El discurso de Milei fue pobre y claro. La clave es la velocidad. La casta es lenta, como lenta es la velocidad de los cuerpos que procesan la desposesión. Veloz en cambio los movimientos de un capital que se mueve cada vez más según la maximización de la ganancia. Ahí donde no hay poder institucional que lo apoye Milei acude al recurso de la aceleración y a la metáfora teológica.
La adopción de modales revolucionarios son caricaturales, en tanto que lo que se busca es consolidar la redistribución regresiva de riquezas y de poder social más escandaloso que hayamos conocido en democracia.
El presidente lee bien las líneas de enemistad surgidas de la última elección: contra los partidos políticos, sindicatos y organizaciones piqueteras. Y anuncia una cita para conformar un pacto nacional para el 25 de mayo en Córdoba.
El programa que ofrece para sancionar dicho pacto consta de 10 puntos previsibles: 1. Defensa de la propiedad privada, 2. Equilibrio fiscal, 3. Ajuste radical del gasto público, 4. Reducción de impuestos, 5. Cambios en la coparticipación federal, 6. Avanzar con el modelo neoextractivo, 7. Reforma laboral, 8. Reforma previsional que incluya el sistema privado, 9. Reforma política para mejorar representación, y 10. Apertura del comercio internacional.
Desafió a los gobernadores a pactar ese plan a cambio de alivios fiscales y acuerdos políticos. El programa de la revolución destinada a profundizar un neoliberalismo en crisis está planteado: la velocidad, busca constitucionalizar las reformas reaccionarias, y el pacto pretende otorgarle la institucionalidad que no logró con el DNU ni con la ley ómnibus.