Avanza la causa contra Fernando Barrientos por el triple lesbicidio de Pamela Cobbas, Roxana Figueroa y Andrea Amarante y por el intento de lesbicidio de Sofía Castro Riglos. La fiscal del distrito de La Boca, Susana Calleja, solicitó tomarle declaración testimonial a Sofía. En base a los testimonios recabados con mirada prejuiciosa y sin perspectiva de género por la policía, el juez Edmundo Rabbione calificó el crimen como “homicidio agravado por alevosía y por haber creado un peligro común al provocar un incendio”, y al intento de lesbicidio de Sofía solamente como “lesiones graves”. 

La sobreviviente del crimen de Barracas ya fue dada de alta y se encuentra a resguardo en un domicilio seguro, conseguido a través de las redes de solidaridad feministas, barriales y lgtb+. A Sofía la acompaña en la querella la abogada Gabriela Conder. El estudio Conder estuvo a cargo de la defensa de Higui Dejesús, absuelta en 2022 por haber matado en legítima defensa a uno de los hombres que quisieron violarla y asesinarla a golpes por ser lesbiana.

“Este algo se trae”

En la madrugada del 5 al 6 de mayo, Fernando Barrientos (67 años) empuja una de las hojas de la habitación 14. La puerta estaba entreabierta porque Pamela y Roxana dijeron “este algo se trae”. (Barrientos las vivía insultando y tratando como basura porque eran lesbianas, y ellas se defendían contestándole mal y llamándolo “machirulo”). Algo presintieron, ya lo conocían bastante y lo vieron moverse de manera extraña ratos antes. Nunca se les pasó por la cabeza que lo que planeaba Barrientos era quemarlas vivas arrojándoles una bola de fuego que produjo un estallido (los habitantes del hotel pudieron oír el estruendo). La única sobreviente del ataque fue Sofía Castro Riglos porque su pareja, Andrea Amarante (sobreviviente del incendio de Cromañón en 2004), la cubrió con su cuerpo y entregó su vida por ella.

Hay casos que son intrincados, complejos de resolver. Y otros son de lo más sencillos porque está todo a la vista. En el antiguo hotel familiar Canarias vivía una pareja de lesbianas. Al tiempo llega otra pareja y comparten una pequeña habitación, de 3 x 2 metros. Algunos hombres en ese hotel empiezan a preguntarse “dígame qué tienen que hacer cuatro mujeres en una pieza”. Cuchichean, comentan. Algunos de ellos las acosan. 

Lo típico que les dicen a tantas lesbianas, ofertas para tener relaciones sexuales. Esas expectativas masculinas no eran satisfechas porque estas lesbianas no querían saber nada con ninguno de ellos. Entonces pasan a ser “las indeseables”, las que se defienden y ponen distancia con un “salí de acá, machirulo”. “Machirulo” no se le dice a cada hombre sino a los que tienen conductas machistas, a los que quieren mandar siempre a las mujeres y no respetan su voluntad. Así era la situación en el hotel de Olavarría 1621, plena zona comercial de Barracas.

El hombre al que llamaban “machirulo” (y por ahora, a través de las preguntas que hizo la policía, puede saberse solamente de uno, pero quizá fueran más) les prende fuego. ¿Qué diría el sentido común de este caso, en primer lugar? ¿Qué fue una pelea común y corriente entre vecinos?

¿Que va a investigar la policía cuando toma declaración a los habitantes del hotel? Si las mujeres eran “conflictivas y se buscaban líos”. No se les ocurrió (o no quisieron) preguntar si alguien les tenía inquina porque eran lesbianas o si a alguien (o más de uno) de por sí les parecía mal que dos parejas de lesbianas o de mujeres compartieran una habitación.

En cambio si siguiéramos la línea de razonamiento de “inquina hacia las lesbianas”, resulta fácil distinguir quiénes detestaban a Pamela, Roxana, Andrea y Sofía. Los testigos que cargan las tintas en que eran “conflictivas”. Hombres todos, excepto la esposa de uno, que no lo desmiente. Uno cometió el crimen, pero cuántos las detestaban y fueron las corrientes de aire de esa hoguera.

El juez Edmundo Rabbione se toma de estas declaraciones transcriptas por las fuerzas policiales y dice que se trató de homicidio con alevosía (porque las mujeres asesinadas no tuvieron posibilidades de defenderse) y cometido con un medio que puso en peligro a todos los que vivían en el hotel. Y que el agresor solamente quiso lesionar a Sofía, no matarla (“lesiones graves”). Y que el móvil fue la mala convivencia.

