de todo lo demás”, reveló Takei en una entrevista de 2015.
Roddenberry se animó a hablar públicamente de su homofobia en 1991, cuando reconoció en una entrevista que “mi actitud hacia la homosexualidad cambió porque llegué a la conclusión de que estaba equivocado: nunca hostigué a nadie por ser gay pero sí usé palabras como ‘puto’ como algo gracioso, algo que ahora cambié”. Ese mismo año Leonard Nimoy, quien se ponía en la piel del vulcano Spock, escribió una carta abierta en la que aseguró que “es totalmente esperable que gays y lesbianas estén a bordo del Enterprise sin necesidad de que eso sea un factor melodramático o de compasión”. Sin embargo, nunca pasó.
Gays a la fuerza
A la serie original y una continuación animada le siguieron cuatro más, La nueva generación, al aire entre 1987 y 1994; Deep Space Nine entre 1993 y 1999; Voyager entre 1995 y 2001 y Enterprise, entre 2001 y 2005. Juntas, sin contar una decena de películas de variopinta suerte en taquilla, suman más de 700 horas de ciencia ficción futurista sin ningún personaje gay. Aunque existen especies asexuadas, sin género o que pueden ser consideradas queer, no hay putos ni tortas en el futuro (y sólo dos personajes que se insinúan bisexuales pero que pertenecen a una suerte de universo paralelo). Roddenberry había imaginado que Star Trek podía ser un espejo de lo mejor de la sociedad, pero al parecer para él y quienes continuaron su obra era un espejo que no reflejaba a todos.
El año pasado hubo un intento pueril de solucionar las cosas: en la película Star Trek: Sin límites -un intento por revivir la franquicia en las salas de cine revisitando la serie original que comenzó en 2009 y al que le queda aún un film más- se decidió que Sulu, el personaje que interpretaba Takei en los 60, tenga esposo e hijo. “Me pareció una pésima idea... Sulu siempre fue heterosexual, ¡cómo es que ahora de golpe sale del armario! Es algo muy desafortunado”, declaró el actor frente al caso. El resultado en pantalla efectivamente dejó mucho que desear: no sólo no hay ninguna trama en la que se hable del tema, sino que todo lo que se ve es una escena en la que personaje abraza a un hombre y a un niño, que los espectadores deben deducir que es su marido e hijo por lo que se habló en los medios.
Putos en órbita
Las cosas, sin embargo, podrían cambiar con Star Trek: Discovery, que se sitúa temporalmente una década antes de que Kirk se hiciera cargo del puente de la nave Enterprise. Quien está detrás del proyecto es Aaron Harberts, productor de series más modestas pero muy originales como Pushing Daisies y Wonderfalls. Harberts, un cuarentón gay nacido en el conservador estado de Iowa y fanático de la saga, está decidido a cambiar el futuro. Así, los personajes principales son mujeres, la intérprete afroamericana Sonequa Martin-Green y la actriz china Michelle Yeoh, y por primera vez habrá una pareja gay a bordo de una nave.
“¡No sé por qué se tardó tanto en llegar a esto! Te estoy siendo muy sincero: no tengo una respuesta para esa pregunta. Supongo que a veces uno intenta e intenta pero no salen las cosas como las planea. Y no es que hacer televisión tenga tantos secretos: uno tiene una idea, alguien la aprueba y se la lleva adelante. Obviamente en todos estos años eso no sucedió”, le contó a SOY el productor Aaron Harberts, a quien se lo nota muy entusiasmado por hablar de este cambio. Si bien es reticente a dar una explicación más completa al respecto, se inclina a pensar que quizá hayan tenido tanta responsabilidad los productores como los actores: “A veces uno puede escribir un gran personaje o una gran escena entre dos hombres o dos mujeres pero cuando se la acercás al actor, éste lo rechaza. Te sorprendería saber que son muy pocos los que incluso hoy se animan a llevar adelante papeles homosexuales, ya sea por miedo o por desconocimiento. Entonces no queda otra que desechar la idea, reescribirla o darle el papel a una mujer”.
