Mar 09.07.2002

PLáSTICA

Eric King: vuelve al ruedo un artista de la década del sesenta

Nació en Misiones, se dedicó al arte en Córdoba; vivió en EE.UU. y en Africa; ahora vuelve al territorio del arte.

El proyecto “Ojo al País” para difundir la obra de artistas argentinos (que residan fuera de Buenos Aires) tiene la lucidez de no establecer límites generacionales, de modo que tanto permite dar a conocer artistas emergentes o como de trayectoria –aunque poco difundidos– de las diferentes regiones argentinas.
En el caso de la muestra recién inaugurada, el gesto es otro, novedoso para el espacio, porque consiste en volver a poner en circulación a un artista de los sesenta que retoma su obra luego de un largo paréntesis.
Eric King es un artista autodidacta nacido en Posadas en 1935, que se radicó en Córdoba, formó parte activa de los movimientos artísticos de los años sesenta y realizó exposiciones individuales y colectivas.
Entre 1962 y 1966 fue seleccionado para participar de los principales salones y premios de Córdoba y en la III Bienal Americana.
En 1966 Aldo Pellegrini lo invitó a formar parte de una gran muestra en el Instituto Di Tella, que luego se haría célebre: “El Surrealismo en la Argentina”.
El itinerario de King siguió por Nueva York, Buenos Aires y Marruecos, ciudades en las que residió para luego volver a su Posadas natal, donde vive y trabaja actualmente. Pero además de un itinerario, hay también un largo abandono de la pintura, para dedicarse a la arquitectura.
En el catálogo de la muestra, Luis Felipe Noé –director del proyecto “Ojo al País” y uno de sus curadores– cita el libro Panorama de la pintura argentina contemporánea, de Aldo Pellegrini, donde el poeta y crítico de arte escribía sobre Eric King, hace casi treinta y cinco años, que sus obras, “aunque basadas en el principio de la presentación de la imagen cotidiana y trivial, tienen algo más; no es la pura y seca presentación, en la que el artista prácticamente no participa, sino que siempre en los cuadros de King hay algún detalle, sea en la imagen misma, sea en el ordenamiento de la imagen, sea en algún minúsculo y sutil elemento insólito que trasciende de la fría y monótona trivialidad y nos conduce a lo inesperado. Por esta razón la obra “pop” de King adquiere una característica distinta, que le confiere un sello muy personal, una particularidad que podría definirse como poética y que justifica el que lo haya incluido en una exposición de pintura surrealista”. Se refiere a la muestra del Di Tella.
En el proyecto que el Fondo de las Artes –con el apoyo de la Fundación Antorchas– sostiene en el Centro Borges, King vuelve al ruedo con una larga “Crónica del azaroso viaje de las ‘Sirenitas del Paraná’”. Se trata de una serie de técnicas mixtas que narran en clave visual un relato fragmentario: un viaje que al mismo tiempo que reflexiona sobre el paisaje (sobre cómo pintar y dibujar el paisaje, el río, la selva, la ruta, las ruinas, las cataratas...) va dando cuenta de usos, costumbres y detalles, a través de dos figuras femeninas, como salidas del mundo de la historieta, que son colocadas o incrustadas humorísticamente como nudo, como centro y también como excusa de la serie. Allí surgen nuevas historias, siempre fragmentarias, en las que aparece la vida cotidiana, pasada por el filtro de la relación entre las muchachas y el contexto. Allí se combinan, al menos, dos lógicas: la del relato y la de la técnica. Pintura, dibujo, collage y diseño gráfico generan juegos de planos, duplicaciones, repeticiones, contrastes y enigmas.
Por momentos hiperrealista, por momentos gestual (aunque se trata de una gestualidad enmarcada en la racionalidad del conjunto), King propone artificiosamente la identificación entre personajes y paisajes. El artista pone en juego una distancia irónica con la materia de su relato visual.
El color está prácticamente ausente y cuando aparece lo hace con sutileza, como si el blanco y el negro dieran nacimiento al color, sin estridencias, naturalmente, como datos implícitos.
Por otra parte, la serie es rica en perspectivas sociológicas y psicológicas, sobre las que el artista pone el acento, señalando cada cosa, aunque sin ser enfático. El último trabajo del recorrido, a modo de colofón, se titula “Resumiendo” y es el menos ambiguo, desde el punto de vista discursivo, técnico y también desde la perspectiva de la imagen. Es una obra bien diferenciada del resto, de concepción fotográfica, donde se ve cómo se escurre un charco de agua a través del sumidero. La estratégica posición conclusiva de esa obra la vuelve un resumen ácido y pesimista, no sólo de la “Crónica del azaroso viaje...”, sino también de ese otro viaje que avanza colectivamente hacia la deriva. (En el Centro Cultural Borges, Viamonte esquina San Martín, hasta el 2 de agosto.)

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