“Los que gobiernan el tenis tienen que plantearse por qué hay tantos jugadores con problemas físicos; nosotros somos personas, hay vida más allá del tenis y no sé qué pueda pasar con nosotros si seguimos jugando en superficies tan duras”. Las palabras de Rafael Nadal denotaban bronca y apuntaban de forma directa a los dirigentes que manejan el circuito, tanto de la ATP como de la ITF. El abandono en los cuartos de final del Abierto de Australia ante Marin Cilic fue la gota que colmó el vaso de un jugador que sufre en el aspecto físico desde los 20 años y que reclama por mejores condiciones desde hace un largo tiempo.

Aún sin conocer la gravedad de su dolencia, que luego resultó ser una lesión de grado 1 en el psoas ilíaco de la pierna derecha –el músculo que vincula la parte del pubis con los abdominales bajos–, se ocupó de reflexionar sobre su propia salud en el futuro a mediano plazo: “A veces se me hace duro pensar en qué estado voy a terminar cuando me retire”.

¿Sus reclamos tienen sustento? Nadal finalizó en 2017 como número uno del mundo por cuarta ocasión en su carrera. A lo largo de toda la temporada disputó 18 torneos, el número tope que tiene un jugador para contabilizar puntaje en el ranking desde la reforma de 2009. Estuvo en todos los Grand Slams y en los nueve Masters 1000, de los cuales dos terceras partes son sobre cancha dura, superficie en la que más se ven afectadas sus articulaciones por su estilo de juego. Además apareció en otros certámenes como Brisbane, Acapulco, Barcelona y Beijing. Con 31 años, se exigió a fondo para alcanzar la cima y llegó con el tanque en rojo al Masters de Londres, donde su rodilla derecha dijo basta y lo obligó a retirarse tras la derrota ante David Goffin en el debut.

Los dirigentes tienen una sólida defensa ante los intensos y recurrentes reclamos de Rafa: la célebre pauta 1.08, un inciso del Libro de Reglas de la ATP que sugiere que un tenista puede faltar a un Masters 1000 si cumple uno de los siguientes tres requisitos: 1) haber jugado 600 partidos oficiales hasta el 1 de enero del año actual; 2) llevar doce temporadas como profesional; y 3) tener 31 años cumplidos en el año que corre. En el caso de que un jugador cumpla los tres requerimientos, entonces podrá desestimar todos los Masters 1000 que quiera.

Nadal cumplió 600 partidos durante 2011 y hoy ya suma un total de 1063; se convirtió en profesional en 2001; y celebrará sus 32 años el próximo 3 de junio, por lo que ya puede jugar la cantidad de eventos Marters 1000 que le plazca y puede comenzar a dosificar el calendario para cuidar su físico sin tener que pagar sanción alguna.

“Es una coincidencia que haya más jugadores lesionados. Es como en un equipo de fútbol; a veces hay más hombres con problemas. Todos nos enteramos cuando se lesionan los top; quizá ahora haya más jugadores lesionados pero no hablamos de ellos porque juegan en la cancha 25”, analizó Roger Federer durante el Abierto de Australia que lo vio levantar su vigésimo trofeo de Grand Slam. El suizo de 36 años precisamente es un asiduo utilizador de la 1.08 desde tiempos inmemoriales. Incluso el mundo del tenis lo ha visto faltar al Masters 1000 de Montecarlo de forma frecuente y pagar las multas correspondientes por no haber cumplido en ese momento los apartados de la regla.

Gracias a la famosa pauta, Federer puede mantener un nivel asombroso en la alta competencia y explotar todas sus cualidades al máximo a una edad avanzada. Parte importante de su éxito en la veteranía se debe al planteo cuidadoso para escoger dónde jugar, durante qué semanas y en qué superficies. En 2017, año en que volvió a descollar en lo más alto, disputó sólo 12 torneos y se dio el lujo de faltar a Roland Garros y a otros cinco Masters 1000. De esa manera administró sus energías y conquistó dos de los tres Grand Slams en los que estuvo (Australia y Wimbledon) y tres de los cuatro Masters (Indian Wells, Miami y Shanghai; y fue finalista en Montreal), además de haber conseguido otros dos títulos en Halle y Basilea. Terminó con seis “ceros” en su ranking y por eso se le hizo imposible alcanzar la cima.

Tras el último Abierto de Australia, no obstante, Federer quedó a sólo 155 puntos de Nadal y podría encontrar un panorama promisorio para convertirse en el número uno de mayor edad desde que se creó el ranking en 1973. El suizo dependerá de sí mismo para atacar la cúspide si juega desde el 26 de febrero en Dubai, donde defiende 45 unidades y aún no está inscripto; la misma semana el español tiene 300 de la final de Acapulco, torneo en el que volvería después de su lesión.

El sistema de planificación de Federer podría ser una de las soluciones para Rafa en pos de alargar su trayectoria y su salud deportiva. El genio de Basilea eliminó por completo los torneos sobre polvo de ladrillo por la extensión de los partidos y por los eventuales problemas que podrían ocasionarle en su espalda y su rodilla. Nadal, en cambio, construye su poderío sobre esa superficie pero bien podría empezar a dosificar su calendario sobre cemento, el piso que constituye más de la mitad de los torneos totales del tour. El circuito es una picadora de carne, es cierto, pero el español tiene una escapatoria reglamentaria donde refugiarse y aún no eligió utilizarla. Quizá tenga que olvidarse de algunos compromisos contractuales para extender su carrera y garantizar su salud después del tenis. No son los dirigentes, en definitiva, quienes tienen que cuidar su cuerpo.