Viernes, 28 de noviembre de 2014 | Hoy
VIOLENCIAS
Reina Maraz fue detenida en 2010 acusada por el homicidio de su esposo pero fue cuatro años más tarde, cuando ya estaba sentada en el banquillo de un juicio oral, que su voz pudo ser escuchada y que supo cabalmente por qué la tenían ahí. Hasta entonces, no había contado con traducción oficial en su lengua, quechua, ni siquiera para comunicarse con su defensor. La condenaron a prisión perpetua con pruebas objetadas, no se tuvo en cuenta su relato cuando por fin consiguió hacerlo inteligible. La violencia a que la sometía su marido, los abusos sexuales, el desarraigo obligado, la exclusión; nada de eso fue registrado por las tres juezas del tribunal de Quilmes que aplicó la pena. Con el apoyo de la Comisión Provincial por la Memoria y otras organizaciones independientes se está presentando la revisión de su causa. Mientras, Reina cría a la hijita que parió estando presa y sueña con volver a encontrarse con sus hijos mayores. Sueña con que la lengua de su madre y su abuela, la lengua de su pueblo que no reconoce fronteras como las políticas entre Argentina y Bolivia, su propia lengua pueda ser valorada.
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