"Todas las preguntas giraban en torno a mi peso, mi estatura y los detalles sobre un cuerpo pequeño". Las palabras pertenecen a Diego Schwartzman, el hombre que dijo adiós y que, pese a su talla por debajo de la media en un mundo de gigantes, se las ingenió para escribir su nombre en la historia del tenis argentino pese a que los pronósticos de su crecimiento lo colocarían en clara desventaja respecto de sus rivales.
El estadio principal del Buenos Aires Lawn Tennis Club, el más relevante del país, en el Argentina Open, el certamen más tradicional de Sudamérica, fue el escenario elegido para colgar la raqueta, una decisión que ya había anunciado en mayo de 2024 y que procesó con la pericia y la inteligencia con las que desarrolló su carrera como tenista profesional. Pero sus planes fueron jugar para dar el mejor espectáculo posible sin preparación, sin pretemporada y con apenas un partido jugado en seis meses. Pero ganó: la nafta le dio para vencer a un número 40 del mundo como Nicolás Jarry.
Este jueves, con un día de demora por aquel épico triunfo en la primera ronda, por fin llegó el emotivo adiós. "Hoy ya puedo decir que estoy oficialmente jubilado; mañana me van a llamar del PAMI”, manifestó, con algo de gracia, el último tenista argentino que alcanzó el top 10 del ranking mundial de singles. La caída 6-2 y 6-2 ante el español Pedro Martínez (41°) no resultó más que una anécdota. El simbólico abrazo con el público estuvo acompañado por la presencia de figuras de la talla de Gabriela Sabatini, Gastón Gaudio, Guillermo Coria y el director del torneo Martín Jaite, todas personas que comparten su condición: estuvieron entre los diez mejores del mundo.
"Fui muy feliz en los momentos en los que hice lo que pude y ahora este último tiempo me preparé para este momento. Fue un viaje espectacular; tengo más de lo que necesito", se sinceró el Peque, el último jugador top nacido en territorio argentino. Los números hablan por sí solos: ganador de cuatro títulos de ATP –uno en Buenos Aires, en 2021–, número ocho del mundo en 2020, semifinalista de Roland Garros, cinco años consecutivos entre los 20 mejores del ranking. Todo con un 1,70 metros de altura, con los pronósticos enterrados por su empeño, por su capacidad de trabajo, por su pulsión de superación y por su visión táctica para ver el tenis adentro y afuera de la cancha.
Con las limitaciones físicas en un ecosistema talla alta y de velocidad supersónica, el pequeño gigante llegó incluso a ganarle a Rafael Nadal, el mejor jugador de la historia en polvo de ladrillo, nada menos que en el Foro Itálico de Roma. El propio Rafa supo reconocer su trayectoria con un saludo especial que dimensiona su figura: "¡Enhorabuena, Diego, por tu gran carrera! Has sido un gran ejemplo de lucha y superación y me alegra que hayamos compartido tantos momentos en el circuito. ¡Disfruta de tu próxima etapa!".
Schwartzman, relegado en los inicios como parte de la rimbombante y prometedora camada 1992 –Collarini, Velotti, Kicker, Argüello, Olivo–, en la etapa profesional alcanzó sitios cercanos al cielo. Ganó nada menos que 251 partidos de nivel ATP y es el décimo tenista masculino nacional en la lista histórica. Y es, sobre todo, uno de los doce que alcanzaron el top 10 del ranking de singles de la ATP. También ocupa el cuarto puesto entre los que más partidos ganaron en cuadros principales de Grand Slam: con 59 éxitos sólo es superado por leyendas como Guillermo Vilas (138), Juan Martín del Potro (97) y David Nalbandian (86).
Una semana después de haber jugado el Rosario Challenger, el torneo en el que debutó como parte de la organización –la faceta que buscará profundizar para la segunda etapa de su vida–, llegó a Buenos Aires para la última parada. "Comprobé de primera mano lo difícil que es mantenerse en la elite", sostuvo el Peque, el hombre que desafió lo imposible.