Mar 10.09.2002

PLáSTICA  › MISIONES: UNA CATAPULTA CONTRA EL GOBIERNO

Señor feudal, arte medieval

“Neoevo”, la intervención urbana que el grupo Paré realizó en la plaza principal de Posadas, aborda la disputa del poder simbólico en las calles y la participación popular.

Por Francisco Ali-Brouchoud*
Desde Posadas

Entre fines de mayo y hasta el 20 de julio de este año, decenas de tractores anaranjados, camiones y máquinas cosechadoras rodearon la Casa de Gobierno de Misiones, también rosada, pero de un rosa “caipira” y tropical, como diría Tarsila do Amaral. Trepados a la plaza principal de Posadas, la 9 de Julio, obstruyendo el tránsito, la mayoría destartalados y vetustos, como la economía de sus dueños. Detrás de ellos, cientos de agricultores junto a sus familias, con sus ropas de trabajo y sombreros de paja, sus niños con escaso abrigo y una desesperación palpable en ojos que miraban, en muchos casos con verdadero asombro, la ciudad que los rodeaba y que intentaba seguir su ritmo pese a esta abrupta alteración del paisaje urbano. Eran los productores yerbateros de la provincia, que luego de una larga marcha desde todos los rincones de Misiones, sorteando piquetes policiales, habían decidido montar, por segunda vez en dos años, un sitio al poder político local para exigir un precio justo para su producto, la yerba mate.
Hasta hace una década, la yerba era aún el motor de la economía de la provincia, del que vivían decenas de miles de familias, y el centro de la “chacra” como unidad productiva. Esta situación cambió radicalmente a principios de la década del noventa, cuando el entonces gobernador, el justicialista Ramón Puerta (el más próspero empresario yerbatero de la provincia) desmanteló todos los mecanismos de regulación de ese mercado, dejando a los pequeños productores a merced de molineros y secaderos, que fijaron desde entonces el precio a su antojo, trayendo miseria y un éxodo rural sin precedentes.
Bajo carpas de polietileno, cocinando a leña en sus ollas ennegrecidas sobre las lajas de la plaza mayor de Posadas, resistieron más de 50 días, pidiendo una audiencia con el gobernador, el también justicialista Carlos Rovira, quien, inflexible, se negó en todo momento a recibirlos. Y en varias oportunidades, impotentes, movieron sus máquinas descascaradas para bloquear todos los accesos a la Casa de Gobierno, derribar las vallas que la protegían, y exigir ser escuchados.
La metáfora estaba allí: el señor feudal, en su castillo, defendido por un foso de vallas y tropas, resistiendo el asedio de la plebe.
Fue esta situación, que incluso puede leerse como “medieval” sin forzar demasiado una interpretación, la que el grupo Paré tomó como disparador de su reciente intervención urbana, Neoevo, realizada mediante un subsidio otorgado por la Fundación Antorchas, en la misma plaza que habían ocupado los productores yerbateros.
Paré, un colectivo de artistas posadeños provenientes de diversas disciplinas –diseño, comunicación, letras, arquitectura–, e integrado actualmente por Javier Alcaraz, Claudia Arancio, Andrés Gerhman, Silvia Barrios, Ariel Cabral, Diana Garay, Mariana Zeniquel, Pedro Insfrán y Mariana Otazú, viene experimentando desde hace cuatro años variadas maneras de arte en la vía pública, desde sus comienzos como medio de comunicación poético-alternativa, un híbrido que combinaba elementos de revista, afiche, gigantografía y la interactividad de internet, y cuyas páginas estaban diseminadas en distintas paredes de la ciudad, cada una con las referencias para llegar a las demás, planteando un recorrido de lectura que era a su vez una navegación física por el entorno urbano; hasta el refinamiento de esta misma propuesta por la incorporación de rasgos propios de la instalación y la performance. Más adelante, también trabajaron con los internos del hospital psiquiátrico Ramón Carrillo de Posadas, y el resultado de esta experiencia de varios meses se exhibió en la costanera de la ciudad, el paseo “de moda” de la capital misionera, sacando a la luz pública la incómoda presencia de la locura. En Neoevo, Paré exasperó la analogía medieval: propuso a la gente escribir cartas dirigidas al “Señor Gobernador” en papeles autoadhesivos que luego fueron pegados en grandes esferas de papel, para ser lanzadas con una catapulta de 3 x 1,50 metros, perfectamente funcional, con una fuerza de 300 kilos, hacia el autista edificio rosado, y que según el previo cálculo balístico debían caer en su patio central.
