Hay muchas profecías sobre la ciudad de Bahía Blanca. Una de ellas -dice Helen Turpaud- asegura/augura “una ciudad fascista. Hay que terminar con esa profecía autocumplida”. Los poemas de Helen torsionan esa inevitabilidad e intentan quebrarla, fracturando la linealidad de las equivalencias: “Esto es igual a esto. Pero también es igual a este otro, y a esto otro”. 

Docente de escuelas de la Universidad del Sur, militante feminista, lesbiana, fotógrafa, viajera y montañista, Helen Turpaud nació en 1976 y en los 90 no le interesaba nada la política. Su lengua materna es el inglés y la paterna, la biología y la agronomía. No le gusta hablar del viento de Bahía Blanca, reiterativo y profético. Sí de las bandadas de loros barranqueros que no la dejaban escuchar las clases de griego y de latín, y que hoy se cuelan en los poemas. “Sonidos inarticulados, el ruido de los bárbaros, es una voz que quiero que se escuche”. El lesbianismo aparece como tejido biológico en algunos poemas: “Las abejas sirven el polen en bandeja al estigma de las flores /pero eligen para sí mismas/ la partenogénesis/ unas/ solo ellas/ y de repente otras/ nosotras/ una sexualidad oblicua/ no tienen familia”.

Las evidencias de la profecía sobre Bahía Blanca están diseminadas por el camino. A cinco minutos de camino cualquier ciclista tropieza con La Escuelita, campo de concentración y de exterminio durante la última dictadura cívico-militar, o con el frente del Comando Quinto Cuerpo de Ejército, o con la cercanía intimidante de la Base Naval más grande de América Latina. Helen busca astillar ese camino. Conoce en un seminario a la poeta Alicia Partnoy, sobreviviente de La Escuelita. Helen -que pegaba poemas en los postes de luz con la cooperativa de poesía El Calamar, porque no se atrevía a publicar- no puede escribir una monografía y ensaya un poema: “quizá algún día inventen dispositivos que permitan hacer emerger de las profundidades oceánicas a todos los cuerpos sanos y salvos”. Torcer la profecía. Y a áquel siguieron otros poemas. Y la necesidad de publicar para que hable la lengua bárbara, que “se orienta por el sonido igual que los murciélagos”.


lejos de lo silvestre 

me interno en el metro de París a cuarenta grados de temperatura 

suficientes para corromper una naranja en un solo verso 

calculo que a razón de ochenta segundos por estación 

llegaré a destino en unos diez minutos 

salvo que todo esto de repente deje de funcionar 

si no hubiera subte porque no han cavado aún los túneles 

porque no han inventado la electricidad 

ni han calculado la velocidad que puede adquirir una fila 

de vagones sobre rieles o aunque sea 

inventado el plástico o aunque sea 

probado otros materiales 

no han talado un solo árbol 

para hacer asientos ni carteles 

la madera no conoce todavía la horizontalidad del verso 

y no ha sido aún pulida 

o porque no llegamos a la era industrial ni es necesario 

trasladarse horas para llegar al trabajo 

cuando todavía no se ha puesto en marcha 

el primer 

reloj 

un devenir técnico tallado desde las cavernas 

más ansioso que las mutaciones vegetales 

más laborioso que un enjambre de insectos 

(en la actualidad las abejas obreras ya no sufren la autoridad de la abeja reina 

caída la monarquía 

26 ahora se encargan de oprimir a las obreras 

los propios obreros) 

calculo todos los mundos que deberíamos abastecer 

si hoy fuera el primer día de la tierra 

cuántas hecatombes adeudaríamos a las deidades 

cómo haríamos para volver a cantar la épica por primera vez 

 

son números perdidos para siempre 

soy un cuerpo impreciso: 

todo exceso de detalle imprime una ficción más 

pero reconocemos 

que hay toda una enumeración 

que nos precede 

cómo haría yo 

cuánto tiempo tardaría 

cuántos muertos tendría que dejar atrás 

qué poder tendría que arrebatar para hacerme 

de los medios de producción o del trabajo esclavo 

para construir lo que me permita ser 

(hoy) 

una turista en una ciudad demasiado grande 

y creerme que tengo un destino 

a tan solo diez minutos bajo tierra 

la boca del subte habla cuerpos que salen disparados 

y por fin libres

angostando los párpados después de tanto tiempo sin ver el sol 

nunca volverán a encontrarse tan precisas 

las mismas personas 

en el mismo punto del universo 

las raíces hienden el suelo con empeño 

se expanden y horadan 

ramifican la sed y desbordan la fronda 

27 hervidero de panal 

verano bajo tierra 

o las abejas 

somos otras 

siempre huyendo de los hexágonos tan perfectos 

de nuestra casa 

Tonos de verde (editorial Hemisferio Derecho) se presenta el sábado 28 de octubre a las 18, en la Casa de la Cultura, Alem 925, Bahía Blanca. Acompañan: Mario Ortiz y Laura Forchetti.