Es enero, son las 8 PM y el calor no abruma. Es enero del 2024. Es viernes, en Mar del Plata y la noche, de a poco, empieza a cooptar el cielo, las nubes se despejan y la temperatura baja. Estamos en los primeros días del año, el comienzo es real y entre tanto decreto de “necesidad” y “urgencia”, con el que el gobierno amenaza, pareciera que la necesidad verdadera de escapar con la mente o con el cuerpo se vuelve más presente. 

Después de comer pinta girar la calle para ver dónde podría caer unx a romperse un rato. El fresco acompaña y el centro está oscuro. En Avenida Colón pasando la plaza  está la X, como le dicen lxs locales a Éxtasis Disco: un club nocturno y queer al que se entra bajando por unas escaleras que llevan a un sótano. La X vive ahí abajo, entre paredes medio trash, medio derruidas. En la puerta hay una X enorme de neón violeta. En la barra hay chicos con musculosas de morley al cuerpo.  

Este viernes sale mucho speed con champagne o speed con vodka. Hay strass en los rostros y zarpado calor o zarpada humedad. Hay lentes negros que se iluminan por flashazos de selfies que se entrecruzan con el parpadeo de una luz láser verde y un nubarrón de humo ficticio. Una marginalidad glam colma la X. Nos saca de un infierno que se derrumba, el de afuera, y nos hace arder en otro infierno que se construye ahí, cada vez que los relojes pasan la medianoche.

La noche de La Feliz se pinta de glam queer


Federalismo queer

A las 2 AM unas drags toman el escenario que se ubica en el centro. El tiempo cronológico se rompe, lo irreal deja de ser delirio escuchando a estas performers que disparan con palabras al público. Estando en otra ciudad, el disfraz se modifica. Ellas preguntan de dónde somos lxs que estamos y esta vez hay gente de Salta, Santiago de Chile, San Juan, Buenos Aires, Paraguay, Mendoza y Olavarría. Un federalismo queer parece ser el código más puro de la X.

Algo nos lleva y nos junta, debe ser el intento desesperado de sentir la fiesta como un paréntesis del día. Cierran su show las dragas y arrancan a sonar dos djs que se disputan el ritmo. Todas las canciones rompen los bajos de los bafles y salen en sus versiones sped up: bancadas por un bombo en negras más sacado, que machaca y punchea la disco entera. La cumbia es clave ynos rosquea a todxs, pone los cuerpos en un estado desposeído. Ya a las 3AM, un montón de pibes bailan sin remeras bajo una euforia o con intenciones de dar un paseo al dark room. Nosotrxs estamos sin señal, no podemos comunicarnos con “el mundo” de afuera. En el medio de la pista hay dos caños y una jaula, todo está repleto de gente que vibra arriba y sacadita. Una sinergia del deseo desciende desde un paraíso superior. 

El quilombo tiene pulsión de muerte o de vida. De la nada nos hacemos amigxs de cuatro chicos con pelos perfectos y remeras blancas 0km. Uno nos cuenta que se enamoró de un judío ortodoxo y otro nos dice que son de Azul y que ellos organizan la marcha del Orgullo de allá, que va a ser este 13 de enero. Nadie logra escucharse demasiado, solo son balbuceos de la fiesta, raptos de palabras. Los oídos se saturan, un calor sin luz o con luz negra aplasta. Lxs demás exudan y la X se estalló.

Decidimos salir a respirar y caminar un toque, tomarnos el palo pero para seguirla. Son como las 4 AM y agarramos Corrientes a la derecha, a media cuadra llegamos a Moreno. Ahí doblamos a la izquierda y pateamos cuatro cuadras más. Estamos en Moreno 2736, la puertade Nevermind. En las calles vimos fantasmas que afanaban, policías, patrulleros, luces blancas y azules; un poco sentimos la mugre y la calentura como un deseo acribillante. Dentro de este otro antro, la música insiste. Nos metemos de una, como si fuésemos una generación de chispas que odia irse a dormir temprano.

Nevermind

Under punk futurista

En Never hay una pista abajo y una pista arriba. En la de abajo, hay un escenario, un caño y a modo de visuales están proyectando, sin sonido, la película 8 femmes de François Ozon. El clima en Nevermind es más under-punk. Un fulgor de múltiples identidades, lo define. Todas las tribus urbanas conviven, en armonía, en los pasillos de esta cueva lóbrega. Hay cruces y miradas. Algo del arte, la vida y el sexo recorre este espacio como una actitud contestataria a cualquier molde. Nos acercamos a la barra a comprar más birras aunque exhalemos un aliento infernal a cerveza. Parados en la fila no dejamos de hablar giladas. 