En la semana previa, Paré había solicitado y conseguido que el Concejo Deliberante de Posadas, ignorante de la naturaleza real de la propuesta artística, y pese a que se mencionara con claridad el uso de una catapulta, la declarara “de interés municipal”.
La respuesta del público fue notable, y se escribieron más de 300 mensajes al poder político, en registros que iban desde la pura bronca escatológica pasando por la admonición reflexiva al gobernante, hasta la sátira y la denuncia.
La intervención se completó con una instalación que actuaba como memento de la situación que la originó: triángulos de polietileno negro, una olla que lanzaba humo, montañas de mandioca, y sogas tendidas entre los árboles del paseo, en las que colgadas con broches había, junto a raídas ropas de adultos y niños, fotografías documentales de la pasada toma de la plaza.
Los integrantes de Paré explotaron adecuadamente la situación de tensión que fue generándose en el lugar desde la mitad de la mañana: la policía, inquieta por la amenazante presencia de la máquina bélica, iba y venía averiguando en qué consistía la acción. Varios funcionarios del gobierno no dudaron en cruzar hasta la plaza para ver in situ lo que ocurría, y de paso leer los mensajes. Del otro lado, un clima festivo, que sumó a todo tipo de personas.
Hacia las 12, hora prevista para los lanzamientos, los principales medios de la ciudad, varios de ellos con coberturas en vivo, aguardaron con ansiedad que el artefacto “pre-moderno” se situara en posición de tiro. Los artistas tensaron el brazo de la catapulta, y se dispusieron a golpear el gatillo con un enorme mazo, mientras la policía esperaba el momento de intervenir.
Tras un ampuloso gesto, el disparo nunca se produjo. Dos integrantes del grupo descubrieron un texto que esperaba a un costado, cubierto por un paño:
“Una catapulta es para nosotros, entre otras cosas, constituir un puente para que no sólo las ideas del centro se difundan, sino para que se posibilite un cruce y se garantice la llegada de los mensajes de todos.
“Pero construir una catapulta es también para nosotros, entre otras cosas, armar un espectáculo, una ilusión de acceso.
“Y aunque construir una catapulta sea para distanciarnos de lo pasivo con una respuesta acorde a las circunstancias, sabemos que no resuelve la apatía del centro, ni modifica la estructura del poder.
“Y si bien en el orden de lo simbólico esta presencia puede resultar contundente, no es menos cierto que esta acción le otorga notoriedad y le confiere valor al mismo centro.
“En pocas palabras, en sí misma, la catapulta no es relevante, no es válida la anécdota ni el alivio de conciencia de una mañana cualquiera.
Para que las ideas de todos accedan y lleguen legítimamente, la acción no debe ser la de unos pocos, ni la de una catapulta. Debe ser la de todos y cada uno.”
Luego, los artistas retiraron la catapulta, y uno de ellos cruzó hasta la Casa de Gobierno para entregar en la mesa de entradas algunas de las esferas con los mensajes. El público leyó correctamente, y con asombro, la intención de este develamiento de la ilusión de un “ataque” al poder, y el debate que suscitó sobre la real participación de la gente en los reclamos sociales, que más allá de sectores como el rural, es muy bajo en Misiones. Sólo algunos pocos medios, incapaces de comprender el núcleo conceptual dela intervención, y sin poder soportar haber sido, por una vez, utilizados por el arte, hablaron de “farsa”, y “una joda para Tinelli”. También pudo saberse que el gobernador de Misiones sí leyó los mensajes.

* Artista plástico y crítico de arte misionero.

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