Ex abogada de presos políticos, colaboradora estrella de clásicos de la prensa progre como Marcha, Crisis o Brecha, la uruguaya María Esther Gilio dedicó buena parte de su larga carrera periodística a una pasión eminentemente socrática: la pasión de hacer hablar a los otros. Sus diálogos con Juan Carlos Onetti y Aníbal Troilo –que sucumbieron a su escucha más de una vez– son los ejemplos más memorables del rigor, la curiosidad y el delicado encarnizamiento con que Gilio suele practicar su arte, pero no son los únicos. Gran parte de sus entrevistas accedieron a la recopilación y al libro: La guerrilla tupamara, Personas y personajes, Aníbal Troilo, Pichuco. Conversaciones, Construcción de la noche... Ahora, aprovechando la aparición de su última antología, Y sin embargo te quiero..., que reúne un jugoso elenco de conversaciones con protagonistas del tango, Gilio charló con Radar sobre los ardides del preguntar y contó cómo a su edad –secreto de Estado– sigue metiéndose en las villas miseria a preguntarle a la gente cómo ve al Frente Amplio.
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