La noche de invierno que se presentó el disco, mi compañero de pista me pasó a buscar por Varela Varelita, tocó la bocina de su automóvil y salté la ventana del bar para ir a bailar el disco. Hicimos furor: dos chamanes del baile junto a la cabina. Gratis es un disco que se baila de un tirón; es un ritual moderno de los tiempos que vienen. Creado en medio del chivo y los pases de baile que trazan las pistas más precursoras y oscuras de la noche. Cada track se compone en la democracia de los cuerpos que abren pistas; se post-producen pero no son conclusivos y es así como siguen removiendo y gediendo en la noche. Una película de baile, un cuelgue cinético de imágenes parpadeantes, ritmos saltarines, pieles sudadas. Los nombres de sus creadorxs -Ismael Pinkler & Carolina Stegmayer- son la vanguardia judioalemana de principios del siglo XX extrapolados del Cabaret Voltaire. Pareja con Carisma para putos, tortas, bi, trans y en devenir. Su música degenerada llama al desborde de los tejidos de los cuerpos. Pinkler & Stegmayer exploran géneros musicales diversos -warm up, after hour, pop, reggae, techno. Suscitan paisajes sonoros que desbordan el campo de la música electrónica: se pasan al teatro, al pop, a la performance, a la moda, al cine, a la danza contemporánea, a la instalación visual, a la literatura… Músicos transhumantes, piratas del ritmo. Sus composiciones incorporan las intensidades más vivaces de los bailarines y las bailarinas que tejen las noches.
La fiesta Dengue Dance que vio crecer los 9 track del disco es un club de transnochados que sale de ronda los jueves; artistas pobres que pagan bajas entradas y compran la birra en el kiosko-bar de la vuelta; modelos freaks sin piné para la alcurnia; subjetividades en devenir; partisanas de la noche como Björk que llegan sin aviso y se mezcla en las configuraciones mestizas de la pista; amores imaginarios de toda la vida como Juana Molina que me mira bailar y se envalentona más; Maitena que cruza la pista como Uma Thurman avanzando a cámara en Pulp Fiction. La Dengue Dance sucede en Gong, una antigua boîte de los años 70, bajando a un sótano del Microcrentro, que no despidió a sus mozos, ni al barman, que aún andan con moñito en el cuello, y que lo único que se recicló fue el piso de vidrios con luces de colores. Pero quedan los sillones de cuerina marrón; las mesitas bajas para tragos fuertes; las dos barras espejeantes y los espejos cubriendo todas las paredes que rodean la pista. Los productorxs del sello discográfico Dengue Dancing Records son Ana Castoldi y Lorenzo “Lolo” Anzoátegui: torta y puto; dj y artista. El diseñador de la tapa del disco, Alejandro Ros, diseña este suplemento único, y Radar y Las12. También, es puto, y es el padre del primer hijo de una triple filiación en la jurisprudencia Argentina, y encima inscribe esquemas visuales en las mentes más festivas de la noche porteña con las tapas de los discos de las bandas y los libros de la época. Y para colmo anima un “Baile de Disfraces”. Gratis es el lujo de los raros, algunas tenemos nuestros carnet de baile, diseñado por Ros, con letras plateadas.
Otra noche en la fiesta Reset bailé solo en la pista el disco completo de 50 minutos: hice de mi carne un ejercicio espiritual de mutación afectiva. Es un disco que se escucha y se piensa en movimiento. Pega más en su completud. Efectivo rezo contracultural que salva del ritmo que el cuerpo social ya no puede respirar. Materia musical ensoñada que anima los cuerpos en las sombras del crimen de Estado. Korg electribe que conecta nuestras interfaces musculares para esquivar los golpes de los ratis. Moogerfooger que agudiza nuestros gritos de guerra. Bolsa Bass para el pillaje de los que huimos. Gratis, arma de la fiesta que el macrismo nos expolió.
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