La etimología de la palabra investigación proviene del latín investigatio y esta de investigare, que alude a la acción de buscar, inquirir, indagar.

Lo que me interesa destacar es que a su vez remite a la palabra vestigium, que significa en pos de la huella o en busca de una pista.

Los romanos llamaron vestigium a las huellas de pisadas dejadas en la tierra o en la arena.

Entiendo que es el camino que debería seguir una investigación en psicoanálisis que pretenda indagar sobre las obras de arte y los hechos culturales, preñados de saberes inconscientes. Contribuyendo así a la comprensión de la subjetividad de nuestro tiempo y procurándonos una mayor sagacidad y amplitud de miras en nuestra práctica clínica.

Vestigios y huellas de aquello que de diferentes modos ha quedado excluido, escindido, reprimido o denegado del tejido simbólico que formó parte de una obra humana.

Esa recuperación o desciframiento busca incluir las piezas faltantes en ese puzzle. Abre nuevas interpretaciones y significados, así como también opera sobre la causalidad de la obra. Ilumina zonas oscuras de su origen.

En cuanto a que toda obra cultural habla hay consenso general. Habla de diferentes modos y en distintas lenguas y produce resonancias emocionales y cognitivas. Lo que me parecede batible es si podemos adjudicarle un inconsciente. Opino que es posible. Si consideramos al inconsciente transindividual no deberíamos asimilarlo solo al del artista. La creatividad del artista se nutre de su gran condición de médium de los factores inconscientes que transitan la cultura. El espectador capta estos de manera indirecta.

Lo que la dimensión inconsciente de la obra aporta a su apreciación entiendo que es el hecho de que inscribe en una distinta temporalidad, en una suerte de tensión dialéctica entre el pasado y el presente, los restos sobrevivientes de la cultura. Sepultados por las capas conscientes de sentido común. Poder vivenciarlos a través de una obra artística es lo que produce esa fuerte emoción que toca el cuerpo.

No me estoy refiriendo a ninguna eternidad (jungiana) sino que entiendo que paradojalmente la obra acarrea una temporalidad de doble faz. Una tensión que crea enigma. Pone al presente a contrapelo, utilizando la expresión tan cara a Walter Benjamin. O para decirlo más poéticamente también con sus palabras, las obras de arte son "traperos de la memoria". Se componen mayormente con retazos, restos sobrevivientes del tiempo. Jirones de memoria activa. Estos convocan a la interpretación conjetural. Los restos son restos cargados de fuerza emocional, no solamente de significado.

Esta manera de plantearnos la investigación en psicoanálisis, implica una constante atención sobre las resonancias que nos produce el material abordado.

Cuando Freud se encontró frente al Moisés de Miguel Ángel éste le habló con sus gestos. Cuestión que lo llevó a escribir su famoso texto a partir de las asociaciones que sabemos que ese encuentro generó en él. A otros seguramente les hable de otras maneras, llevándolos a confeccionar nuevos artículos, dibujar, pintar, componer música o dar conferencias. Entiendo que cuando una obra tiene valor de acontecimiento es porque posee la virtud de generar en el observador un nuevo impulso creador. Establece contacto de inconsciente a inconsciente. Se hace fuerza pulsional en el sujeto que se conmueve con ella. Investigar para el psicoanálisis está en estrecha cercanía con una tarea creativa.

Entramos de la mano del inconsciente en el terreno del símbolo y sus resonancias lúdicas y emocionales. Las obras de arte van transfiriéndose a lo largo del tiempo sus escondrijos. Migraciones de sentido y emociones humanas que cristalizan y se transforman en un nuevo arte cada vez. El arte hace del símbolo un material inestable.

La palabra castellana símbolo proviene de la griega symbolon, que significa la mitad de un nudillo que se entrega como muestra de identidad a alguien que posee la otra mitad. Juntas ambas componen un significado.

La investigación en psicoanálisis parte siempre de alguna mitad de la trama y busca encontrar la parte que le corresponda. Entiendo que se trata de una búsqueda y como tal nunca encuentra exactamente lo buscado, pero en lo que encuentra, aun y con su faltante, configura un nuevo entendimiento, hace un nuevo nudo. Hace symbolon pero no identidad.

Como se intuye, nos estamos inmiscuyendo con el deseo de saber, que siempre es erótico. Las dos partes del symbolon buscan el acoplamiento perfecto, pero nunca encajan a la perfección. No encajan, pero hacen borde. Es por el borde como el deseo aborda a su objeto. De esta misma manera el analista se propone abordar una obra cultural.

Hay una historia relatada en la Apología de Sócrates de Platón. Dice que la pitonisa de Delfos declaró un día que Sócrates era el más sabio de los hombres. Esa afirmación perturbó a Sócrates, quien luego de cavilar un tiempo llegó a la conclusión de que era lo que quiso decir el oráculo.

Y dijo entonces, “al menos en una pequeña cosa soy el más sabio, en que no pienso que sé lo que no sé”.

Toda investigación debería partir de este presupuesto.

Agrego que una investigación en psicoanálisis debería decir también que no se sabe todo lo que se piensa ni que se piensa todo lo que se sabe. La oposición entre saber cognitivo y saber inconsciente debería quedar entonces cuestionada.

Luis Vicente Miguelez es psicoanalista.