Juan Martín Del Potro no eligió cuándo alejarse del tenis profesional. Fue todo lo contrario: su carrera se vio interrumpida de manera intempestiva cuando desfilaba en lo más alto, acaso en su máximo nivel histórico, y con aspiraciones factibles de luchar por la cima del ranking de la ATP.
Aquella fatídica fractura de rótula que sufriera en octubre de 2018, en el torneo de Shanghai, cortó de lleno sus ilusiones. Nunca más se recuperó y los dolores incluso lo aquejaron en la vida cotidiana. No pudo escoger cómo dejar el tenis pero sí tendrá la posibilidad de despedirse en un acontecimiento a la altura de su figura, con la vara acorde para el tenista argentino más destacado de los últimos 40 años: jugará nada menos que contra su amigo Novak Djokovic.
Este jueves se conocieron los detalles de "El último desafío", el partido que tendrá a Del Potro y al gigante serbio como protagonistas en una tarde soñada, en un abrazo de uno de los íconos del deporte argentino con el público de su país: será el 1° de diciembre en el estadio Mary Terán de Weiss del Parque Roca, con capacidad para 15.500 espectadores.
"Tengo un sueño: quiero jugar en Argentina mi último partido y me encantaría que vengas", le dijo Del Potro en el video del anuncio a Djokovic, quien respondió en español: "¿Me estás cargando? Obvio que vengo. ¿Para tí, en Argentina? Por supuesto que sí".
La venta de entradas
Las entradas para el duelo entre Del Potro y Djokovic, en una jornada que promete sorpresas y que comenzará al mediodía del 1° de diciembre, se pondrán a la venta en dos etapas.
Las localidades estarán disponibles primero en una preventa exclusiva para clientes de Santander del 17 al 20 de septiembre. Luego, a partir del sábado 21, se pondrán a la venta para el público general, ambas a través de Ticketek.
Cuando Del Potro lo anticipó
En abril de este año, en el marco de una visita que hizo en el Masters 1000 de Madrid, Del Potro habló de un eventual partido despedida, una posibilidad que ya había empezado a masticar en medio de las apariciones públicas que hacía en algunos torneos por su condición de figura.
En ese sentido el tandilense ya le había encontrado el gusto a recibir el cariño de los fanáticos y firmar autógrafos cuando camina por las entrañas de los mejores torneos del mundo, como lo hizo por caso, también, en el último Masters 1000 de Miami.
"Busco calidad de vida para estar bien, jugar al fútbol, sumarme al pádel, que hoy está muy de moda, pero todavía no puedo hacerlo. Ni hablar que ya en el tenis no puedo pensar. Pero estoy en una lucha constante por buscar médicos, buscar tratamientos. Vengo haciendo esfuerzos desde hace diez años. Me operé seis o siete veces la rodilla y siempre dije que era la última. Cuando fracasaba venía otro esfuerzo. Es inevitable para nosotros. Estoy en esa lucha y no sé cuándo voy a poder ganar. Es el desafío que me puso Dios en mi vida", reflexionaba entonces.
En las instalaciones de la Caja Mágica, el laberíntico recinto en el que se juega todos los años del torneo de Madrid, el ex número tres del mundo lanzaba una suerte de anticipación: "Hay rumores; me gustaría hacer un partido despedida, pero tiene que ser en buenas condiciones. La verdad es que el último partido en Buenos Aires me costó muchísimo. Por eso dije que tal vez era el último de mi carrera. Fue muy fuerte en lo emocional pero me costó mucho moverme".
Incluso antes, en junio del año pasado, en un evento ante la presencia de Página/12, el campeón argentino decía que no tenía sentenciado su paso por el tenis. “No tengo mi etapa en el tenis cien por cien cerrada, con llave y candado. En algunos momentos del día me siento un tenista activo. No veo videos como un tenista retirado. En mis redes sociales dice ‘tennis player’. Y lo quiero mantener. Es muy difícil el día después y, en mi caso, yo me preparo ahora. La vida me puso esto en el camino y no pude hacer un proceso: era el tres del mundo, me caí, me rompí la rodilla y todavía hablo con médicos para ver cómo puedo curarme. Me siento un deportista activo”.
La figura mundial y la lesión
Del Potro es, en una escasa pero abarcativa caracterización, una leyenda. Campeón del US Open en 2009 tras ganar una épica final ante Roger Federer, entonces número uno mundial y patriarca en las cinco ediciones previas, el tandilense también marcó la historia con dos medallas olímpicas, la soñada y tan esquiva Copa Davis para la Argentina y un total de 22 títulos de ATP en la mejor época del Big 3, conformado por Rafael Nadal, Novak Djokovic y el propio Federer.
"Haber ganado un Grand Slam en la mejor época del Big 3 tiene un valor especial. Ahora se habla del Big 3, pero entre nosotros en el círculo íntimo siempre hablábamos los cuatro fantásticos, porque Andy Murray siempre fue el más cercano a los mejores de toda la historia. Cualquier victoria contra ellos era de un valor impresionante; un Grand Slam puede sonar a poco pero no lo es. Yo siempre les peleaba y eso es suficiente", rememoraba Delpo.
Se sentó en la mesa de los grandes aun después de haber pasado ocho veces por el quirófano, primero por las muñecas y las últimas cuatro, entre junio de 2019 y marzo de 2021, por la dura fractura de rótula. Ya después de su último partido en Buenos Aires, en su noche de gratitud en el Buenos Aires Lawn Tennis Club en 2022, en busca de soluciones para su día a día también visitó Suiza para encarar un tratamiento y hasta se intervino una vez más en Barcelona.
"Mi retiro fue una decisión de mi cuerpo; fue una salida forzada del tenis. No fue algo preparado. Ahora vengo a los torneos de tenis y me siento bien; antes me costaba. No tengo claro lo de ser entrenador; disfruto mucho en mi casa, no tener una rutina y ni tener viajes. Me gusta mucho más estar con los jóvenes y poder transmitir las cosas que aprendí y las experiencias a los más chicos. Me gusta eso, aunque en algún momento puedo cambiar", profundizaba sobre el presente.
La certeza más cercana y acaso más anhelada, por lo pronto, será el esperado partido con su amigo Djokovic, una visita ilustre que no hará más que homenajear y agigantar la huella de un Del Potro que no merece menos que un último encuentro con su gente.