El presidente argentino estuvo ayer en la ciudad de Praga ¿Lo habrán llevado de visita al café Arcos? Allí acudía Franz Kafka de vez en cuando. Ricardo Piglia imaginó en su novela Respiración artificial una conversación entre el escritor y un pintor mediocre recién llegado de Viena que le susurraba imaginarios horrores futuros. Un austríaco llamado Adolf Hitler. Del futuro Führer habría recibido el judío checo la inspiración sobre una máquina de tortura que imprime la ley con letras de sangre sobre el cuerpo del condenado en "La colonia penitenciaria".
¿Habrán fastidiado al líder “libertario” con insistentes referencias al 100 aniversario del fallecimiento del autor de “Ante la ley”, que Europa celebra con ediciones y conferencias? Sería interesante imaginar a Milei leyendo La metamorfosis, texto que todos deberíamos volver a leer pensando en las transformaciones inesperadas que sufre un cuerpo -individual en principio, pero quizás también colectivo- en ciertas condiciones precisas.
“Milei en Praga” suena a fórmula. Una imagen en la que podrían sobreponerse dos actitudes opuestas respecto del mundo. En su novela El proceso el protagonista Joseph K es asesinado por dos ejecutores sin uniforme que cumplen la sentencia de un tribunal anónimo. El protagonista muere “como un perro” sin jamás saber de qué se lo acusa. Solo la vergüenza le sobrevive. En El Castillo el protagonista, K. -agrimensor y forastero-, busca ser reconocido por los señores para adquirir el derecho a vivir en ese país como extranjero, pero jamás estará seguro si ese castillo existe realmente ni hasta dónde se extiende. En Kafka la relación entre el sujeto y el mundo está mediada por el enigma, la niebla y la vacilación. Todo lo contrario podríamos decir del brutalismo de las extremas derechas en ascenso. Para ellas -Milei muy en primer lugar- la relación con el mundo debe ser despojada de todo misterio. Todo aquello que no se adapte al sistema de precios debe ser despejado motosierra en mano. La representación lineal de la realidad supone una certeza sin fisuras en un puñado de dogmas teóricos que deben ser impuestos a sangre y fuego. La certeza es universal, funciona para situarse frente Israel, Europa o Sudamérica. El sistema de precios no cuenta, por supuesto, como mero saber económico sino como modelo de comprensión del universo. Se trata de un saber que sobrepasa los límites de la producción de riqueza para alcanzar una definición última y total de todo conocimiento, toda moral y toda justicia humana y divina. El brutalismo está seguro de tener el mundo en sus manos, y diseña máquinas de crueldad para comunicar su relación con la ley. Si Kafka lamentaba las metáforas era en virtud de su interés por la vida como materia de indagación directa. Para él la frase ligaba de modo directo con afectos a indagar, y no con sentidos previos, ya supuestos. Todo lo contrario vemos en la retórica de la derecha extrema. Su rechazo al espesor de la vida se vuelve ostensible en la convicción de un sentido previo, un orden acabado y una representación final de capitalismo como realidad. Cuando la ultraderecha destruye la frontera entre discurso y realidad no lo hace de modo investigativo sino abolitivo. Elías Canetti escribió sobre la ultra sensibilidad de Kafka, de su rechazo de los poderes que actúan sigilosamente sobre la vida. Lo llamó “experto en poderes”. Quizás no sea éste más que un ejercicio inofensivo, pero pienso que en Kafka están los elementos -una descripción única sobre la desesperación, la humillación- que han sido relativamente poco pensados para entender todo lo que no se entiende del presente político. Quizás en Kafka encontremos pistas para desarmar el fenómeno Milei. Si así fuera, la fórmula Milei en Praga adquiriría otro sentido, ¿no?
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