Mar 03.08.2004

PLáSTICA  › NICOLA COSTANTINO: DE RUTH BENZACAR AL MALBA

Ortopedia y lipoaspiración

Mientras por una parte acaba de inaugurar una muestra de máquinas ortopédicas para animales, por otra presenta, hoy a las 19, un jabón fabricado con “esencia de Nicola”.

› Por Fabián Lebenglik

Durante la última década, Nicola Costantino (Rosario, 1964) causó un fuerte impacto en el mundo del arte local e internacional, con sus impresionantes tuberías de pared –que exhibió por el mundo– en las que se comprimían y atascaban multitud de calcos de nonatos realizados en siliconas a escala uno a uno; o con la violencia lúdica de sus “chanchobola” y “toro-bola” –calcos de animales compactados en forma de esfera–, o con su chanchito suspendido y transportado al matadero –una obra “histórica” de la artista, que funciona como antecedente de lo que hoy exhibe en la galería Ruth Benzacar–, así como con sus nonatos para exportación –obras en las que se comprimen, indiferenciados, réplicas de ganado para consumo, en cajas perfectamente embaladas–. Costantino es una provocadora y su obra siempre divide aguas, generando reacciones de atracción y de rechazo.
La artista puso en evidencia los mecanismos usualmente invisibles de la industria de la muerte en la que se basa la alimentación y que rige buena parte de la cultura gastronómica mundial.
La cultura de la alimentación se nutre no sólo (o no tanto) del gusto, sino más bien de mecanismos industriales y regulaciones sociales y contextuales determinados por el aprovechamiento económico. El gesto descarnado de la artista, al hacer evidente esa maquinaria que hay detrás de la fisiología carnívora humana, pone también al descubierto funcionamientos culturales y económicos alrededor de matanzas organizadas a escala industrial.
La exhibición de estos procesos estetizados por la artista forma parte de aquello que los consumidores preferirían ignorar. Es obvio que las grandes matanzas a escala y las maquinarias de aniquilación son prácticas extendidas contra el propio género humano. Entre muchos otros ejemplos, la historia señala cómo se sistematizó y perfeccionó esa maquinaria mortal durante la era hitleriana, la de la dictadura argentina, la de los balcanes, la de los bombardeos a Irak.
En la obra de Costantino, ese infierno tiene el rasgo distintivo de la acumulación, el atascamiento y la repetición. Se trata de un infierno banalizado por su carácter cotidiano o, en todo caso, de “excepcionalidad” reiterada hasta hacerse hábito y dejar de sorprender.
El infierno de cadáveres de nonatos establece un correlato evidente con la política implícita de exclusión, darwinismo social y eliminación del más débil; de la “poda social” que generan las políticas de exclusión, las democracias débiles y el capitalismo salvaje.
El modo en que la artista exalta conceptualmente la tragedia, pero al mismo tiempo la atempera visualmente, es que su trabajo está dominado por el paradigma del diseño. Como si se tratara de una diseñadora fuera de quicio y fuera de escala. Así, el diseño, presentándose como un artificio de embellecimiento y una estetización de la funcionalidad, sería el toque cínico que indicaría la corrosión del sistema.
La irrupción de la moda en la obra de Costantino surge directamente de la maquinaria de la muerte en la alimentación carnívora, porque se trata de vestidos, zapatos, carteras y ambientaciones hechos con silicona imitando la textura de la piel humana, atravesada por un pattern de pezones, ombligos y orificios anales.
Desde la perspectiva de la obra de Costantino podría pensarse que el diseño y la moda son aplicaciones en las que el mundo se ve con los ojos de la oferta, la demanda y el mercado: en este punto, el arte y los artistas son sus productores y oferentes. Pero el arte siempre se escapa, tantea nuevos límites y se redefine, a partir de su capacidad crítica.
La moda nunca pudo obviar la relación con la anatomía, porque esta relación le resulta constitutiva. Y Costantino transformó esa relación en un arma. Por una parte, la vestimenta que fabrica es anatómica, pero por la otra está hecha con anatomía.
En la muestra que inauguró en la galería Ruth Benzacar, la artista sigue avanzando en su paradigma tan provocador como provocativo. Por una parte presenta “Animal Motino Planet”, una serie de máquinas ortopédicas electromecánicas para animales, que mandó construir para poner en movimiento a los nonatos (terneros y potrillos). A pesar del gesto tecnológico, la realización y la idea tienen una matriz positivista y romántica, como si se tratara de una Mary Shelley zoofílica, en la que en lugar de su golem hecho de restos humanos, los que vuelven a la vida son los animales criollos reconfigurados por Costantino.
Con esas máquinas revestidas por sus nonatos artificiales, Costantino realizó un video y una serie de fotografías que completan la ilusión propuesta por su “Animal Motion Planet”.
Por otra parte, hoy a las 19, en el Malba, la artista presenta Savon de corps, una producción de una línea de jabones con formas femeninas, cuya composición incluye un 3 por ciento de “esencia de Nicola”, que la artista se extirpó como resultado de una lipoaspiración.
Siempre en los límites –y sobre todo a la luz de los espeluznantes experimentos nazis–, la artista se presenta como modelo y ofrece al “consumidor”, no sólo su imagen sensual, su cuerpo desnudo, apenas velado, sino también su propia esencia corporal (ver aparte). (“Animal Motion Planet”, en Ruth Benzacar, Florida 1000, hasta el 28 de agosto).

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