En la tierra del pogo más grande del mundo, no hay “registros oficiales” de que esa explosión de algarabía y felicidad colectiva que, como un tornado rockero, surge en los conciertos, haya sido causa para que se pare un show. Y menos aún, que el recital se haya detenido para pedirle a uno -sí, a uno solo- de los participantes de ese ritual que parara un poco la mano; que baile y se choque contra el público pero que sea algo más civilizado en su accionar, digamos.
Sin embargo, el ministro de Desregulación y Transformación Federico Sturzenegger, quien la semana pasada -seguramente por el ímpetu ajustador que trasluce- fue invitado por Kristalina Georgieva a integrar las filas de un consejo del FMI destinado a diseñar programas para dejar a los estados nacionales más secos que el orégano, dice que en su adolescencia rompió con las reglas conocidas del pogo.
Criado en La Plata, hincha de Gimnasia aunque la propia parcialidad tripera lo quiera poco y nada, el hombre que milita el ajuste del Estado desde que asomó a la vida pública, se avino a contar anécdotas de su juventud platense en un streaming de la ultraderecha.
Según el ministro, ni Luca Prodan soportó su potencia adolescente cuando hacía pogo. De acuerdo al relato de Sturzenegger, el rayo romano le pidió un poco de mesura en su baile. Sí, Luca Prodan le pidió a Federico -dice Federico, claro- que se portara bien, que no hiciera tanto lío. ¿Acaso un presagio de los males por venir?
Fanáticos de Sumo que peinan canas, que vieron a la banda en vivo y que tuvieron algún trato con sus músicos y en especial con Luca, descreen un tanto de la anécdota del ministro ajustador.
En los inicios de la banda, Luca -por ejemplo, en la disco Einstein rompía moldes del rock argento a fuerza de post punk y reggae y a la vez hacía añicos la típica postal melancólica rioplatense, colgándose cabeza abajo de los tirantes del techo del local. “Soltate con wellapon”, decía Luca y repetía cada vez que podía que en la Argentina hacía falta más libertad.
En el programa que hace por streaming el influencer libertario Gordo Dan -aquel que se postuló como líder del brazo armado de Milei-, Sturzenegger estuvo como invitado hace apenas días y habló de sus gustos musicales. Lejos de mencionar algún género acorde a su cheta estampa, reveló una juvenil predilección por el rock, y dijo haber sido seguidor de varias bandas nacionales de la década del 80, cuando aún tenía “mucho pelo” y seguramente ni soñaba con sus andanzas financieras ni con sus profundas incisiones como cirujano del Estado.
“En La Plata, donde crecí, había un boliche que se llamaba Metrópolis. En ese lugar vi tocar en vivo a Los Abuelos (de la Nada), a Virus y a Soda Stereo. Era un lugar muy chiquito, con un escenario que no tendría más de 1 metro y medio de alto”, contó el ajustador.
Entusiasmado con sus recuerdos, siguió gallardo y envalentonado con su relato y lanzó una socarrona frase que sorprendió hasta al mismísimo Gordo Dan: “Una vez Luca (Prodan) tuvo que parar un recital por mí”.
“¿En serio?”, quiso saber más el médico santiagueño y ahora guía digital de la ultraderecha. “Sí, sí”, le contestó el ministro, con orgullo. Y hablando de llevarse cosas, confirmó a ese episodio “como una cucarda que me llevo”.
El choque verbal con Luca, según el ministro fue así: “Una noche tocaba Sumo y yo estaba pegado al escenario. Yo era alto y tenía el pelo largo. Me puse a hacer pogo y Luca Prodan frenó (el tema) y me dijo: ‘Flaco, pará, pará un poco; aflojá un poco’”.
Rolo Gutiérrez, reconocido en el ambiente sumero como el Fan número 1 de la banda y que, con los años, se convertiría en asistente de Sumo, pone en duda la anécdota. “Luca nunca hacía eso; los punks se peleaban y él decía que estaban jugando… Un show se cortaba solo si el ambiente se ponía muy espeso, si empezaban a volar objetos que podían lastimar a alguien, pero por un pogo nunca vi que se paraba un show ni que pasara nada”, le cuenta Rolo a Página/12.
José “Pino” Fabbro, el fotógrafo que retrató el primer show de Sumo (El Palomar, 1982), siguió por diversos rincones del under a la agrupación de Hurlingham en su rol de asistente técnico. Fabbro cuenta a este diario que nunca vio a Luca parar un recital por más picante que se pusiera el show. “A Luca le tiraban cosas o le manoteaban los anteojos, como pasó en una de las primeras presentaciones en el Einstein, y no hacía parar a la banda, el show seguía siempre”.
Sturzenegger contó la anécdota inflando el pecho, recordó que tenía mucho pelo, que era alto, joven y fuerte, pero las redes sociales no parecieron creer mucho en su testimonio y se llenaron de memes que lo pusieron en ridículo.
“Mejor no hablar de ciertas cosas”.