Ni el más talentoso guionista hubiera podido imaginar un desenlace tan perfecto. Tan mágico. Tan... cinematográfico. Ni el propio Diego Schwartzman, que afrontó el último torneo de su carrera en el Argentina Open, en la edición del 25° aniversario, en condiciones anómalas para un tenista: sin pretemporada, semanas después de disfrutar de sus primeras vacaciones como adulto y con apenas un partido en seis meses.