“Sabes bien que me gusta la tijereta de frente/ tranqui, hacemos un teta con teta/ mirando pa los pies y sale una tijera que corta al revés/ mirándote el bote,/ ay mamasota que ya estoy hasta el tope” canta Chocolate, Romina Bernardo, con su Chocolate Remix Lesbian Reggaeton y qué puede hacer unx más que perrear, ponerse hasta el tope y pensar en arte político. Eso es lo que hace Choco. Usa un procedimiento que en literatura es clásico, “apropiación”. Como hizo Bartolomé Hidalgo que agarró el romancero español -monárquico y antimoro-, le metió valores de la Revolución Francesa -antimonárquicos y democráticos- y voces de los gauchos y en 3-2-1 inventó la gauchesca. O, más cerca en el tiempo, como hicieron las Kumbia Queers. Entonces algo así, sí, apropiación, hizo Choco: agarró el reggaetón -un género de ritmo casi irresistible pero de un machismo loco- y lo llenó de voces de mujeres que desean a otras, incluso les propuso a los chongos enseñarles. “¡Eh, reggaetonero macho! Escucha lo que digo / De mujeres no sabes, ahora aprenderás conmigo / Ponte mocasines, corbata y guardapolvo / Ven a mi escuela a aprender lo que es echarse un polvo”.Y llenó del reggaetón de calentura torta: “Me gusta sentir cómo se te abre y se te cierra”. Como si la avanzada queer en la música popular en nuestro país fuera una cara -unas bocas, unas tetas, unos culos, unas cinturas, mame- nueva de lo que, en su última manifestación fuerte era arte de clase. Pasamos de desalambrar a tijeretear, podríamos decir. Y también que una cosa no quita la otra. Tiene esta potencia Choco, te hace pensar en estas cosas además de calentarte y ponerte en movimiento. Y se nota, claro. Tanto que este año, durante su segunda gira por Europa, fue a presentar su primer álbum, Sátira, le fue súper bien. Y no pasó desapercibida ni para la BBC, que la consideró una de las 100 mujeres más influyentes del año y habla de su música en estos términos: “Sin tapujos, descarada y altamente sexual. Así es la música de Romina Bernardo, la cantante y productora de 32 años detrás del grupo argentino Chocolate Remix y pionera de un estilo llamado “reggaetón lésbico””. Hablamos por Whatsapp. Y nos contó esto: “El 2017 superó mis expectativas por completo. Estaba en Barcelona en mi cuarto chateando cuando descubrí a través de unos hashtags en Twitter la nota de la BBC donde me incluían en su lista anual de las 100 mujeres más influyentes del año y además de la sorpresa que me llevé, me agarró un ataque de risa que no podía parar; o sea estaba en la misma lista que Bachelet. ¿Se entiende el ataque de risa? ¡Es un montón! Yo pensaba: “qué bizarra que soy”.
¿A qué creés que se debe esta alta notoriedad?
-Supongo son muchas cosas que confluyen. Indudablemente el reggaeton es uno de los ritmos más escuchados en España y Latinoamérica en los últimos años y Chocolate Remix es la opción para muchos de los que no se sienten cómodos con las letras de los mainstreams, aunque por otro lado tampoco es la opción sencilla y cómoda, sino que es una propuesta que ha interpelado a todos a varios niveles. Yo lo veo como un espacio ganado. Hace 4 años y medio, cuando surgió el proyecto estábamos en otro momento y el debate de si “reggaeton sí” o “reggaeton no” se dió justamente con esta propuesta y el cambio de paradigma al respecto fue liberador para muchos.
¿Cómo se trama tu música en la escena europea?
-Hablar de la escena europea creo que queda corto. Es muy distinta la escena de España, que la escena de Alemania, Francia o Inglaterra. En cada sitio la respuesta es diferente, pero lo que sí es cierto es que la reciben muy bien a cada sitio que voy. Aunque ni hablen el idioma, creo que ver a una torta y chonga como yo, rapeando y moviendo la pelvis, haciendo gestos sexuales, hablando sobre lesbianas y arengando al franeleo al menos llama la atención. Y el reggaeton… ¿a quién no le tienta bailarlo? La escena invita un montón. Cuando toco en lugares donde no hablan el idioma y yo hago lo que puedo con mi inglés para más o menos tirar alguna, no tengo la mas mínima idea de qué es lo que entienden, pero mágicamente la primera fila se llena de mujeres (aunque toque en lugares que no son lgbti) y se arma una complicidad ahí que es fenomenal. Pasan cosas distintas a cualquier otro sitio, y en esa primera fila de mujeres es indudable que estás bailando porque te lo estás gozando, no estás bailando para seducir a un tipo sino porque queremos y lo disfrutamos. Y aunque aquí también sucedió, especialmente en Buenos Aires; en Europa, me da la sensación de que ese espacio y ese nivel de desinhibición para bailar sin culpas lo estaban añorando un montón.
¿Cómo te parece que se está tejiendo la militancia queer con la música popular?
-Creo que la militancia queer/disidente tiene un potencial que se desborda por todos lados. No solo desde la música, sino desde cualquier tipo de expresión cultural, maneras de hacer las cosas, pensar el mundo, la vida. Lo vemos en cosas como grupos en Facebook que proponen otras lógicas para intercambiar experiencias o información sobre cualquier cosa, en un taller, una banda, performers, gente con oficios, pequeños emprendimientos; desde todos los espacios se trama este surgimiento potente de los que no nos identificamos más con las lógicas heteropatriarcales y buscamos alternativas en principio y al menos, para nosotrxs y nuestra comunidad. l
Chocolate despide el año junto a Abor Tatupaki y DJ Paria Mía. Viernes 29 de diciembre a las 21.30 en Ladran Sancho Espacio de Arte, Guardia Vieja 3811.