Mientras esperamos, una piba medio dark, medio emo nos dice que Never es su segunda casa. Le creemos. Nos atienden, pedimos unas latas y cuando estamos por pagar de repente vemos, solo, sentado y tomando whisky, a un escritor argentino al que conocemos. Lo saludamos y nos cuenta que es su primera noche en Mar del Plata y que tenía re junado al lugar, que hace tiempo venía con ganas de Nevermind. Lo llevamos hasta el baño y cada uno mea en su mingitorio. Mientras nos lavamos las manos le aclaramos: este lugar es un sueño y es una pesadilla.

En la pista de arriba, una escultura, que es un rostro semi desmoralizado, nos mira y nos vigila la locurita. Está puesta al lado de un televisor de tubo apagado. En Never hay objetos sueltos y tirados sin funcionamiento. Una detención tiembla, como un freno de la vida. A eso de las 5 AM caen un montón de pibitxs. Nos increpan y nos cuentan que vienen de intentar colarse en una rave y que no lo lograron. Se unen a nosotrxs. Una piba más sacada, con ojeras y rouge, se acerca y grita: Cogeme. Cogeme primero a mí y después a él. 

Lxs demás estamos tan detonadxs que lo único que podemos hacer es movernos. El escritor, entre ritmo y ritmo, nos comenta: esta es la verdadera vanguardia, es como si estuviésemos entre San Pedro y el Bronx; ni idea dónde estamos. Y es cierto, un giro estético y desubicado recorre los túneles de Nevermind. En un momento, una canción de Fun People, que se llama Derecho a techo, suena a todo volumen y se nos viene directo Ioshua y su Clasismo Homo [hay un texto en ese libro que lleva por título el nombre de esa canción]. Ioshua ahí se pregunta: ¿Dónde queda la política multicolor cuando unx de nosotrxs muere en las calles? Hay algo en Never que es menos glitter que la X, y ese brillo que se opaca pareciera estar respondiendo contra una posible estetización del ser gay, o como una militancia reaccionaria al uso marketinero de lo queer, lo que algunos nombramos como el puto macrista. 

Acá se deshace la figura mainstream del puto que se construyó desde la tele. El puto en Never se vuelve un resentido, como una violencia contra la opresión. Es bueno recordar(nos) que en Mar del Plata operan, desde hace algunos años, varios grupos de neonazis apoyados por ciertos dirigentes políticos de la propia ciudad. Y entonces la existencia de estos espacios, que arman la escena nocturna y alternativa, más cercana a la clandestinidad, se vuelve imprescindible y vital. Lugares como estos forman una resistencia amparada en el quilombo, una oda a la joda como una fuga al fascismo que se entrama en la narrativa social. 

Tanto Never como la X destilan desobediencia. Ambos clubes construyen un posible sueño para nosotrxs: lxs inconformistas que nos cabe el mar, la noche y la manija pero que nos negamos a caer a cualquier boliche careta y paki en Playa Grande, donde los desiertos de la normatividad operan hasta el techo y más allá. Ya no sabemos qué hora es, de todos modos no dudamos y encaramos directo a buscar más alcohol. Camino a la barra, vemos la puerta de Nevermind: notamos que desde ahí se van filtrando un par de rayos de luz clara. Ojeamos el teléfono, son las 7 AM. Es de día y alguien grita: nos vamos para Entre Ríos al 1660, que ahí la seguimos. Hay un after y, evidentemente, hoy nadie duerme. Salimos a la calle, lugar de donde venimos, una y otra vez, y caminamos. Somos una banda de gente atravesando las cuadras. Estamos hermanadxs, concentradxs en seguir vivxs, arraigadxs a una convicción utópica. 

Cruzamos la Plaza Colón y, de lejos, vemos el mar. Por un segundo, notamos que ya no es claro dónde termina la tierra y dónde empieza el cielo. El sol está más loco que nunca, nubla la retina y parece decirnos algo. Caminamos como en una marcha infinita. En la tracción del avance, el mar también parece querer decirnos algo. Para nosotrxs, nos están pidiendo que aceptemos, con dicha y amor, que la fiesta es necesaria, que toda pista es política y que perder la cabeza, aunque seaun rato, como dijo Rebecca Solnit, es una rendición placentera. Porque viviendo la noche nos damos una tregua, maldita y piola, al ancho de este mundo.

Nevermind abre sus puertas en Moreno 2736 y Éxtasis Disco en Corrientes 2044. Ambosclubes se ubican en la ciudad de Mar del Plata.