Un hombre les prendió fuego con una bomba molotov a cuatro mujeres de entre 40 y 50 años, en una habitación en el primer piso de un hotel familiar ubicado en Olavarría al 1600, entre Isabel La Católica y avenida Montes de Oca, en el barrio porteño de Barracas. Con toda premeditación, el agresor arrojó la molotov hacia una de las camas. Luego intentó suicidarse sin lograrlo, cortándose el cuello con una sierra pequeña. Ocurrió el lunes 6 a la 1 de la madrugada.
Los inquilinos del hotel consideran evidente que las cuatro mujeres eran lesbianas y que por esa condición las atacó el hombre, de 68 años. Por lo que se trató de un crimen de odio.
Al cierre de esta nota, una de las mujeres (Pamela C.) había fallecido en el Hospital de Quemados, otra (Mercedes F.) permanece en gravísimo estado en el mismo nosocomio, una tercera (Andrea A.) en igual estado en la Unidad de Terapia Intensiva del Hospital Penna, y la cuarta víctima (Sofía C.) se encuentra internada con quemaduras en rostro y manos. También hubo otros inquilinos afectados por inhalación de humo, entre ellos una embarazada, que se recuperan en el Hospital Argerich. El agresor, de nombre “Fernando”, está detenido y se recupera de la herida autoinfligida.
“Dígame qué tienen que hacer cuatro mujeres solas en una habitación”, dice un inquilino del hotel, entrevistado por Soy, como justificación del criminal.
El hombre de unos 60 años explica que vive solo, paga por mes y no lleva mujeres “porque a todas les interesa la billetera y a mí me gusta dejar todos mis valores a la vista. Aunque me gustaría encontrar a una mujer para llevar de vez en cuando, que no tenga interés en la plata. Pero no hay ninguna”, sentencia. A varios de estos hombres mayores les despertaba inquietud y rechazo que cuatro mujeres vivieran juntas en una pieza, y no cumplan con sus expectativas de compartir la vida con hombres.
En un clima de época donde los discursos de odio se desparraman por doquier y pareciera que en muchos aspectos se intenta que la población argentina retroceda a ideas represivas habituales en la vida cotidiana durante la dictadura de 1976, uno de ellos se sintió habilitado a terminar con las vidas de estas mujeres.
En los últimos 15 años, los avances en materia de leyes de género y educación sexual integral, muchos de estos hombres socializados en el paradigma patriarcal y heterocisexista se contuvieron por miedo a ser castigados por sus conductas abusivas y violentas, pero ahora se sienten habilitados, como un resorte que impulsa a un junco a su posición “de siempre”.
“¿Por qué estas mujeres se niegan a obedecer y a ser ‘como se debe’? Las voy a corregir para que todas vuelvan a obedecernos y a prestarnos los cuidados y servicios que merecemos por el solo hecho de haber nacido hombres”, sería la clave y el móvil de este crimen.
Este hotel ubicado en la zona comercial de Barracas carece de matafuegos. Las condiciones de vida son las habituales de muchas pensiones, inquilinatos y hoteles familiares. El baño y la cocina son compartidos y existe rivalidad entre los inquilinos mensualizados y los que pagan por día. Los mensualizados se quejan de la falta de seguridad y de que a la dueña le conviene alquilar por día porque les cobra mucho más caro a los inquilinos golondrina. Esta situación habitacional es corriente en la Buenos Aires de 2024, que además, a partir de la legitimación de los discursos de odio hacia las personas lgtbi+ en redes sociales y desde altas jerarquías gubernamentales, cada día tiene menos de gayfriendly.
La realidad dialoga de esta manera con quienes sostienen que es posible entrevistar a personajes que se hicieron famosos en las redes sociales por sus discursos homofóbicos haciéndoles las preguntas “correctas” y argumentándoles en contra.
Este crimen atroz, cometido con premeditación y alevosía ocurrió al día siguiente de este debate en las redes sociales argentinas, a raíz de la moda de realizar reportajes en los medios y por streamming a estos personajes violentos.