desde El Bolsón

“¡Qué se corre la bola/qué se corre la bola/al patriarcado lo matamos con la cola!”. Así, con ese cántico maricas-tortas-travas-trans y no-binares dan por inaugurado el 10º Festival de la Diversidad de El Bolsón. Ante la extorsión de la Municipalidad de no autorizar el escenario del acto de cierre si marchábamos a torso descubierto resolvimos, en el fogón de bienvenida, marchar culo al aire. Era el primer miércoles del 2018 y desde la mañana una Cumbre Trans había tenido lugar en el Centro Integrador Comunitario del barrio Primavera. Las travas más curtidas se encontraron con millennials trans que se reconocían como no-binares: ni femenino, ni masculino. Sólo el bautismo del nombre propio que emerge de la resistencia por existir. Ya para la tarde habían llegado cumpas de las provincias. El camping “Ni Nada” es el asentamiento amigo. El resplandor del fogón hace visible esa fragmentariedad que somos para devenir territorio afectivo, comunidad de fraternidades y sororidades. 

“La sororidad marica”, le encanta decir a Larry, que tiene tatuado “Puta”, en las costillas. Ha borrado su nombre de nacimiento por mil nombres de batalla. En las asambleas de AMMAR, las compañeras le llaman Juan Ejemplo. El grupo organizador se presenta alrededor del fuego. Están con miedo de que repriman el día de la marcha. Uno de ellos, Nehuen Zapata, mapuche hermoso, describe, con voz de Zitarrosa, la agenda del Festivxl. Radio abierta; talleres autogestivos; recitales lesbo-punk y cumbia-marica; varieté folklórica; fiesta en los bosques; picnic político; marcha por las calles y show en la plaza. Como todos los años, la ronda se abre para quien quiera presentarse. Habla un pibe de Quilmes, Juano. Conoció a su compañero, July, pasando música en la fiesta “Relax”. Dejaron el Conourbano y se fueron a vivir a El Bolsón: “Acá, está lo que necesito: la lucha, la montaña y está él, ¡qué más quiero!”. Se presenta una piba, activista antinuclear, de Sierra Grande, pueblo fantasma saqueado por Joseph Lewis. El activismo feminista mezcla todo, eso es lo bueno: expropiar la tierra es expropiar la potencia de los cuerpos. La Mati de la Asamblea de Maricas y Bisexuales, emponchada, pide la palabra para ubicar a unos héteros que cayeron de sopetón y tomaron la palabra: “Que los paquis, en nuestros espacios, aprendan callados, acompañen y nos abracen”. “¡Lo dijo / lo dijo!”, corean unas tortas. La noche sigue rancheándose entre carpas. Led multicolores, barra de sonido y “el perreo se organiza”, gritá Shibre, torta reguetonera. Guiso, luces y glister son los recursos comunitarios para las fiestas campamento. “¡Nunca vi tanta mariconeada en mi país!”, dice Analía, pionera del Festivxl. 

Al día siguiente se arma la primer maricoteca en la historia de la comarca. En la disco “442” tocan Las Grasas Trans, Horregias, Negra Liyah y Sudor Marika. Animan Las Carmelitas, maricas clown, reideras y calenturientas. El lesbo-punk reanima mi adolescencia dark. Susy Shock sube al escenario y canta en coro con Sudor: “Dejáme sentir que siento, / dejáme y hacé silencio. / Dejáme vivir sin nombres, / ya no los quiero”. Los putos autogestionamos un besazo en la pista. “En cada espacio hétero llevar lo marica”, dice Ezequiel, militante de La Cámpora y referente de la diversidad en ATE. Antes de encandilarnos con los cuarzos de salida la DJ Petra Diphusa, salta de la cabina con el virtuosismo de terrorista drag, plataformas blancas, tocado naranja, vestido negro. Con la belleza de Isabel Adjani baila posesa “Fiesta en el infierno”, de Fangoria. Los ojos se le blanquean; repercute en espasmos; salta y se tira al piso en cuclillas y rebota. La vitoreamos. Queremos devenir Petra. 