Harberts es también consciente de otra discusión que atraviesa la industria audiovisual en los Estados Unidos: quién debe interpretar esos roles. Es un debate que se abrió entre organizaciones y medios el año pasado cuando el actor Jeffrey Tambor ganó su segundo Emmy por su interpretación en la serie Transparent pero usó su discurso para pedir que galardones como el suyo no existan más. “Por favor, dénle una chance a los talentos transgénero. Que puedan tener audiciones, que puedan contar su historia. Y, por último, me harían muy feliz si yo fuese el último actor cisgénero interpretando a una transgénero femenina en televisión. Tenemos mucho trabajo por delante”. De este modo, se unió a las numerosas voces que condenaron que intérpretes como Eddie Redmayne o Jared Leto se hayan puesto en la piel de personajes trans en películas como The Danish Girl o Dallas Buyers Club. Frente a esto, Star Trek Discovery tendrá a actores homosexuales poniéndose en la piel de personajes homosexuales.
“Para nosotros es central que los personajes gays los interpretaran actores que públicamente sean gays. Y eso fue dificilísimo porque seguimos viviendo en una época en donde la mayor parte de las actrices y actores tienen miedo de salir a la luz”, confesó Harberts, quien sin embargo dio con una pareja perfecta, el risueño y albino Anthony Rapp y el musculoso afropuertorriqueño Wilson Cruz. El primero tiene una larga experiencia en el teatro musical y se hizo conocido por ser el Mark Cohen de la versión más popular de Rent en Broadway, además de actuar en la versión de Hollywood. Cruz también tiene experiencia con comedias musicales pero muchos lo conocen hoy por ser el abogado de la familia Baker en el drama de Netflix 13 Reasons Why.
Mientras Rapp se pone en la piel del Teniente Paul Stamets, quien descubre una misteriosa propiedad de ciertos hongos que podría significar una ventaja competitiva en medio de una guerra estelar, Rapp interpreta al Doctor Hugh Culber, encargado de la salud a bordo de la nave. Ambos actores se sentaron con Soy para charlar sobre las expectativas creadas alrededor de este cambio. “Pasaron doce años desde que terminó la última serie de Star Trek y supongo que en este tiempo vimos muchos cambios y hoy se animan más. Nadie puede negar que hay una deuda de la saga con la comunidad LGTBIQ, que quizá no fue voluntaria, pero esa deuda está y no puedo dejar de señalarlo siendo yo mismo un activista por nuestra visibilidad y nuestros derechos”, explicó Rapp. Cruz, en cambio, tiene una explicación bastante más terrenal: “Supongo que años atrás es inevitable que los productores pensaran que algunos anunciantes iban a reaccionar mal frente a una situación así. Pensemos en lo que sucedió en Treinta y pico -una serie que estaba al aire a fines de los 80, en la época de La nueva generación- hubo una escena en la que dos personajes hombres aparecieron sin remeras y sentados en la cama, charlando. Ni siquiera se tocaban, pero generó tal revuelo que hubo un boicot de varias marcas. Creo que varios programas de ficción tomaron nota de eso”.
“La situación cambió mucho y me parece que lo más interesante de nuestros personajes es que, siendo los primeros gays en pantalla, no tienen un arco argumental en el que descubren sus sentimientos o se enamoran, sino que ya los conocemos en la cotidianeidad de relación, viviendo juntos, compartiendo algunos aspectos de sus trabajos”, describió Cruz. Rapp también se mostró seguro de que esta es la mejor manera de presentar este tipo de historias: “Tanto Wilson como yo somos actores fuera del armario por mucho más que una década, entonces no nos resulta raro el hecho de representar a personas que en sus trabajos se muestran como son”.
Aaron Harberts incluso acompañó a Soy a la imponente escenografía montada en uno de los estudios más grandes de la ciudad de Toronto, en donde se filma la serie, en donde se crearon escenarios icónicos para la saga, como el puente de la nueva nave, la sala de transportación o la enfermería. Allí, mostró entusiasmado la habitación que comparten los personajes Stamets y Culber, con una cama matrimonial que domina la escena, un pequeño living y un amplio baño. “Me encanta que podamos mostrar algo tan cotidiano como a los dos lavándose los dientes y contando cómo fue el día de cada uno. No vamos a tratar como una gran cosa que dos personajes sean gays, lo cual constituye, por supuesto, una manera de tratar el tema. Cuando vi la escena de Sulu en la última película, en donde abraza a su marido y su hijo luego de no verlos por varios meses, fue tan decepcionante que para mí fue como si estuviese abrazando a su hermano y a su sobrino. Vamos a cambiar eso”, explicó, mientras se miraba a sí mismo en el espejo de este baño futurista de utilería. Por primera vez, en más de medio siglo de Star Trek, un puto encontraba su reflejo.