Graniza, será que volcó un camión con rolitos.

¿Nadie quiso matar a Sofía Castro Riglos? 

Pongámosle que esta calificación del crimen horroroso de Barracas sea provisoria porque aún no constan en la causa los testimonios que señalen como móvil el odio a la orientación sexual de las víctimas. Pero es más que evidente y a todas luces que Fernando Barrientos tuvo también la intención de matar a Sofía Castro Riglos.

¿Serán cosas de esta época donde a alguna gente se le da por poner el país patas para arriba? ¿Para qué está el Código Penal? Un tal Barrientos mata a una señora que se llamaba Pamela Cobbas, y a la policía y al juez les parece que Pamela Cobbas no tiene nada que ver con otra señora que se llamaba Roxana Figueroa a la que este Barrientos también se le ocurre asesinar, y en el mismo acto mata también a Andrea Amarante, que vaya a saber por qué se pone delante de otra que se llama Sofía Castro Riglos para que no se queme. Son individualidades, no son dos parejas de lesbianas ni el asesino las seleccionó por ser lesbianas de entre toda la gente a la que le tenía bronca. Son las únicas personas “conflictivas” con las que se encontró en sus 67 años, la primera vez que decidió asesinar a 4 mujeres que de casualidad eran lesbianas.

Resulta que en el hotel Canarias nadie las miraba torcido ni les deseaba el mal por ser lesbianas a estas 4 mujeres. No, nada que ver. Son todos modernos en ese hotel y tuvieron ESI en la escuela. Y una no puede dejar de recordar el “te voy a hacer mujer, forra lesbiana” que le gritó a Higui Dejesús el líder de la patota antes de intentar violarla y asesinarla a golpes, patadas y empalándola. (Y no fue que la eligieron al azar, la conocían prácticamente de toda la vida). 

Pero Higui logró defenderse porque la lucha fue cuerpo a cuerpo y ella llevaba en el corpiño el cuchillo de jardinera. Las 4 lesbianas de Barracas presintieron que algo malo tramaba Fernando Barrientos, pero no tuvieron la mínima posibilidad de defenderse de un ataque semejante.

El Código Penal dice que hay delitos de odio por la orientación sexual. ¿No es más fácil leer todos los incisos del artículo 80 y llenar los casilleros correspondientes que tapar con fibrón negro los artículos que a uno no le gustan con fibrón negro? A veces las capacitaciones en el Poder Judicial no son suficientes. Hay moldes generacionales que cuesta romper y que a la primera de cambio pueden recomponerse con algún epoxi. Y de las fuerzas policiales, qué decir. Entre otras cosas su función es proteger la transmisión de la herencia a la vieja usanza. Estas cuatro mujeres/lesbianas no entraban en los parámetros a proteger y encima eran recontrapobres. No estaban en situación de calle porque colaboraron entre ellas y pudieron pagarse a los tumbos una habitación de 3x2 entre las cuatro.

Así estamos en este mundo donde buscan complicar las cosas más sencillas y transparentes.

Pero la causa por el triple lesbicidio de Barracas (más la tentativa de lesbicidio Sofía Castro Riglos, la única sobreviviente de estas dos parejas de lesbianas) recién comienza. Y esta única sobreviviente puede contar lo que tuvo que padecer ella y quizá también su pareja, Andrea, en ese hotel con esos hombres. No puede contar todo lo que ya venían padeciendo Pamela y Roxana, que residían allí desde mucho tiempo antes, porque no conoce tanto la vida de sus compañeras de habitación. Puede decir desde que ella fue a vivir al hotel Canarias. Y sí existieron ataques anteriores.

De más está decir que si entre las cuatro hubieran tenido dinero para alquilar una casa o un departamento, nada de esto habría ocurrido. De ninguna manera hubieran permanecido en un lugar donde sufrían acoso y sus vidas corrían peligro. No se trata solo de la debacle habitacional en la Argentina sino particulamente de la situación de las lesbianas de mediana edad y mayores de 60 sin recursos económicos, que tampoco cuentan con su familia, de la que fueron expulsadas por no ser heterosexuales.

Ahora vendrán las preguntas de la fiscal Susana Calleja. Y el juez Edmundo Rabbione dispondrá de nuevos elementos para mantener o modificar la calificación de esta masacre.