MANADA EN MARCHA

Nos depertamos pasados de pepa, besos y alcohol. La Actibanda tribaliza el campamento. Nos sumamos a sus canciones de protesta, piezas históricas de la humanidad que viene: “Somos la cuerpa amoral / Mutante y voraz / Por nuestra monstruosidad encarnamos el mal / Aborteras, tortas, putas, parias disidentes, trans/travas, chongas y maricas / La manada a marchar / Hacemos orgías al sol / Nos gusta bailar / La fiesta ritual, el exceso / Y su lengua bestial”. Quimey, activista trans, plantea en la asamblea picnic que si algune tira una piedra en la marcha que lo piense antes, que se puede organizar y ser una decisión grupal. Porque no todes podemos o tenemos ganas de correr, o defendernos de la represión. “Estamos violentas: si no hay amor, hay furia”, dice una marica. “Esta marica piquetera sabe morder”, dice la Campa de sí, y todas nos reímos. Mosquito Sancineto es presentadora del varieté de la noche. El público se abre en dos. Nuestra lideresa Marlene Wayar atraviesa el salón como el río Quemquemtreu El Bolsón. “El capitalismo divide entre los que comen pan y los que comen mierda. Nosotras no mandamos a comer mierda a nadie. Por eso nuestro enemigo no es lo ‘cis’, sino el ‘hétero winca’ -el blanco conquistador-, como dicen las compañeras mapuches”, arenga la Wayar, más titánica que nunca. 

Nico Darchi y Dúo Microcentro devuelven el floklore y la ópera mariconeada. “Nosotras tomamos la tradición patriarcal pero primero la mariconeamos, la torteamos y la travestificamos y luego cada cual hace el ismo que quiera”, dice Susy Shock, entre canción. “Este festival no es como cualquier otro, acá nos recargamos para seguir luchando todo el año”, tira Susy y rompemos en aplausos. Canción, fiesta, sexo, amor, discusiones políticas en fogones y rancheadas tejen la potencia de las situaciones que nos atraviesan. “Nuestra riqueza son ustedes, las pendejas y los pendejos, que podamos aún seguir mirándoles a los ojos, sin vergüenza, después de tantos años de militancia”, nos dice Susy. Y se adentra en la masa del público con las maricas cantoras. Entonan a capela las coplas: “La soledad es cosa rara / con tanta gente sola / si los solos se juntaran / la soledad queda sola”. Entonces, llorosas nos entreveramos bailando las Lechiguanas de Dani Umpi. 

Un paisaje lesbo-marica-travesti-trans, junto al río, con guitarra eléctrica y parlante portátil; suspensores; tetas al sol; adolescentes entangados; masajes osteopáticos y amasados; lecturas y conversaciones de la biografía de nuestras pieles; cordero asado comido con las manos; petes en el bosque; garches simultáneos en cama-cuchetas, son el después de la intempestiva marcha. “Aquí están / estas son / las maricas de El Bolsón”, avanza la caravana de mostras por las calles hasta la plaza. “En la calle me siento libre. No puedo estar en una oficina atendiendo el teléfono”, dice la puta Michelle, tras renunciar como asesora de un legislador del Movimiento Evita e irse de la orga. “Lo que se puede hacer con todas nuestras redes disidentes es más intenso”, declara con espíritu de Berkins. “¡Beso negro”, proclama Susy y las que estamos en culo nos inclinamos para que nos besen nuestro lugar de enunciación. Bailamos y nos besamos al frenesí de las Kumbia Queer y la Umpi. En el espacio público, ahora, ocupado por nuestra imaginación político sexual. Desplazarse de los propios conformismos; salirse del tiempo uberizado; torcer el punto de mira; escuchar de otro modo para encontrarse en una poética social de la desobediencia existencial.